Detectives en verano |amor fúnebre|

CAPÍTULO 20

ISABEL. 

Desde que llegamos, no pude tener una sensación incómoda. El viento era demasiado fuerte, y la arena latigueaba todo mi cuerpo. La cabaña se encontraba en la playa, frente al mar. El ruido de las olas romper contra la costa era constante, y molesto.

La gente del servicio llevó nuestros bolsos a las habitaciones. Cristina, y Nia corrieron hacia la playa. 

Mientras Marcus y yo nos encontrábamos recostados en un sillón del gran salón. El estilo que predominaba era el rústico. Los colores amarillo, anaranjado, rojo, penetraban mi vista. Muebles hechos de roble. Sofás individuales por los pasillos, y mesas con tableros de ajedrez. 

—¿Juegas ajedrez, Trevor?— pregunté, mientras él cargaba con cuidado una mochila. 

—Oh, no...— sonrió.— Eso es de mi padre. Es un aficionado. Yo prefiero la electrónica.— De su mochila, sacó un aparato. Parecía una consola de videojuegos, portátiles. Como las de mi medio hermano pequeño. 

Luce se perdió entre los pasillos de la enorme casa. Marcus revisaba su celular. 

—No hay señal.— se quejó. 

—¿Cómo?— la desesperación de Trevor se vio plasmada en sus ojos.— No, no, no. Imposible. Pedí el mejor wifi de todos. 

—¿Cuál es el problema?— Luce había entrado por una puerta, por el pasillo de la derecha. Y salió por el pasillo de la izquierda.

—No podré jugar… 

—Puedes jugar al ajedrez.— sugirió Marcus, mientras me hacía señas para que me acerque hacia él. 

—¿Qué? No.

—Oh, vamos. Puede ser divertido.— sugirió Luce. 

—Bien...— refunfuñó como un niño, le tomó la mano a mi amiga, y desaparecieron por el pasillo. 

—Bueno, tórtola.— me habló Marcus.— ¿Qué quieres hacer? ¿Quieres ir allí afuera?— frente a nosotros, se extendía un enorme ventanal. Él señaló el mar, como opción viable a nuestro divertimento. Negué con la cabeza, y me acurruqué entre sus brazos. 

—Quiero aquí. Quedarme aquí. 

—Bien. ¿No te gusta la playa?

—Es algo molesta la arena. —él se rió profundamente. —¿Qué te causa tanta risa?

—Nada. Eres preciosa.

Mi corazón estalló de amor. 

—¿Qué es eso?— pregunté mientras me paraba. 

Un conjunto de personas se había acercado a Cristina, y a Nia con dos policías. 

—¿Qué es qué?— me miró, y siguió el curso de mi mirada.

—No lo sé. 

 

Abrí el ventanal lo más rápido que mi fuerza me lo permitió. Marcus se calzó, y me siguió. Caminamos por un corto muelle, que comenzó a descender en una rampa. La vegetación por los costados no dejaba ver nada. Mis pies tocaron arena, mi paso se aceleró. 

—Espera, Bel...—Marcus recién se estaba recuperando de un grave accidente. No estaba bien que se esforzara demasiado. Podría hacerse mal. No tenía estado físico tampoco. Pero mi mente se nubló. 

 

Al llegar me abrí camino entre las personas que atosigaban a mis amigas. 

—Deben retirarse del lugar. Ambas.— habló un policía. 

—¿Qué sucede, Nia?— inquirí, mientras ellas no sabían qué hacer. 

—Tenemos que retirarnos. 

—¿Por qué?

Marcus llegó unos segundos después. 

—¿Por qué crees?— Nia se oía fastidiada. 

—Deben irse. O perturbaran a mi hija.— la voz de un hombre se oyó desde la lejanía. Un coro lo acompañó, diciendo que se alejen de sus hijos. Que no las querían aquí. 

—¿En serio?— la voz de Marcus se oyó tan indignada que me llevé una sorpresa. Lo tomé de las manos.— ¿En qué siglo viven?

—Ya vámonos, Nia.— Cristina susurraba en su oído. 

—Ésto no es correcto.— hablé. — No es justo. No son dueños de la playa. Es pública. Puede estar quién quiera. 

—Ya váyanse...— una mujer sin dar la cara, gritó. 

 

Nia se abrió paso entre la multitud dando manotazos. Cristina intentaba pararla. Marcus negaba con su cabeza sorprendido, mientras en mi cabeza sólo daba vueltas una manera de como vengarme de todas aquellas personas. 

Volvimos a la cabaña. Nia aún continuaba sin decir palabra, y todos sus movimientos eran agresivos. Nunca la había visto tan enojada. 

—Ya pasará...— Cristina la intentaba abrazar por detrás. 

LUCE. 

Ambos nos mirábamos Habíamos colocado las piezas en el tablero. Pero realmente no sabíamos cómo jugar. Por eso, comenzamos a hacer una historia de amor. Donde una guerrera alfil se había enamorado de uno de sus contrincantes. Y los reyes de ambos países enemistados, se aliaron para destruir su amor. Porque el amor jamás debía triunfar entre enemigos. 

Las risas no tardaron en llegar. Y pude hacer que Trevor se olvide por completo de sus videojuegos. Por suerte, ya no se encontraba ofuscado. Oírlo reír me hacía enamorarme cada vez más. 

—¿Quiéres ir a dar un paseo? Hay un lugar con maquinitas para jugar en el centro.— habló. 

—Bueno...— sonreí.— Está bien. 

Los dos nos escabullimos de la casa. 

ISABEL. 

Luego de intentar hablar con Tania, ya al ver que era imposible, me fui a recostar a lo que sería mi cama por unos días. Marcus me dijo que iría a la playa un rato. 

LUCE. 

Dando vueltas por el pequeño pueblo, me di cuenta lo bello que podría ser todo cuando la persona correcta está a tu lado, en el momento correcto. Me gustaría sentirme así para siempre.

Hicimos unas compras pequeñas. Lo necesario para cocinar una cena. Y muchos dulces, porque amo los dulces. ¿Se imaginan lo cool que es amar comer, y que la persona que amas, ame cocinar? Oh Dios, seas bendito. 

Todos parecían conocerlo. Parecía que eran como una gran familia. Se sorprendían al verlo tan alto. Tan “hombre”. Las señoras le pedían que se agachara, y que les dejaran jugar con sus cachetes. Era realmente dulce verlo en situación. 

Pero una sombra me distrajo de mi apogeo. Creí ver a Luke detrás de una columna. Seguro era una mala pasada de mi mente intentando sabotear mi hermoso momento. 



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En el texto hay: intriga, amor, amor adolescente

Editado: 07.12.2020

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