Detrás de Cámaras

Capítulo 33. Cayendo en la trampa.

Meredith.

Al bajar del taxi, no pude evitar sentir un escalofrió en mi cuerpo. Caminó con determinación hacia la puerta, abriéndola con cuidado, tratando de no hacer mucho ruido. Todo se encuentra vacío y a oscuras, no se escucha absolutamente nada, como si estuviera vacía.

Vagamente, comienzo a repasar todos los buenos momentos que pasé aquí, cosa que hace que mi corazón se encoja un poco. Revisé toda la planta baja, pero no logré encontrar nada, así que decidí ir a la planta alta. Cuando estaba por terminar de subir las escaleras, unos leves murmullos llamaron mi atención, así que me dirijo hacia el sonido.

Viene de uno de los cuartos de huéspedes, así que me cuelo al otro lado. Cada habitación tiene una puerta que conecta a la otra, para así, pasar de un cuarto al otro, sin necesidad de usar el pasillo. No tengo idea de porque lo hicieron así, pero gracias a eso, puedo espiar por la puerta, para ver y oír todo con claridad.

–Entonces, ¿ya vas a decirnos donde está la niña? –preguntó una voz masculina, fijándome en uno de los guardaespaldas de Jim Shi, ese que siempre la acompañaba.

–¿Qué te hace creer que voy a decirte algo? –preguntó Anya con curiosidad, sin la mordaza en su boca, parece que se la han quitado.

–Porque estoy cansado y harto de tu silencio. Si no comienzas a hablar, voy a ponerme rudo contigo.

–No, amigo. La única persona que se va a poner ruda, voy a ser yo. No creas que olvidé la manera tan brusca de tratarme, y como a pesar de mi advertencia, tiraste de mi cabello. Nadie toca mi cabello y se queda sin castigo –amenazó Anya, mirándolo de manera fría.

–Hazle caso, niña, no quieres que se ponga rudo –le aconsejó el otro guardaespaldas, los únicos que, al parecer, estaban aquí.

–Tú te callas, que, si a él le voy a romper las malditas piernas por mi cabello, a ti te voy a destrozar la entrepierna, por hacerme caer y darme una bofetada, sin olvidar, que me hiciste abrirme la ceja –lo silenció Anya con rudeza.

El primer guardaespaldas pareció desesperarse, porque camino hacia Anya, le dio una bofetada y luego, la tomó del cabello, jalándola hacia atrás, para que lo mirará a los ojos.

–Ultima oportunidad, niña. Tómalo, o déjalo –le advirtió.

–Vete a la mierda, jodido imbécil. Estas putamente muerto –siseó Anya, sin miedo en sus ojos.

–Me cansé –murmuró el hombre, soltando su cabello –. La voy a hacer hablar de una vez por todas –dijo, saliendo de la habitación.

El otro hombre miró por unos segundos a Anya, para luego, ir detrás del otro, creo que, tratando de llamarlo, no lo sé bien. Aproveché el momento para entrar a la habitación, llamando la atención de Anya.

–Meredith, ¿qué carajo haces aquí? –susurró, lo suficientemente alto para que la escuchará.

–Vine por ti y Rosie –respondí, desatándola de las manos.

–Si sabes que es una trampa, ¿verdad? Nos usan para traerte aquí, y caíste redondita en la trampa.

–Tranquila, ya he avisado a los demás.

–¿Con todo y dirección? –preguntó dudada, paralizándome.

–Demonios, olvidé ese detalle. Salí tan rápido, que se me olvidó, sólo les dije que estaría en la cabaña, pero no donde quedaba, además, mi celular se murió.

–Bueno, al menos dejaste pistas –murmuró, mientras terminé de desatar sus manos –. Gracias, comenzaba a cansarme.

–De nada –respondí, yendo a sus pies, para desatarlos.

Cuando lo hice e iba a levantarse, unos murmullos llamaron nuestra atención. Parece que los guardaespaldas están regresando.

–Ve y escóndete –ordenó Anya.

–Pero…

–Hazlo –volvió a ordenar, sentándose de nuevo en la silla.

Corrí rápidamente a la otra habitación, ocultándome en la puerta, mientras Anya enredaba sus manos en la cuerda, simulando que seguía atada. Los hombres entraron a la habitación, y el primero que vi, llevaba una especie de maleta en sus manos.

–¿Sabes? No quería llegar a esto, pero no me dejas otra opción –dijo él, colocando la maleta en una mesa, sacando una navaja de ella.

–Mentira. Esperaste a tener una excusa válida para usar tu patética maleta –lo contrarió Anya, haciendo que sonriera.

–Eres una chica lista… Lástima que eso no va a ayudarte a salir de aquí.

–Al contrario, es gracias a mi inteligencia, que voy a patearte el culo –aseguró Anya, viéndolo acercarse con la navaja.

Quería hacer algo para evitar ese momento, no sabía cómo Anya lograría escapar de semejante situación, así que, por culpa de mis nervios, empujé una silla que estaba a mi lado, causando que el ruido llamará su atención.

–Demonios… –susurré.

–¿Qué fue ese ruido? –cuestionó la voz del otro hombre.

Me asomé por la rendija, viendo que se dirigía hacia donde estaba. Antes de que alguien dijera otra cosa, Anya se abalanzó hacia el hombre de la navaja, tomando la silla y estrellándola contra él, haciendo que soltará el arma y cayera al suelo, desorientado por el golpe. Eso llamó la atención del otro hombre, que giró a verla.




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