Detectives en verano |amor fúnebre|

CAPÍTULO 3

ISABEL

   Corrí desaforada y me metí en la primer puerta abierta que encontré. Para mi mala suerte era un baño. Un baño muy lujoso; moderno. El gran espejo estaba abarrotado de chicas maquillándose. Compartiendo lápiz de labios, gritando, acomodándose sus hermosas prendas. 

    Limpié las lágrimas que caían por mis mejillas, y cuando se desocupó, me encerré en la separación que había. Me senté en el inodoro, mientras me sentía patética. Rasqué mi nuca, y sentí mi corto cabello. Lloré más aún. Había sido un error, un grave error cortarlo. 

    En el tumulto, una canción famosa comenzó a sonar, y todas corrieron para no perdérsela. Me quedé sola. Salí de detrás del biombo que separaba el inodoro, del lujoso cuarto de baño. Me miré en el espejo. Abrí la canilla, y mojé mi cabello. Lo tiré para atrás. Tenía un estilo mafioso, me gustaba. Mi cara estaba toda marcada del llanto, y alrededor de mis oscuros ojos, se encontraba todo rojo. Mi mandíbula se había perfilado durante el verano. Mi madre había dicho que el corte de pelo me quedaba bonito, pero yo creo que me hacía más fea de lo que aún era. 

   De pronto, una niña de piel tostada y cabello enrulado entró dando un portazo. Pegué un pequeño salto del susto. Era Tania. 

—Perdón...— se disculpó tapándose su boca con sus manos.— No era mi intensión asustarte...— se quedó mirándome fijamente.

—Lo que haces ahora si da miedo...— la miré a través del espejo.

—Es que eres muy bonita. Ojalá pudiera ser tú...— dijo apenada, mientras se sonaba sus dedos. Parecía que no lo hacía consciente. 

—Estás equivocada...— me reí tontamente, y limpié mis lágrimas. 

    Otra persona entró rápidamente al lugar. Tania se colocó a mi lado como un ratón asustado. El dealer, que se sacó la capucha. Mierda... era la niña de las noticias. La chica de los padres narcos... 

—¿Qué haces?— pregunté, como respuesta a mi nerviosismo. 

—Vengo a mear...— dijo ella, elevando sus cejas. Vaya, debe pensar que soy una entrometida. Pero su cabello era de un rubio muy bonito, y sus ojos eran tan verdes como una selva.— ¿Quieren algo? Solo me queda...

—¡NO!— gritó Tania. La miré extrañada.— Perdón. Mi madre es católica, y si se llega a enterar de que alguien me vendió drogas, me matará. 

—Tu madre ni siquiera sabe de tu existencia en este lugar...— le recordé. 

    La chica que vendía las drogas bufó, y se metió detrás del biombo. Tania me hizo una cara... no logré reconocer qué le sucedía. 

—¿Qué sucede?— inquirí, observándola con mi cejo fruncido. Inclinó la cabeza hacia el biombo, dos veces. Y abrió sus ojos.— Sigo sin entender qué...

—Es la chica de las noticias...— dijo entre dientes. 

—No, no soy ella.— se oyó su voz. Tania parecía que se iba a mear del miedo. 

—¿Cómo te llamas?— pregunté, y me apoyé contra una pared. Al salir, pudo observar mi posición. 

—¿Por qué te importa? No soy de su escuela, ni siquiera del pueblo. 

—Curiosidad. Estamos en búsqueda de una amiga...— le sonreí, y me coloqué detrás de ella, mientras se lavaba las manos. 

—¡ESPEREN!— gritó Tania de emoción.— ¿ERES MI AMIGA, ISABEL?

—Bonito nombre.— me dijo la dealer, abriendo sus salvajes ojos, mirándome a través del espejo. 

—¿Puedo tomarme una foto con ustedes? Por favor... son mis primeras amigas. Las primeras que tengo en toda mi vida. 

—¿No tienes ninguna otra amiga?— preguntó, dándose vuelta aquella chica que apareció en el noticiero. 

—No. El resto cree que es extraño que mi madre intente arreglar un matrimonio para mi con un chico pelirrojo para seguir tradiciones...— abrí grandes mis ojos.

—¿Casamiento? ¿Qué, de qué hablas Tania?— pregunté. Sin embargo, era muy tarde. Nos acorraló, y nos dio un abrazo. 

—¿Cómo te llamas chica? ¡Vamos! Dinos. Será nuestro secreto...— habló Tania. 

—Mi nombre es Lucinda.— expresó, y comenzó a dirigirse hacia la puerta. 

—¿Puedo tomarme una foto con ustedes?— imploró Tania. Accedí, sólo para poder salir de ese baño lo más pronto posible, y poder irme a la estúpida casa de mi padre. Lucinda accedió también, se ve que también estaba apurada. Se le notaba. En los ojos. 

    Las tres salimos del baño, y nos tomamos una foto en el pasillo abarrotado de adolescentes. O creo que fue una ráfaga. Tania no era muy hábil con sus manos. Lucinda amagó a irse, mientras con mi nueva amiga del vestido raro veíamos las fotos que nos tomamos. Gritaba de felicidad, y yo simplemente la observaba. Las luces psicodélicas le daban un toque a la foto, nos hacía ver bonitas. Confiadas. La oscuridad tapaba nuestras imperfecciones. Creo que la utilizaré de perfil. 

—¡Oye! Tú...— le grité a Lucinda, antes de que se vaya.— ¿Nos das tu número de teléfono?

    Pero unos gritos de horror no dejaron que Lucinda escuchara. Vi como desaparecía por el mismo pasillo en el que había encontrado a Jackson con Sabrina mientras esquivaba muchas personas. Dobló hacia la izquierda, y su cabello rubio fue lo último que se dejó observar. 

    Tania me tomó del brazo. Se encontraba en un estado de shock. Su labio inferior temblaba, y sus ojos se abrieron desesperados. Parecía como si el aire le faltara. 

     Una gran cantidad de gente se agrupaba en el final de las escaleras. Me acerqué a ver, con mi amiga del brazo. 

—¡MI PRIMA!— vociferó una de las dueñas de casa. No sé realmente cómo es su nombre, sólo se que la llaman "la porrista buena", y tiene una hermana a la cual le dicen "la porrista rara". El ajetreo de los adolescentes saliendo de la casa despavoridos, y luego los murmullos preguntando qué era lo que sucedía. La música se había detenido. 

—Cara Sanders...— susurró Tania en mi oído.— Su hermana la rara se llama Sarah Sanders. Y la prima se llama... Laura. Pero no sé su apellido. 

    Me abrí paso. Abajo... en el piso del salón principal, se encontraba Laura muerta. Tal vez. O estaba desmayada. El charco de sangre que había detrás de su cabeza me hacía pensar que tal vez estaba muerta... 



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En el texto hay: intriga, amor, amor adolescente

Editado: 07.12.2020

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