Destruyendo tu Imperio: Herederos (1)

Capítulo 8

—Estoy cansada—dijo Weilar—paremos aquí, los demás también deben estar cansados. Luego montaré a Daker lo que queda de camino.

—Vamos a tener que acampar aquí en el bosque, majestad—le contestó Haidar.

—No seria la primera vez, no tengo problemas, no sé mis primos y mi tía, creo que debo preguntarles.

—Está bien.—dio dos golpes en el carruaje y dijo—acampamos aquí por orden de la emperatriz—Weilar se rió y Haidar la miró con una sonrisa—aún no se acostumbra ¿verdad?

—Te dije no me trataras de usted cuando estamos solos.—lo miró con represalia.

—Sí, es verdad, supongo que ninguno de los dos se acostumbra.—rieron y Haidar abrió la puerta y bajó para ayudarla a bajar también.

—Es un buen lugar, es definitivo, nos quedamos aquí esta noche. Oriol.—Llamó al caballero.

Oriol, quien se había acercado con Dídac, tan pronto bajaron hizo una reverencia—Sí Majestad.

—Haz las preparaciones necesarias, Dídac, debes consultar a mi tía y primos si prefieren quedarse aquí o seguir al pueblo, no debe estar muy lejos de todas formas, pero todos están cansados y hambrientos.

Ambos hicieron una reverencia, dijeron—Entendido, majestad.—y se fueron a realizar sus tareas.

El bosque era denso pero había un lugar para poder instalarse, lo cual era bueno. Luego de un rato las carpas estaban instaladas y el fuego prendido, con los caballeros preparando la comida, no mucho después se encontraban todos sentados o parados alrededor del fuego comiendo, mientras charlaban de forma amena. Todos disfrutaban de la noche, que pasaba sin más complicaciones, solo entonces Weilar se dio cuenta de que la estaban mirando en las lejanías, por lo que decidió echar un vistazo, dejando a Dídac y Oriol atrás y con Haidar mirando cada uno de sus movimientos.

Se levantó de su sitio y caminó hasta introducirse en el bosque, mientras más caminaba, sentía que había más de una mirada que la acechaba, ya se había adentrado bien a las profundidades del bosque cuando decidió que tal vez no fue la idea más inteligente y se dio vuelta para regresar, pero de pronto, sintió una sensación familiar ante la aparición de una persona o más tras su espalda.

—Su Majestad.—se escuchó de repente, algo desconcertada decidió darse la vuelta y lo que vio le impactó. Un grupo de personas vestidas de negro y encapuchadas con espadas y flechas, estaban postrados delante suyo con la cabeza baja en señal de respeto.

—¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? y lo más importante, ¿Qué quieren de mi?—preguntó con recelo.

—No sé preocupe mi señora, no venimos con malas intenciones.—habló el que estaba al frente y quien parecía el líder del grupo.

—Ah—un suspiro y unos pasos se escucharon detrás de ella—, veo que ya los conociste, permíteme presentarlos de manera oficial. Ellos son los caballeros de las sombras, tus sombras, ojos y cualquier cosa que necesites. Ellos han estado al mando a través de la oscuridad por todos los emperadores y emperatrices que han gobernado en el imperio de Ohr, y ahora la seguirán a usted, majestad.

—Haidar...—lo miró con ojos entrecerrados.

—Lo sé, lo sé, mucho que procesar. Ellos estarán siempre cuidándote desde las sombras y estarán presentes cada que los llames a través del cuervo si no estas cerca o por su nombre simplemente.

—¿Cuál es tu nombre?

—Raiden, su majestad.—respondió el que habló la primera vez.—Le serviremos con nuestras vidas de ser necesario.

—Esperemos que no, confiaré plenamente en ustedes y en sus habilidades.

—Estamos encantados de servirle, mi señora.

—Larga vida a Su Majestad la Emperatriz.—dijeron todos a coro.

Haidar hizo una media sonrisa y dijo—volvamos, ya es tarde y hay que descansar, queda un largo camino por delante.

Weilar suspiró—Bien, volvamos.

El camino de regreso fue en silenció, Haidar le dio su espacio para que esta pudiera procesar lo ocurrido minutos atrás. Al regresar Oriol la miró intensamente y luego se acercó para decirle que su carpa estaba lista. Todos fueron a dormir de igual forma, pues tuvieron que levantarse temprano para desayunar y seguir el viaje. El cual duró una semana más, de las dos que llevaban.

Ya estaban llegando, Weilar iba cabalgando, pues se había cansado de ir sentada en su carruaje, ya se había cambiado a un traje que consistía en unos pantalones ajustados blancos, una camisa blanca con un chaleco, un saco largo y unas botas todo color negro, una capa roja, y por último una corona de oro y rubíes. Haidar, Oriol, Dídac y Farah, luego iban Daniel, Daphne también a caballo y los duques en el carruaje. Todos los caballeros estaban bien posicionados a sus alrededores en caso de que pasara algún imprevisto.

Llegaron sin problema alguno y desde la entrada se veía una multitud de gente que los esperaba en la ciudad capital, todos estaban emocionados, puesto que una nueva emperatriz pisaba sus tierras después de una larga temporada. Los rostros de las personas mostraban sonrisas de felicidad pura y otros, lágrimas de alegría. Por cada tramo que avanzaban, los gritos de las multitudes parecían hacerse más fuertes. Weilar miraba todo atónita, estaba impactada por el efecto generado sobre estas personas que ponían toda su fe sobre ella, y si antes estaba sobrecargada, ahora el peso parecía el doble. No sería el único imperio bajo su mando, y eso a ratos parecía abrumarla, pero se decía a sí misma que había nacido para esto y no podía dejarse vencer por sus propios pensamientos, si bien tenía enemigos, el peor siempre sería su mente.

—Esto es increíble ¿no?—Dijo Daphne a su lado, quien se había adelantado junto con su hermano.

—Sí, estoy... ni siquiera se como describirlo—dijo saludando a la gente que gritaba más fuerte cuando esta les sonreía y saludaba.

—Ya siento las vacaciones de mis deberes de príncipe.—suspiró y sonrió Daniel.

—Ni lo sueñes, harás tu parte como príncipe de este imperio y harás tus tareas mientras estudias.




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