Confusiones
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Mis ojos pesan demasiado, por más que hago un esfuerzo por abrirlos es en vano. Ya disgustada por la situación intento abrirlos otra vez y, efectivamente lo logro. Me vi en una camilla y en esos típicos cuarto de hospital, a mi izquierda vi un televisor muy grande y al parecer muy costoso. Bajo la mirada a mi ropa y me doy cuenta de que tenía puesta mi pijama de cuerpo completo. Fruncí el ceño confundida por estar aquí. Luego de algunos segundos mi respiración se aceleró y me percaté de que una gran jaqueca amenazaba con explotar mi cabeza.
En ese momento lo entendí. Entendí el porqué estaba en este hospital. Todos y cada uno de los últimos sucesos antes de desmayarme llegaron a mí. Mi respiración se aceleró y mis lagrimas pronto hicieron su aparición. Esto no podía ser real, tenía que ser una mentira. Pero entonces si era una mentira ¿porque estaba en este hospital?
La desesperación inundó mi cuerpo y las lagrimas bajaban y bajaban por todo mi rostro. Rápidamente sentí un nudo en mi garganta y la confusión me invadió. Estoy segura de que esto no es normal y juro que no me sorprendería si ese hombre no era humano. Diría que es una sombra, pero jamás me había pasado cosa de tal magnitud. En ese preciso instante recordé el inmenso dolor que sentí al mero tacto de el hombre de ojos carmesí.
Así lo había apodado, al hombre que parecía monstruo.
Sentí una leve comezón en mí brazo derecho. Miré el mismo y lo que vi me dejo perpleja.
¡La marca de una mano estaba impregnada en mi brazo derecho!
Pero la cosa más impresionante para mí era que no se veía como una quemadura, más bien, se veía como una marca roja. Yo sentí como si me estuvieran quemando esa parte del brazo cuando él me tocó y...
- ¿Hannah?¡por dios¡ ¡despertaste¡ -exclamó papa, quien estaba entrando a la habitación.
Él se acercó a mí y con cuidado me abrazó. Segundos después la habitación estaba repleta de personas. Mi hermana, mi madrastra, mi padre y un doctor acompañado por una enfermera.
Pero como la mala suerte está conmigo día y noche resulta que sufrí una conmoción cerebral por un golpe que tengo en la cabeza.
Así es, tengo un golpe en la cabeza.
-Hannah, nos tenías muy preocupados - habló por primera vez Sam, quien tenía su mirada intranquila puesta en mí.
Suspiré, cansada porque nunca me pasan cosas normales, porque, ¡vamos¡ sé que no es para nada normal ver a un hombre con ojos rojos, un liquido negro y espeso en su cuerpo y que te tome del brazo creando un dolor tan intenso que provoque que te desmayes. Y aunque algunos crean que ya no debería estar asustada porqué he pasado años viendo sombras y ya debería estar más que acostumbrada a la situación, la triste realidad era otra muy diferente. Al paso de los años ellas se han vuelto más aterradoras y macabras causando un gran miedo en mí, un miedo que no puedo expresar ni entender, lo único que sé, es que el terror no finaliza, se intensifica.
Después de algunos segundo la miré, pero no le respondí, solo le di una mirada para que se callara, ya que el dolor de cabeza que estaba sintiendo era algo tan horroroso que no se lo deseaba a nadie. Ella, al ver la mirada prepotente y penetrante que le estaba dirigiendo, hizo una mueca de desagrado y me sacó su dedo medio, para después sonreírme ligeramente.
No quería ser grosera con ella, pero el dolor de cabeza me estaba haciendo tomar "medidas drásticas". Pensé con un leve toque de burla.
Al ver que nadie tomaba palabra carraspeé para llamar su atención e inquirí :
- ¿Como me encontraron? es decir, ¿llegaron a casa y al ver cosas rotas subieron y me vieron desmayada?...
Sé que se estarán preguntando ¿por qué no hablo de él hombre de ojos carmesí? pues, la cuestión es sencilla, escucharé su versión de la historia, y veré que decir luego, porque de tanto darle vueltas al asunto me he dado cuenta de que seguro ese hombre era una sombra, así que solo diré lo que sea necesario, ya saben, para no preocupar a nadie. Aunque, estoy segura de que mi familia sabrá que oculto partes de la historia, puesto que me conocen de pies a cabeza.
Pude ver como Kat fruncía el ceño y como la habitación se sumergió en una silencio perturbador.
Papa carraspeó para obtener mi atención.
- Hija, no había nada roto cuando llegué a casa... cuando estacioné el auto en la cochera escuché un grito en la casa. Yo me asusté, porque sabía que tú eras la única que se encontraba - explicó papa. Eso me hizo sonreír con pesar, porque sé que infortunadamente fue el terrible grito que dí cuando el hombre me tomó del brazo - entré corriendo y todo estaba totalmente inmaculado - él se enmudeció unos segundos, como si le fuera difícil decir esas palabras. Pero continuó con voz afligida - Luego fui a el segundo piso y corrí hacía la biblioteca, donde escuché que provenía el grito. Al entrar... te vi tendida en el suelo con una estantería encima...