Detrás de la máscara

CAPÍTULO XVI

CAPÍTULO XVI

—Tardarán alrededor de treinta minutos en traerla— me avisó mientras dejaba el teléfono dónde estaba y se sentó a la par mía—. ¿Cómo te va con el psicólogo? — me preguntó visiblemente interesado y me removí en el asiento. No le había dicho que lo había dejado.

—Bueno, la verdad es que no he vuelto— me encogí de hombros. No quería mentirle. Una relación, aunque fuera de amistad, no podía sostenerse a base de mentiras. Él me miró intrigado con el ceño fruncido.

—¿Por qué? — su mirada verdosa era tan intensa que me estremecí por un momento e hizo que apartara mis ojos cansados de él.

—Porque ya no tengo pesadillas— dije como si fuera obvio y vi por el rabillo del ojo como negaba con la cabeza.

—Eso no tiene nada que ver, Kate. No puedes dejar las sesiones, así como así y apuesto lo que sea a que tu psicólogo te ha dicho lo mismo— no contesté porque no quería decirte toda la verdad y tampoco quería engañarle—. Kate— llamó mi atención y le volví a mirar—. Te voy a hacer una pregunta y espero que seas totalmente sincera conmigo— cogió mi mano derecha entre las suyas y un escalofrío recorrió mi espina dorsal al sentir su calidez contrastada con mis manos heladas—. ¿Es cierto que ya no tienes pesadillas o solo lo dices para que no nos preocupemos por ti? — tragué saliva ante su pregunta.

—Es verdad. Llevo desde el domingo sin pesadillas— le sonreí de manera tranquilizadora y él frunció el ceño.

—No sé, Kate— soltó mis manos haciendo que el frío las envolviera mientras negaba con la cabeza—. Últimamente no pareces tú. Estás apagada y ese brillo que tenían tus ojos ya no está. Estoy preocupado por ti y siento que hay algo que me estás ocultando.

Otro. Ya me estaba cansando que todo el mundo se preocupara por mí.

—Pues no te preocupes tanto porque estoy bien— le espeté soltando un bufido de cansancio y sentí su mirada sorprendida sobre mí. Mierda. Lo último que quería era hablarle mal. Se suponía que quería acercarme a él, no alejarle de mí—. Oye, Derek…— suavicé mi voz y solo esperaba que no hiciera lo mismo que Marien, aunque a él no le había tratado como a ella, gracias a Dios. Él simplemente se quedó callado, mirándome con el ceño levemente fruncido esperando que dijera algo—, lo siento. No quería hablarte así. Solo que…

—A eso me refería— me interrumpió y le miré sin entender—. Sé que apenas nos conocemos y créeme que quiero hacerlo a fondo— oh, bien. Vamos muy bien—, pero ya sé suficientes cosas sobre ti como para darme cuenta de que tú no le hablarías así a alguien y menos si sabes que lo único que hace es preocuparse por ti, por tu salud y por tu felicidad. Y por lo que estoy viendo, no estás bien y no eres feliz. Por mucho que digas que esas pesadillas que tenías han desaparecido, yo me lo sigo sin creer. O bien siguen jodiéndote cada noche, o bien te ocurre algo distinto.

—Derek, no me pasa nada— él soltó un suspiro que parecía de rendición y me dolía en cierto modo mentirle. Pero tampoco era nada del otro mundo. Lo único que le ocultaba era que para evitar tener pesadillas era no dormir.

—Sé que no puedo exigirte que me lo cuentes porque nos conocemos desde hace apenas dos semanas y por mucho que me gustaría saber que pasa por tu cabeza y conocerte más, no puedo pedirte eso— continuó y me emocionó sus ganas de conocerme. Me sorprendió lo mucho que le importaba mi bienestar y me encantaba todo lo que estaba diciendo. Tanto, que temía no controlarme—. No puedo pedirte algo que tú no quieres hacer. Te doy el tiempo que necesitas para que me cojas suficiente confianza para que me abras tu corazón, tus pensamientos… Pero me temo que por mucha confianza que me tengas seguirás sin decirme nada para no preocuparme. ¿O me equivoco? — tragué saliva.

—Escúchame— él me miró con curiosidad. Supuse que pensaba que le contaría lo que me ocurría, y tenía razón. Se lo iba a contar—. Ya no tengo pesadillas— él puso los ojos en blanco y antes de que abriera la boca continué—: pero porque ya no duermo— eso último lo dije en voz baja. No pensé que me avergonzaría tanto confesarle eso a alguien. Bueno, no a alguien cualquiera. A Edgar no me importó en absoluto, pero a Derek… Con él todo es distinto.

—¿Cómo dices? — me miró con curiosidad entrecerrando sus ojos.

—Lo has oído perfectamente— miré hacia otro lado para no dar con sus dos bosques profundos.

—A ver si lo entiendo— se acomodó en el sofá para mirarme con detenimiento y me obligué a mí misma a mirarle, más que nada por educación—. ¿Has dejado de dormir para no tener pesadillas? — asentí lentamente bajando la cabeza. De verdad, que no podía pasar más vergüenza—. ¿Te das cuenta de la locura que estás haciendo? — elevó la voz y me sorprendí, pero conseguí evitar dar un respingo en el sofá. Entiendo su punto de vista. Lo entiendo porque yo pensaba igual que él cuando Cass me contaba todas las noches que intentaba no dormir para no tener pesadillas. Solo que ella no llegó a pasar ni una noche en vela, que yo supiera.



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En el texto hay: amor, pesadillas

Editado: 17.04.2018

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