Bitácora de Valbert. Día #1096.
Hoy hace tres años que me convertí oficialmente en desvanecedor y como es de esperarse, no recuerdo a ninguna de las personas que he hecho desaparecer. Esta bitácora es el único registro que queda de ello y nunca lo leo, y aun cuando lo leyera no podría recordar a nadie.
Es curioso que mi tercer aniversario sea también el día que he hecho desaparecer a una persona más, su nombre ya no tiene importancia, pues apenas termine de escribir ya nunca más volverá a ser mencionado.
No puedo evitar pensar en lo efímero que es existir, siempre que termino un nuevo trabajo reflexiono sobre lo fácil que resulta. Este sujeto tenía familia, amigos, un trabajo y en poco tiempo lo ha perdido todo, me he encargado de que todos ellos lo olviden y ahora está vagando sin rumbo en el mundo, quién sabe cuánto tiempo durará así antes de que muera.
Yo no gozo de un mayor grado de existencia que él o que cualquier otro a quien haya eliminado antes, de hecho, apenas y existo un poco más que ellos ahora. Tengo pocos amigos, no tengo más familia y este diario es posiblemente lo único que evita que yo mismo me olvide de mí. No tengo idea de cuántas veces he escrito esto en el pasado. Pero no puedo evitar pensarlo.
Mañana será otro día, un día más para intentar volver a la vida y mantener mi existencia. Por hoy se despide, Valbert the Banisher.
Tras poner el punto final, el joven cerró el pequeño cuaderno negro y lo guardó en uno de sus cajones. Se dirigió al cuarto de baño y comenzó a ducharse mientras intentaba alejar de su mente los pensamientos que recién había escrito. Al salir de la regadera se dirigió a su cama y se recostó con la mirada perdida hasta quedarse dormido.
A la mañana siguiente inició su rutina con algo de pesadumbre, pero tal como había escrito el día anterior ya no recordaba nada de su recién terminado trabajo. Se levantó y se dirigió a su guardarropa, eligió un atuendo formal, algo que generalmente usaba para su trabajo. Se paró frente al espejo y observó su afilado rostro algo pálido, su nariz algo ganchuda, sus ojos pequeños y su cabellera lacia bien recortada y estilizada. Se vistió y salió de su elegante casa en una zona muy cómoda de la ciudad, subió a un elegante auto color plata y condujo hacia el centro de la ciudad.
Valbert trabajaba oficialmente como editor en jefe en la editorial Wings Génesis. Percibía un sueldo que le permitía vivir cómodamente. Pero además de su trabajo oficial, su trabajo como Banisher era mucho más redituable, tenía grandes cantidades de dinero que fácilmente lo harían uno de los hombres más ricos del país.
Al llegar a su oficina comenzó con sus tareas habituales; todo su día transcurría tranquilamente y como de costumbre. Durante el descanso tomó el periódico y comenzó a leer. Ya a la hora de salir revisó su agenda y notó una cita que había registrado hacía algunas semanas atrás, la había olvidado casi por completo. Pero conociendo la naturaleza de su compromiso no se preocupó más y condujo tranquilamente al lugar del encuentro.
Se trataba de un sector urbano muy sencillo de la ciudad, una zona residencial de clase media, tenía un parque donde Valbert pudo ver a un grupo de niños jugar mientras sus madres conversaban tranquilas cerca de ellos.
Finalmente llegó al lugar de la cita, una casa ordinaria con un jardín amplio y muy bien cuidado, en la entrada de la casa había una pequeña terraza donde un hombre mayor leía una novela mientras fumaba una pipa.
El hombre levantó la vista para ver al joven que bajaba del auto que recién se estacionaba frente a su casa y esbozó una tranquila sonrisa.
-Es un gusto verte joven amigo. Veo que la vida te ha tratado bien. –Dijo el hombre a modo de saludo para Valbert.
La voz del anciano era grave y muy tranquila, tenía el cabello totalmente blanco, su rostro redondo y arrugado por la edad reflejaba tranquilidad, no era muy alto y estaba un poco gordo. Usaba un pantalón de tela, zapatos italianos cafés y una camisa blanca holgada, unas pequeñas gafas ovaladas se anteponían a sus ojos claros.
-Bernard, viejo amigo, el gusto es mío. ¿De nuevo leyendo Novo edén?
-Es uno de mis libros favoritos, deberías leerlo algún día.
-Lo consideraré. Ahora ¿Por qué no me invitas a pasar?
-Adelante Valbert, tengo un vino tinto que me encantaría compartir con un amigo.
Ambos entraron. El interior de la casa -Que desde el exterior parecía austera y sencilla- se encontraba llena de elegantes muebles, cuadros originales, estantes llenos de libros valiosos y muchos más ornamentos que seguramente valían una fortuna. Bernard se dirigió a un armario en el que había múltiples botellas de vinos, seleccionó una tras reflexionarlo un momento y se dirigió a la mesa de la estancia con la botella y un par de copas de cristal. Ambos se sentaron en la sala principal y después de llenar las copas comenzaron a conversar tranquilamente.