04 de octubre de 1992
Cuando fui al traspatio para ver al Inqulino no pensé en un picni. Él tenía todo preparado y fue extraño verlo un poco contento aunque solo fue un instante. Había una cosa peculiar sobre la manta un toca disco de los más viejos. El Inqulino emberraba el pan en la mermelada con placer al escuchar la canción que sonaba remota para mis tiempos. Jamás había escuchado esa canción. Dejé de prestar los cásset en la tienda porque mis padres me lo prohibieron y dejé de escuchar música.
Para mí el toca disco era una cosa espectacular y rara como lo era el Inqulino que se asemejaban muchísimo. Era un corto viento, una visita pasajera y desapercibida, pero revatiendo lo más recóndito de mí. Mis pensamientos daban vuelta en torno a la persona que tenía enfrente, un hombre quizás no muy viejo y observaba sus gestos y la manera en que sumergía el pan en la empalagosa mermelada. Imagine el día en que se iría con la única maleta que había traído. Estaba seguro de que dentro de la maleta se encontraba unos trajes negros, el tocadiscos y los diez libros.
Nuestro momento de charla aburrida se vio arruinado por la interrogante que nunca me atreví a hacerle a alguien. Se lo hubiese preguntado a muchas personas, más sin embargo el temor a ser juzgado me invadio muchas veces es una pregunta indiscreta y absurda no se le hace a nadie.
"¿Cuál es tu razón de vivir?" Me sostenía firme con las manos en la tierra y tenia estirada las piernas. Mi pregunta fue tan brusca que el Inquilino me miró largo rato sin responder.
"Podría decirte que mi única razón es la maleta que tengo en la bodega, aunque la verdad es que no tengo ninguna porque soy un viajero y mi existencia en un solo sitio es tan corta que no me queda tiempo para pensar en eso. En conclusión no tengo ninguna razón por la cual vivir" dijo y continuo comiendo.
"Entonces ya perdiste todos los motivos para vivir" yo no lo quería ver de esa forma y si supe que la pregunta lo incomodo.
"Quien queria vivir con sueños en un lugar donde nadie puede soñar sin tener que pasar por el sufrimiento"
"Soy un cobarde por querer matarme y no tener sentido en el mundo" sentí la expresión y recordé los días en que no tenía razón para pensar.
"Tal vez seas valiente por seguir siendo parte de este gran circo"
26 de octubre de 1992
Ayer fue la última vez que mi padre Augusto me pego. Sus manos son suaves y no duelen, creo que a él le duelen más sus manos de esponjas que a mí los puñetazos. La escuela se ha terminado y el próximo año según ellos estaré en un colegio militar, aunque ni siquiera me anime a mirar el papel donde hacen su publicidad. No encuentran otra salida para deshacerse de mí.
Aun sigo triste sabiendo que no soy suficiente para mi familia y para María Rebecca. Ella nunca sería mi novia mucho menos mi amiga. ¿Cuánto tiempo oprimire la melancolía? Deseo que pronto termine mi dolor esta caminata larga que ya no soporto.
El veneno vendrá en pocos días y el Inquilino ha creado un plan para distraer a mi familia durante un día entero y yo pueda despedirme de aquí. Mi muerte tiene que ser perfecta, por lo tanto la he venido planeando con diligencia durante estos últimos meses del año.
"El tres de noviembre serás libre" siempre me gustó el sombrero de plumas negro que llevava el Inqulino y se lo pedí un día para morir con el sombrero puesto.
"¿Tienes la caja de chocolates?"
"Sí"
Inyecte el veneno en los chocolates y los oculte en la cocina detrás de mi escondite en la puerta pequeña pintada de gris. Deseo una sola cosa que mi ataúd sea de color aceituna nada más.