Detrás de la máscara

CAPÍTULO V

CAPÍTULO V

El día pasó más lento que nunca. Intenté evitar a Marien toda la mañana, pero sabía que tarde o temprano tendría que hacer frente a sus preguntas incesantes.

No sabía cuántas veces había pasado el trapo a las mesas más alejadas de la barra para parecer ocupada hasta que oí un carraspeó a mi espalda. No me giré. Ya sabía quién era.

—¿Podemos hablar ahora? — la miré por encima de mi hombre. Estaba con los brazos cruzados y dando golpecitos continuos con la punta de su pie contra el suelo.

Respiré hondo y le eché un vistazo al local. Tan solo quedaban un par de clientes y no parecían tardar en marcharse. Ella ya había acabado su turno hacía una media hora, pero se quedó esperando el momento para hablar conmigo.

Francamente, no quería hablar con nadie. No quería que me tratara como una loca como hicieron los dos comisarios y sabía que era exactamente lo que haría. Intentaría convencerme de que era una pesadilla. Todo apuntaba a eso.

—Marien…— cerré los ojos y me apoyé en la mesa dejando el trapo sobre ella.

—Kate— puso su mano sobre mi hombro y me obligué a mirarla. Sus ojos me miraban con preocupación—. ¿Qué te ocurre? Y no me digas que no te pasa nada porque no te creo.

Cogí aire y lo expulsé.

—Anoche pasó algo— ella me miró esperando que dijera algo más pero no lo hice.

—¿Qué pasó? — suspiré.

—Marien, es algo que… que no puedo contarte aquí— bajé la mirada a mis manos que jugaban incesantemente.

—Bien. Esperaré a que decidas irte a casa y me iré contigo— se sentó cruzándose de brazos y volteé los ojos. Asentí—. Así de paso veo tu nuevo piso, ya que no has tenido la decencia de invitarme— la miré un poco ofendida.

—Quería ordenar todas mis cosas antes de invitarte, Marien. Por favor, ahora no tengo ganas de discutir— ella asintió mordiéndose el labio.

—Chicas, me voy que tengo clase— Zack se despidió de nosotras con un beso en la mejilla a cada una.

—Nos vemos mañana— le dediqué una leve sonrisa para que no sospechara, pero creo que lo hizo aún más.

—¿Pasa algo? — preguntó alternando su mirada entre Marien y yo. Ella negó con la cabeza y la imité.

—No. ¿Qué iba a pasar? — quise parecer lo más natural y despreocupada posible, pero, a pesar de que no lo conseguí, Zack lo pasó por alto.

—Está bien. Tengo que irme— colgó su mochila en su hombro y se fue después de dedicarnos una mirada de suspicacia a cada una.

—Cuando lleguen Amanda y Alice nos vamos— le dije al oír la puerta cerrarse. No contestó, pero de reojo vi como asentía con la cabeza.

No tardaron en llegar. Primero Amanda y después Alice. Sentía la mirada de Marien sobre mí en todo momento, como si temiera que saliera de la cafetería pitando. No la culpaba. Ganas no me faltaban.

Fui a los vestuarios a quitarme el delantal, coger mi bolso y mi chaqueta y salí encontrándome con Marien delante de la puerta esperándome. En cuanto llegue a su lado, se giró y salió del local.

—Siento lo que te dije antes— se disculpó poco después de emprender el camino hacia mi casa y me encogí de hombros.

—No te preocupes— solté todo el aire que tenía retenido—. Siento haber estado un poco insoportable hoy, pero cuando te diga lo que pasó anoche lo entenderás.

—Dios, estoy que me muero de la curiosidad, Kate— negué con la cabeza.

—No quería preocuparte con esto y sé que me vas a decir que estoy loca, pero te digo de antemano que fue real— me miró con cara de no entender nada y chasqueé la lengua.

Nos quedamos en silencio. Las calles estaban desiertas y lo único que se oía eran nuestros pasos acompasados. Cuando llegamos delante de mi portal, comencé a ponerme nerviosa. No quería entrar en mi casa. Tenía miedo de entrar y encontrarme a ese enmascarado ahí, esperándome.

Subimos en ascensor. Conocía a Marien y cuanto menos esfuerzo físico hiciera, más feliz sería y, a pesar del poco deporte que hacía tenía un cuerpo de escándalo.

—Es aquí— me detuve enfrente de mi puerta con las llaves en la mano intentando acertar con la cerradura, pero no lo conseguía. Las manos me temblaban demasiado como para meter la llave en su sitio.

—Anda, dame— me quitó las llaves y abrió la puerta en menos de un segundo. Ella fue la primera en entrar y por un segundo estuve a punto de impedírselo.

¿Y si ese hombre seguía ahí y le hacía daño?

No, no creía que eso sucediera. O al menos eso esperaba.

La seguí al interior de mi apartamento y cerré la puerta. Ella estaba paseándose por el salón y echándole un vistazo al comedor y a la cocina que se veían a la perfección desde ahí porque no había ninguna pared o puerta que los separase.



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En el texto hay: amor, pesadillas

Editado: 17.04.2018

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