Valbert entró de nuevo a la casa y encontró a Klaudia aún en la sala contemplando una pintura de San Migue Arcángel que lucía en la pared frente a ella.
-La cena estará lista en un momento, si lo deseas ve a cambiarte por ropa más cómoda.
Klaudia agradeció y se dirigió a su cuarto. Una vez adentro cerró la puerta con llave aún con miedo y pensó que era posible que Valbert tuviera una copia de la llave y sólo le hubiese entregado esa frente a Cristián para guardar las apariencias. Tenía miedo de que aquel hombre intentara entrar mientras ella se duchaba o se cambiaba de ropa, así que colocó uno de los burós contra la puerta para protegerse.
En el interior del cuarto aún se encontraban sus maletas casi por completo intactas, no había aguatado mucho tiempo la curiosidad de unirse a los dos jefes de la empresa editorial Wings Génesis, así que apenas había desempacado unas cuantas cosas.
Tras pensarlo un momento decidió arriesgarse a tomar un baño, así que revisando de nuevo la cerradura de la puerta y colocando el buró para asegurarse de que Valbert no pudiera entrar mientras ella tomaba un baño comenzó a desnudarse, tomó de entre sus maletas aún sin arreglar la ropa que se pondría al salir del baño. Pensó que lo mejor sería usar algo muy discreto ya que no quería provocar a ningún sentimiento equivocado en su anfitrión, así que eligió un pantalón algo holgado, una blusa tipo polo y un suéter color oscuro.
Entró al baño y su paranoia estuvo a punto de hacerla buscar cámaras ocultas, pero decidió refrenar su imaginación.
« Creo que he visto demasiadas películas» -Pensó para sí misma.
El baño de aquél cuarto estaba decorado en forma muy similar a la habitación, con azulejos y muebles de baño en un color verde jade y acabado en madera. Dentro del baño había un pequeño ropero en el que había toallas, batas de baño, jabones, cremas y demás artículos similares. Colocó la ropa que recién se había quitado en un cesto que había dentro del ropero y se dirigió hacia la regadera, abrió las llaves de agua y entró a tomar un baño caliente.
Klaudia se sentía tan cansada por todo el día que bien podía haberse quedado dormida bajo la regadera. Su mente aún seguía muy inquieta respecto a las intenciones que Valbert pudiera tener con ella, la charla que había tenido con Cristián le había generado muchas dudas acerca de su anfitrión. Cristián lo había descrito como una persona noble y buena, pero si la vida le había enseñado algo era que nadie es totalmente bueno y que siempre tras un motivo virtuoso se escondía una razón oculta.
Al salir del baño y arreglarse decidió salir del cuarto a buscar a su anfitrión. Un agradable aroma la condujo hasta la cocina donde vio a Valbert usando un delantal blanco mientras preparaba la cena en la estufa al tiempo que silbaba una tranquila melodía. Esa escena le resultó algo extraña, pues hasta el momento siempre había visto a Valbert con una apariencia muy rígida y austera, pero en ese momento se veía tan tranquilo, tan humano y tan normal que sintió como si todas las dudas y miedos que había sentido por él, fueran la cosa más ridícula del mundo.
-¿Puedo ayudar en algo? -Preguntó ella muy tranquilamente, como esperando no ser oída para seguir contemplando aquella escena que tanto la había sorprendido.
-Muchas gracias, no es necesario, en unos instantes más estará listo todo. Si quieres puedes colocar la mesa, los platos y cubiertos, se encuentran en la alacena a tu derecha. -Respondió Valbert tranquila y fríamente sin siquiera voltear a verla.
Klaudia tomó los platos y los cubiertos y notó que a diferencia de los muebles y adornos, las vajillas no eran tan elegantes como el resto de las cosas de la casa. Colocó los platos y los vasos uno en cada extremo de la mesa del comedor, la cual era no muy grande y como todo lo que había visto hasta ese momento de la casa tenía ese estilo rústico en el que la madera era un elemento infaltable.
Valbert salió de la cocina en ese momento cargando una pequeña cacerola donde ya hacía humeante una aromática pasta bañada en salsa de tomate. Tras colocarla en la mesa trajo un pequeño recipiente más donde había panes recién calentados al vapor y finalmente una botella de vino tinto con dos copas de cristal.
-La cena, está servida. -Dijo sonriendo con orgullo un aire de buen humor.
Klaudia seguía sorprendiéndose cada vez más de lo extraño de su anfitrión, no dejaba de confundirla actuando casi como si se tratara de dos personas diferentes. Una rígida e inexpresiva y otra jovial y agradable.