Detrás de la puerta gris

7

Octubre de 1992 

Recordaré este momento por el resto de mi vida. Jamás me atreví a confesarle a nadie que estaba enamorado de María Rebecca mi vecina. ¿Cuando uno tiene la oportunidad de vaciarse y expresar lo que siente delante de otro ser humano? Fui tan sincero con el Inquilino como nunca lo fui con mis padres. Hablamos sirviendo café en posillos de barro, mientras la lluvia caía espesa sobre los guayabos. 

"Entonces tienes una razón por la cual vivir, tienes a Maria Rebecca" me dijo el Inqulino convencido de que cambiaría de opinión.

"Es mucho más complejo... Ella no me ama y jamás se fijaría en un raquítico con complejo de suicida" él no lo noto, pero me ardilla el pecho manteniendo esa platica.

"No puedes decir que una persona no te ama si ni siquiera le has hablado" suspiro y acomodo su taza en una mesita donde teníamos las galletas.

"Los ojos de Maria Rebecca son suficientemente convincentes de que no me ama, yo no merezco ser amado" al cabo que termine de hablar escuche el grito de mamá en el cuarto contiguo. 

"Si ellos ya no se aman deberían dejarse" el Inqulino me miro a las ojos sospechando que también sufría por el mal matrimonio de mis padres. 

Mamá se quejaba llorando, la había golpeado de eso no dudaba. Discutían porque se dio cuenta del adulterio. Mi papá lo sabía, sin embargo la decidió perdonar volvería a ella una y otra vez sin importar cuántas veces lo engañara. Eso me carcome por dentro no lo soporto. 

 

El Inquilino dormía en la bodega abandonada donde algún tiempo papá la ocupo como aserradero. No salía a la calle por su propia cuenta y a veces dormitaba por las tardes para luego subir a mi cuarto y jugar algún juego de mesa y conversar sobre la vida. Tengo la impresión  de que me iré con el Inquilino e iré a reposar al final de la vida sin frustrarme de lo que me rodea. 

04 de octubre de 1992 

Este mediodía mi mamá y el Inquilino me recogieron en la entrada de la escuela. Él parecía contento en la parte trasera del carro y mamá fumaba despreocúpada sin importarle si el olor me molestaba. No me saludo y arranco preguntándome muchas cosas con carácter grave e indiferente. 

"Vos se lo dijistes, sabes que pensaba cuando te tuve en el vientre. Pensé en que serias una niña la cual seria mi cómplice" dijo con aire de amargura y agregó furiosa: 

"Te vas a un colegio militar el próximo año. Augusto ya lo decidió. Tú no tienes remedio, eres nuestra propia aberración" 

"Morir sería más fácil" pensé persuadiendome de no ir al colegio.

Me tranqulizo el Inqulino. Me invito a pasar la tarde en los guayabos y ahí me mostrará una sorpresa. Quisiera quererlos como lo hago con el Inqulino, al contrario la tara se me hace difícil porque ellos me ven como un marginado. 




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