Detrás de la puerta gris

11

Hay unas imágenes que nunca pude borrar y eso ocurrió en mi pubertad. Mi padre un ser asqueroso y dictador fornico con la sirvienta que teníamos en aquel tiempo. La verdad es que no debería recordar esto. 

"No eres lo suficientemente hombre, Ismael" me decía cada vez que intentaba llorar o deprimirme por algo. 

Y llegue a creerme estas seis palabras como si fuesen veridicas. Que no podía demostrar sentimientos porque estaba hecho de acero la naturaleza misma me lo imponía. Para ser hombre completo como él tendría que haber ido a alguna guerra, hablar rigido, tener el pecho velludo, apostar en el cacino, trabajar en un almacén y la más importante violar a la servidumbre. 

 

                                  ****

Sucedió un jueves por la tarde. Leonor y Marieta asistían al clud de lectura formado por todas las femeninas de la clase media y alta de la ciudad. Para ese entonces Marieta ocultaba muy bien su gestación, había renunciado a la universidad y no me dieron detalles de nada, aunque yo lo supe tiempo después. Oculte el secreto por temor a que mi padre me dañara y desde ahí me  empezó a ver diferente. Los problemas tuvieron su concepción aquella tarde cuando el último tren de la tarde pasó con su pitido atronador. 

Había estado en la casa de Emma, la única persona y puberta con la que llevava una relación. En mi retorno a casa escuché un grito apagado en el piso de arriba. Era una mujer, pensé que era mi madre o mi hermana, pero no eran ellas. Camine sin pensar en la horrosa que podría ser la escena. 

"¡Ismael!" Grito desde la cama desnudo sin tener el menor pudor conmigo. 

Me parece que llore, sin embargo no lo recuerdo con certeza. El asco se apoderó de mí. Quería correr a la calle y contarle a Leonor. Alcance a escuchar una frase que le decía a la Servidumbre, al tiempo que se puso la ropa y bajo hasta el piso de abajo. "Recuerda que te mato" la amenazo y la violo cuantas veces quizo y no le temblaba el pulso para hacerlo porque era un hombre combatiente de trincheras sin sensibilidad. 

"No paso nada, ¿verdad hijo?" No me dignaba a mirarlo y solo moví la cabeza en señal de sumision y silencio ante la situación. 

No podía sentirme bien ni la casa ni en mi escuela. Vagaba por las estaciones del tren cuando Leonor y Marieta iban al clud de lectura todos los jueves. Todo acabó cuando el secreto se le salió de las manos. Mi madre noto un comportamiento extraño en Bernarda la sierva de mi casa. No lo podía controlar, el Sr. de la guerra estaba atrapado. La despidió inventando razones sin contar con Leonor. Ella siempre quiso a Bernarda y le pareció raro el despido tan prematuro y sustentada de falsas teorías se convenció, en cambio yo sabía que mi madre lo sabía y lo intentaba disfrasar para no darse cuenta. 

Sí, quizás sea lo que más me dolió. A penas tenía trece años y los problemas despuntaban hiriendome. Entonces contemplé el suicidio como la alternativa para acabar con mis graves aquejos. 

                                    ****

Leonor habla confundida y a la vez quiere llorar, papá la interrumpe para decirle lo que pueden hacer con mi desaparición. Ahora el corazón se me acelera y me preocupa lo que he provocado. 

"Lo buscaran hasta las cuaretaiocho horas" dice y procede a fumar su pipa lo sé porque el olor a tabaco se llega hasta aquí. 

"Los papás de Emma no vieron nada tampoco" Leonor con pocas esperanzas y hasta resignada a perderme. 

Me retiro de la pared y me arrinconado observo el fonografo que perteneció a Nando y sus diez libros. El fonografo está dañado y pensé en quedármelo, pero tener cosas de gente muerta no es buena idea para mí. Puse todo en su lugar tal y como estaba, el diario en el fondo; encima el viejo fonografo y los diez libros con títulos raros. Son casi las doce del medio día. A esta hora hubiese llegado al internado y buscado el cuarto asignado para el viejo Ismael. A mi padre esta más atado a la zozobra de que yo no agarre cupo en la universidad. 

Lenor prepara la comida para el almuerzo. Sus manos morenas tocan las legumbres con delicadeza y empieza a picarlas fueron tantas las veces que la vi cocinando y su sazón jamás podría confundirse es mi madre y la conozco porque la he estudiado detalle a detalle. Tendría mucha hambre en aquel tiempo, pero ahora no deseo ni agua o pan. La nostalgia y la soledad son mejor alimento en este cuarto. 

Luego de un raro Leonor los llama a comer y la vida sigue como si el estúpido Ismael nunca se hubiese ido. Llenan sus estomagos sin preguntarse donde podría estar o que estarían haciendo con mi cuerpo mutilado. El 23 de abril estaría cumpliendo 19 años quiero imaginar que piensa Leonor, Marieta o mi padre, por el contrario eso seris inútil como tratar de contar todas las estrellas del universo. 

 

 

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.