Con la coronación a la vuelta de la esquina, guerras soplándoles la nuca, y el nombramiento a princesa regente, todo estaba alborotado, el ambiente estaba cargado y todos estaban estresados, el único que parecía en su propio mundo era Farah, quien estaba investigando felizmente sobre plantas nuevas y nueva medicina, él era feliz y eso Weilar lo sabía y por eso cuando quería descansar, iba a visitar al nombrado y él la recibía contento.
—¿Disfrutas de estar aquí?—Preguntó Weilar, que si bien lo veía contento, no sabía con certeza sus verdaderos sentimientos.
—Sí, aunque... debo admitir... que disfruto más cuando estoy en su compañía, su majestad.—le respondió con una media sonrisa.
Ella rio—Vaya... es bueno saberlo, porque voy a necesitar tu presencia... en las fiestas de té que debo hacer con los nobles de Ohr después de la coronación.
—Más que encantado de acompañarla—dijo haciendo una reverencia—. No está sudada y está con su vestimenta de entrenamiento, así que asumo que verás a Oriol, ¿Me equivoco?
—En absoluto, allí me dirigía, pero quise visitarte antes de ir, también deberías ir a entrenar con Oriol y tomar aire.
—Oriol... él...
Weilar inclinó la cabeza a un lado—¿Qué con él?
—¿No se da cuenta?
Sonrió—¿De qué?
Sonrió y negó—Nada, lo haré si me lo pides.
Soltó una carcajada—Bien, debo irme, nos vemos al rato.
Hizo una reverencia y su cabello platinado casi grisáceo, se revolvió y también lo hizo el estomago de Weilar —Nos vemos, su majestad.
Tragó saliva—Nos vemos...
Y con eso salió rumbo al campo de entrenamiento con Dídac a su espalda.
—¿Notaste algo anormal en Oriol?
Dídac se puso a la par y le contestó—¿Hay algo que deba notar? Aparte del normal interés que demuestra por usted, ¿Majestad?
—¿Interés?
—¿Aún no lo nota? Pensé que me preguntaba porque por fin lo notó, pero...
Negó—No importa...
Su escolta sonrió—No le dé muchas vueltas, majestad, sabrá que hacer llegado el momento.
Suspiró—¿Eso crees?
—Confío en su sabiduría.
Weilar se rio—Esperemos que estés en lo correcto, o estarás en problemas igual que yo.
Ambos rieron y siguieron su camino. Oriol ya estaba esperando, puliendo su espada en un banco, pero se levantó al verlos llegar.
—Su majestad, es bueno verla, tan esplendida como siempre.
Weilar que aún estaba pensativa, se rio por el cometario—Espero que hoy seas tan bueno con la espada como lo eres con las palabras.
—Espero no decepcionarla, majestad.
Ambos, con espadas en mano, empezaron el combate, con cada choque de estas, atraían la mirada de los caballeros que estaban entrenando, pronto se formó un círculo a su alrededor. Los caballeros vitoreaban, mientras estos seguían enfrascados en su lucha.
—O cada vez se vuelve mejor o yo me estoy quedando atrás, su majestad.
Sonrió—Tal vez ambas.
Le devolvió la sonrisa—Tal vez.
Pasado un rato la emperatriz exclamó—¡Dídac! Ven, combate a dos espadas.
—A sus ordenes.
Una vez los tres estuvieron preparados, comenzaron nuevamente, esta vez, con Weilar usando dos espadas y enfrentándose a ambos muchachos. El combate duró un buen rato y todos se veían entusiasmados de ver a su emperatriz luchando. La lucha duró hasta que se escuchó un rugido y todos se dieron la vuelta para ver a cuatro felinos de gran tamaño acercándose a su dueña con Haidar detrás. Todos dejaron espacio a los animales para que continuaran su camino sin problemas, cuando localizaron a su amo, corrieron rápidamente hacia ella, quien ya había envainado las espadas, y la tumbaron empezando a marcarla con sus grandes cuerpos—Lo siento.—dijo Haidar—pero cuando los saqué a dar una vuelta, inmediatamente vinieron hacia aquí.
—No te preocupes—dijo riendo—, de todos modos ya había terminado—dijo acariciando sus pelajes.
—Su majestad.—dijo Alíc, su asistente, apareciendo detrás de Haidar—Llegó el sastre y la modista, se encuentran con los duques, el príncipe y la princesa. Ya está su baño listo.
La multitud se dispersó al ver que su monarca debía irse y Weilar respondió—Enseguida voy. Oriol, Dídac, vayan a refrescarse, los veo al frente de mis aposentos.
—Si, majestad—respondieron ambos en una reverencia y partieron.
—Bien, vamos.
La joven monarca se levantó del suelo y con sus felinos siguiéndola felices, Haidar y Alíc, se dirigió a darse un buen baño. Cuando salió ya vestida por sus doncellas con unos pantalones ajustados blancos, una camisa negra, más un saco con hombreras doradas sobre sus hombros y su espada colgando de su cintura. Haidar, Alíc, Oriol y Dídac ya la estaban esperando junto a los felinos que descansaban acostados cerca de la puerta del vestidor que tenía una puerta al baño, estos se pararon rápidamente, no sin estirarse antes, listos para seguirla. Rápidamente se dirigieron a la sala donde los estaban esperando. El guardia de la puerta dijo abriendo:—¡Su majestad, la emperatriz esta aquí!
Todos en la sala hicieron una reverencia, para su sorpresa Farah estaba allí también, se escucharon algunos ¡Oh! de parte de los desconocidos que estaban en el interior—Su majestad, que placer estar en su presencia, soy Oscar, a su servicio.—dijo el sastre, quien tembló un poco al ver a los felinos que la acompañaban.
Una nerviosa señora hizo una reverencia—Mi señora, soy Leyla y le hemos traído algunos diseños, si me lo permite, queremos tomar sus medidas para el vestido y traje de coronación.
—Es un placer Oscar y Leyla. Claro, si ya tienen lo que necesitan de mis tíos y primos, sigamos.
Tomaron sus medidas rápidamente, siempre echándole un ojo a los tigres y panteras, le mostraron vestidos y trajes para su día a día, muy pocos se debían ajustar, ya que las medidas eran las correctas, según lo dicho por Alíc.
Rápidamente se pusieron en marcha y dejaron algunas prendas, mientras que las que se debían retocar fueron llevadas al taller. Se marcharon quedando en que volverían con nuevos diseños y los trajes de coronación y deseando internamente que los felinos no la acompañaran ese día.
Quedando solo su familia, sus escoltas de confianza, Haidar, Farah y su asistente, soltó la bomba.