Detrás de la máscara

CAPÍTULO XVIII

CAPÍTULO XVIII

—¿Estás ya? — tocó la puerta de mi habitación por enésima vez.

—No. No sé qué ponerme— le grité mientras miraba mi armario con confusión.

—Ya te lo he dicho. Algo corto, sexy y…

—No pienso ponerme nada con esa descripción— le advertí.

—Anda, déjame ver— abrió la puerta y me empujó levemente para tener total acceso a mi armario. Menos mal que llevaba una bata por encima de la ropa interior porque si no me moriría de la vergüenza allí mismo.

—¡Zack! No puedes entrar así. ¿Y si hubiera estado desnuda? — vi como sonreía de lado y se encogió de hombros.

—Pues eso que me llevo— dijo sin apartar los ojos del armario y yo abrí los míos tanto que creí que se me saldrían de las órbitas.

—Sinvergüenza— murmuré esperando su risa y así fue. Resonó por toda la casa mientras sacaba algo del armario.

—Toma. Ponte esto— me tiró las prendas a la cara sin darme tiempo a cogerlas al vuelo y salió de allí cerrando la puerta tras sí. Ni siquiera había esperado a ver mi reacción o mi comentario acerca de lo poco que me gustaba eso, pero para nada. Ni siquiera sabía que tenía eso.

Era un vestido negro, que llegaba hasta la mitad de mis muslos, sin mucho escote, pero sí una hilera de pequeñas piedrecitas en el cuello del vestido, con mangas hasta el codo. Era bastante bonito y con el cinturón de pedrería que se ajustaba a la perfección a mi pequeña cintura que había sacado Zack sin darme cuenta quedaba perfecto.

Hacía tanto tiempo que no me arreglaba que ya no sabía ni cómo iba eso. El vestido me quedaba espectacular y con unos zapatos plateados más aún.

Salí de la habitación encontrándome con Zack apoyado en la pared mirando su móvil fijamente. Ni siquiera se había percatado de que había salido por lo que entré en el baño para maquillarme. No tardé demasiado pero aun así estaba increíble. Apenas me reconocía.

En ese momento me di cuenta de que debería comenzar a ser como antes. Cómo hacía más de un año. Casi nunca salía de casa sin arreglarme bien, al menos un poco de base para tapar las imperfecciones. Solía ponerme más vestidos, faldas y ropa que marcara bien mi cuerpo. Tacones. Prácticamente nunca usaba deportivas, pero ahora no las soltaba. Me veía tan bien en el espejo en ese momento, con ese vestido que eché de menos a la antigua Kate. Francamente, no me había percatado del cambio que había pegado desde la muerte de mi familia, aunque tanto Marien como Zack me lo dijeron más de una vez, pero al ver que no reaccionaba, lo dejaron pasar.

Al salir, no vi a Zack por ningún lado.

—¿Zack? — me asomé al comedor, pero no estaba y tampoco contestaba—. ¿Zack? — nada.

Cuando saqué el móvil del bolso para llamarme, un ruido desde mi habitación llamo mi atención. Y no era un ruido que no hubiera escuchado jamás. Era un sonido que reconocía a la perfección. Siempre lo escuchaba cuando estaba sola y el enmascarado iba a aparecer. Mi respiración comenzó a agitarse, pero me tranquilicé pensando que quizá Zack estuviera ahí haciendo el tonto.

—Venga, Zack. ¿No tenías tanta prisa? — me encaminé hacia la habitación y justo cuando iba a tocar el pomo, la puerta principal se abrió. Zack acababa de entrar con el móvil en su oído y yo me había quedado estática. Entonces no estaba en la habitación.

Me aparté de la puerta como si quemara y justo en ese momento, Zack colgó.

—¿Qué te ocurre? — preguntó antes de escanear mi cuerpo—. Vaya, estás fantástica— ni siquiera pude agradecérselo.

—Vámonos— le ordené caminando con rapidez hacia la puerta y él me siguió. En cuanto salió, apagué las luces y cerré la puerta no sin antes darle un último vistazo a la puerta de mi dormitorio.

No paraba de darle vueltas a eso. Mi mente me jugaba malas pasadas y lo peor de todo es que creía que ya me estaba recuperando. Ya no tenía pesadillas. Pero por lo visto no era así. ¿Cómo es posible escuchar algo que no existe? Esos ruidos ya los había escuchado más veces, pero se suponía que solo los oía cuando estaba dormida, en medio de una pesadilla y no despierta y a punto de salir de fiesta con Zack.

Por eso pensé que quizá esos ruidos eran reales. Quizá no era nada extraño, sino algún sonido proveniente de la calle. Sí, eso debía ser. Aunque sonaba demasiado cercano como para tratarse de algo del exterior.

Y con ese pensamiento en la cabeza, me acabé la cuarta copa sentada en un taburete libre de la discoteca. Zack me había presentado a algunos de sus amigos y parecían muy agradables, pero demasiado jóvenes para mí. Uno de ellos no dejaba de mirarme y de intentar ligar conmigo, pero yo no hacía más que rechazarle. Al final, consiguió pillar la indirecta, muy directa.



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En el texto hay: amor, pesadillas

Editado: 17.04.2018

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