Mientras estaban en los aposentos de Weilar preparándose para el banquete, alguien llama a la puerta.
—Adelante.
Una joven de cabello rubio entra a la habitación con una inmensa sonrisa y luego de hacer una reverencia dice. —Saludos a la princesa Heredera Weilar. Me presento después de tanto tiempo, Princesa Daphne de Escoldar. Querida prima, es un placer volver a verte.
—El placer es todo mío—dijo haciendo una reverencia. —pero... ¿podrías explicarme lo de princesa heredera?
—¡Por supuesto que sí! Lo acabo de escuchar del abuelo emperador y mi padre, estaban hablando acerca de que tu madre abdicó a tu favor en la sucesión del trono y padre está de acuerdo. Pero por lo que veo tu no estabas enterada aún. De todos modos, es un secreto de estado hasta que tengas la mayoría de edad o le pase algo al abuelo, Dios quiera que no.
—Escuchando a hurtadillas por supuesto. Supongo que planeaba decírmelo después.
—Ups.
Una carcajada salió de la muchacha y le contestó a su prima—no te preocupes, tarde o temprano me iba a enterar.
—Está bien, ahora es hora de ir al banquete, también habrá un baile. Como ya lo esperabas me imagino.
—Por supuesto, ya estoy lista de todos modos. Así que andando.
Mientras salen de la habitación se encuentran con Oriol, Dídac y los escoltas de su prima, quienes las acompañan al salón.
—¿Entramos juntas, prima?
—Claro Daph
—¡Qué bien! Le diré a Matt que nos anuncie—Rápidamente el escolta llamado Matt fue a avisar de la llegada de las princesas y estas fueron anunciadas.
—¡ATENCIÓN! Sus Altezas imperiales la princesa Weilar de Prestia y Escoldar y la princesa Daphne de Escoldar.
Todo se silenció y los presentes hicieron una reverencia ante las recién llegadas. A medida que pasaban todos buscaban la forma de acercarse y saludarlas, unos con buenas intenciones y otros codiciando una gota de poder, una forma de escalar en la alta sociedad y no quedar en las penumbras de esta, porque, aunque no lo parezca, la nobleza era un constante campo de batalla, donde sólo los más inteligentes y poderosos, aquellos con conexiones sobreviven.
—Esto es agotador, aun no llega el emperador con la emperatriz y ya estoy cansada, debemos recibir a todos hasta que llegue al menos mi padre.
—Ten paciencia Daph.
—¡ATENCIÓN! Su Excelencia el duque de Prya, Alistair de Escoldar.
—Justo a tiempo padre. —dijo bajo para que nadie más que su prima escuche.
El duque, al igual que su hermana mayor Erency, era pelirrojo de cabello largo y ojos azules, era alto y bien visto, compartían rasgos similares en su cara.
Mientras este saludaba, la atención se disipó un poco de ellas y por fin pudieron respirar, no podían dejar que un par de niñas de 13 y 12 años estuvieran tranquilas en una velada como esta.
—¡ATENCIÓN! SUS MAJESTADES EL EMPERADOR Y LA EMPERATRIZ DE ESCOLDAR
Mientras estos hacían sus entradas todos guardaron silencio e hicieron una reverencia, luego los emperadores se acercaron a sus correspondientes tronos y tomaron asiento, en eso el duque de Prya apareció junto a las jóvenes.
—Señoritas, lamento la interrupción, pero debemos saludar a los emperadores.
—Por supuesto tío.
La gente juzgaba absolutamente todo a su paso, y las jóvenes princesas no fueron la excepción.
—Sus Majestades. —dijeron el trío al unísono haciendo una reverencia.
—Levántense, levántense. Mi hijo y mis queridas nietas, tan hermosas como siempre, ¿no es así, mi cielo?
—Por supuesto cariño, brillan con una belleza única.
—No tanto como usted, querida emperatriz. —respondió Daphne.
—Cariño, vamos a saludar a un par de conocidos, Alistair, ¿nos escoltas?
—Por supuesto, madre.
—Vamos, vamos.
Tras decir eso, los tres partieron rumbo a la gran multitud que estaba esperando poder saludar a sus monarcas.
—Weilar, cariño.
—Sí, su majestad.
—Acompáñame, tengo a alguien que presentarte.
Los presentes les abrieron paso hasta que llegaron a una familia que estaba conversando.
—James, Elena, siempre es un placer verlos.
—Es un honor poder saludar al gran sol de nuestro imperio y poder conocer al pequeño sol, soy James el duque de Crames, mi esposa la duquesa Elena y estos son nuestros hijos Farah y Leah.
—Es un placer conocerlos, soy la princesa Weilar de Prestia y Escoldar y parece que tenemos la misma edad.
—Tal parece que Farah y su alteza imperial tienen la misma edad, tiene 13 años y mi hija 11.
—Pueden reunirse por las tardes a la hora del té. —sugirió el emperador.
—Sería fantástico, aun no conozco mucha gente aparte de mi familia.
—Está bien por mí—respondió Farah —será un placer tomar el té con su alteza la princesa.
—Por mí más que bien, es un honor tener la oportunidad de ver una vez más a su alteza imperial. —dijo la joven Leah con una radiante sonrisa.
—Está hecho entonces.
—Los estaré esperando, solo deben mandar una carta cuando quieran venir o simplemente presentarse.
—Está bien, eso haremos, en estos días tendrá noticias de nosotros su alteza imperial.
—Muy bien, cuento con ello.
—Perfecto. Iré a buscar a mi esposa para abrir el baile, dejo a su cuidado a mi pequeño sol.
—No se preocupe su majestad, está en buenas manos.
El emperador sonrió y tomó su ruta donde se encontraba la emperatriz.
Después de un rato mientras sonaba la música de fondo a Farah simplemente le salió un:
—¿Me haría el honor de acompañarme en este baile su alteza imperial?
Sonríe—Por supuesto.
Haciendo una reverencia extiende su mano y espera a que Weilar extienda la suya para luego tomarla y besar el dorso de esta y llevarla al centro del salón donde se encuentra la pista de baile con un grupo de personas bailando junto a los emperadores.
Ya en la pista comenzaron a bailar con varios pares de ojos sobre ellos, pero no les importó en lo más mínimo.