—Serás fuerte como ninguna otra, tesoro. No dejes que nadie te haga sentir inferior y cuídate, ¿si mi cielo?— le dijo su abuelo a Weilar, quien se iba al imperio de su abuelo materno donde sería educada con los conocimientos de allí y de como gobernar su país; sus padres y hermanos ya se habían despedido, al igual que las concubinas, que la acompañaban también en la puerta, su viaje duraría un par de años, tal vez en 5 años para sus 18 volvería.
—Te veremos en un par de meses o años, ven a visitarnos o iremos lo más pronto posible, sabes que el viaje es largo y no podemos ausentarnos por mucho tiempo cariño— dijo su padre con pesar.
—Lo entiendo Padre, no se preocupe por mi, estaré bien. Cuide del abuelo, su salud ya no es la de antes.
—Lo haremos cielo, te informaremos de todo.
El ex emperador rodó los ojos y dijo— hay abuelo para un rato más, así que...
—Oh vamos, te quejaste todo el camino de lo cansado que estabas— le reprochó su esposa Rea.
—Detalles—restó importancia al asunto—, mi nieta se está yendo por demasiado tiempo.
—Aish. Es por su bien.
—Lo sé, lo sé, ahora vete cielito o se te hará muy tarde.
—Muy bien, cuídense y volveré tan pronto como pueda.— los vio asentir y se despidieron por ultima vez. Mientras Weilar se marchaba, el ex emperador le dijo a su hijo.
—Tal vez estemos en presencia no solo de la futura emperatriz de Escoldar.—y con estas palabras entró al palacio.
(...)
El viaje fue muy largo, el viaje en carruaje duró alrededor de un mes, el mes más interminable de su vida. Pero llegó antes de lo esperado, ya que se calculaba que llegara dos semanas después.
—Es agradable ver vegetación nuevamente luego de tanta nieve.
—Ciertamente, alteza imperial.
Su doncella, su escolta principal Dídac, junto a los caballeros y ella, vieron a los guardias y esperando en la frontera.
—Ve tú. Yo iré a caballo, aprovechando que llevo mi traje de montar puesto.
—Como desee, mi señora.
Y así emprendieron su rumbo al palacio de Escoldar, sus alrededores bien verdes y flores por doquier, sin dudas una vegetación admirable.
Ciudad tras ciudad, pueblo tras pueblo, los ciudadanos salían a darle la bienvenida a su princesa, puesto a que no todos los días la hija de su salvadora volvía a su tierra. Su madre había hecho mucho por su pueblo, incluso en las lejanías aún lo hacía. Ella apreciaba a su pueblo tanto como ellos a ella y eso lo inculcó a sus hijos muy bien.
—Estamos llegando mi señora.
Y así era, desde donde estaba podía ver la muralla del palacio y sus alrededores. Paredes de piedra se levantaban de forma intimidante, era majestuoso y claro, no le faltaba vegetación. Entrando le dieron la bienvenida el servicio y parte de la guaria real, puesto que el resto la escoltó hasta el lugar.
Bajándose de su caballo pudo ver a un joven guardia de no menos de 16 saludando a su doncella—Bienvenida su alteza imperial la primera princesa Weilar de los imperios Prestia y Escoldar.
Frunciendo el ceño se acercó suavemente y dijo en tono burlón—Vaya, no sabía que había que llevar falda para ser una princesa.
—¿Qué?—preguntó este poniéndose bordó.
—Aunque sería raro, sabiendo que tienen las guerreras más fuertes del continente.
—Discúlpelo alteza imperial, es de los nuevos, Oriol no...—intentó una guardia.
—No te preocupes, no me conoce y no hay forma de que me reconozca tampoco.
La mujer suspiró, pero en ese entonces se escuchó.
—¡Atención! ¡Su Majestad el emperador de Escoldar!
—Reconocería esa tormenta gris en donde sea, la misma mirada de tu padre.
—Majestad.
—Haz llegado justo a tiempo.
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