Desvanecer

12° CAPÍTULO

A la mañana siguiente Valbert se levantó aún de madrugada. Estaba un poco cansado debido a la noche anterior, pero se encontraba firmemente dispuesto a hacerlo. Sus maletas ya estaban arregladas desde la tarde del día anterior, pues estaba casi seguro que Rosa Nelly aceptaría la propuesta de pasar juntos el fin de semana. Se dio un baño rápido y se vistió con ropa adecuada para el viaje: pantalones cómodos, un par de botas igualmente cómodas, camisas de algodón y un chaleco negro de cuello alto. Después de prepararse tomó sus maletas y bajó al primer piso donde dejó su equipaje ya cerca de la puerta, seguidamente se dirigió a la cocina y comenzó a preparar un café que le ayudara a mantenerse despierto durante el camino.

El ruido del inicio de actividad en la cocina despertó a Klaudia quien se apresuró a salir de su habitación, aun usando su pijama que consistía en un pantalón de tela y una camisa holgada. Valbert le había comunicado sus planes a Klaudia la noche anterior ya que la había encontrado aún despierta leyendo, le había dicho que tendría el fin de semana para ella sola y que podía disponer de la casa y la comida a su gusto.

-Buen día Valbert ¿ya estás listo?

Valbert se sorprendió de ver a Klaudia ya despierta, pero también se alegró, pues tenía muchos deseos de despedirse de ella en persona al salir rumbo a Tualatin

-Buen día Klaudia. -Respondió alegremente. - ¿Te desperté? Lo lamento mucho ¿Quieres un café?

-No te apures, la verdad me encantaría un café.

Valbert sirvió una taza extra de café y se sentó a tomarlo con Klaudia. Ambos querían decirse muchas cosas, pero ninguno sabía qué o cómo decirlo, lo único que podían hacer era intercambiar tímidas miradas que decían lo mucho que ambos disfrutaban de estar ahí, sentados juntos.

Cuando llegó la hora de irse, Valbert recogió su equipaje y lo subió a su auto, antes de subir se acercó a Klaudia y le dio un tierno abrazo de despedida que ambos hubieran preferido que fuese un beso.

Klaudia vio cómo el auto plateado se alejaba por la calle aún iluminada por las lámparas del alumbrado público mientras en el horizonte el sol comenzaba a salir. Sentía algo de nostalgia y celos de Rosa Nelly. Tenía miedo de lo que estaba sintiendo por Valbert Vidal ¿Acaso se estaba enamorando de él?

Mientras tanto Rosa Nelly esperaba sentada en la sala de su casa en compañía de Magdalena quien tras haber agotado todos los argumentos habidos y por haber para lograr que Nelly desistiera de ir con Valbert, sólo esperaba que él nunca llegara. Rosa Nelly, por su parte, se había levantado desde muy temprano a preparar sus cosas y estar lista para cuando Valbert llegara a recogerla y no podía apartar la vista del reloj.

Apenas habían dado las seis y media de la mañana cuando se escuchó el auto de Valbert llegar a la casa. Ambas chicas salieron y subieron las cosas de Rosa Nelly al auto, tras una rápida despedida Nelly subió al auto y Magdalena se acercó a hablar con Valbert.

-Escúchame bien, no quiero que lastimes a mi amiga y si te atreves a hacer algo que pueda hacerle daño, lo lamentarás por el resto de tu vida.

-No hace falta que me lo digas Magda y descuida, ella estará bien. -Valbert no tenía intención de escuchar amenazas de Magdalena y decidió confrontarla de una vez por todas. -Deja de tratar a Nelly como una niña, porque no lo es y tú no eres ni su niñera ni su madre. Entiendo que nunca te he agradado, pero ya basta de atacarme siempre y de intentar hacer que mis amigos me odien. No te pido que me quieras, sólo te pido que dejes a los demás tomar sus propias decisiones respecto a mí, ¿Capisci? -El rostro de Magdalena se llenó de una furia incontenible, pero Valbert no le prestó atención y simplemente subió a su auto y comenzó a conducir.

Tualatin estaba a casi cinco horas de camino; durante la primera parte del trayecto, Valbert condujo mientras Rosa Nelly dormía en el asiento y después de casi tres horas de camino Rosa Nelly tomó el volante mientras Valbert descansaba un poco. Esa era la rutina habitual que solían seguir cuando eran novios. Nelly quería comenzar a hacer preguntas acerca de la vida de Valbert, pero sabía que no obtendría respuestas hasta que estuvieran en la cabaña.

Cerca de las once de la mañana llegaron al camino empedrado que se apartaba de la carretera y que conducía a la cabaña de Valbert, la cual se encontraba no muy lejos del pequeño poblado que compartía nombre con el lago.

A orillas del lago estaba la cabaña de Valbert, la cual era una estructura de madera rústica de dos pisos. La puerta de entrada era un enorme ventanal de espejo que dejaba ver desde el interior el panorama del campo frente a la cabaña; en el primer piso había una pequeña cocina, así como un cuarto y un baño completo, al subir las escaleras había una pequeña y cómoda sala con una pequeña colección de libros y una computadora de escritorio, había otro cuarto más grande y una terraza pequeña que ofrecía una hermosa vista al lago.




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