Capítulo 5

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Tenía la ropa sucia desde hace dos días y cada vez que recordaba el rostro del causante de todo eso, la rabia lo consumía y maldecía haber cedido en los sonrientes ojos esa noche. Ya había firmado el contrato, ya había aceptado todo lo que le exigieron, entonces ¿por qué seguía encerrado como un prisionero? El encierro lo estaba desgastando, y empezaba a sentir que en cualquier momento se quedaría sin aire. La idea de estar atrapado entre esas paredes, sin decidir ni un solo movimiento por sí mismo, lo estaba llevando al límite.

El chirrido de la puerta lo sacó de sus pensamientos. Jungkook entró sin tocar, con una bolsa plástica en la mano y esa sonrisa insolente que parecía gozar cada vez que lo veía molesto.

—Vaya, qué cara —comentó en tono ligero—. Y yo que vine a alegrarte el día.

—Idiota... —soltó Jimin desde el suelo, con la voz cargada de fastidio—. ¿Qué más quieren de mí?

Jungkook dejó caer la bolsa sobre el colchón viejo y lo miró de arriba abajo, divertido.

—Ponte eso, Estrella. No quiero que llames mucho la atención con... —hizo un gesto burlón hacia su ropa sucia— Tu glamur.

Los ojos de Jimin se abrieron de golpe. ¿Por fin podría irse de allí?

—¿Me dejarás salir? —preguntó, incrédulo.

—No. Te llevaré de regreso. —Jungkook ladeó la cabeza con aire juguetón—. Ya tengo todo listo para empezar como.. ¿cómo era que te decían? Ah, sí. “Como su nuevo guardaespaldas, joven Jimin”.

Jimin lo fulminó con la mirada antes de levantarse del frío suelo y revisar la bolsa.

—Tardaste demasiado… —se atrevió a soltar, casi como un reproche. Quizás intentando tranquilizar a su cabeza por el hecho de que la ropa era de su talla exacta y eso... Le causaba miedo.

—Podríamos habernos ido anoche —respondió Jungkook, arqueando una ceja—, pero preferiste estrellarme contra la pared e intentar huir. Merecías un castigo.

—¿Qué querías que hiciera? —replicó Jimin, encendido—. Tu maldito jefe dijo que me dejarían ir ayer por la mañana.

Con un resoplido, tomó las prendas y se giró, no sin antes lanzarle una mirada de advertencia.

—No mires.

—¿Qué crees que soy? ¿Un degenerado? —rió Jungkook, dándose media vuelta hacia la puerta—. Aunque, si te hace sentir mejor, puedo cerrar los ojos… o imaginármelo mejor.

—¡Cállate!

—Ya, ya… tranquilo. —Se cruzó de brazos, con esa sonrisa que lo sacaba de quicio.

Jimin se cambió rápido, en silencio, con los músculos tensos. Al terminar, se giró con gesto serio.

—Ya estoy listo —dijo a secas.

—Bien, creo que está demás decirte que no hagas un escándalo o intentes la tontería de ayer, te irá peor si no, vámonos.

Sin esperar respuesta, salió por la puerta y Jimin lo siguió, aún molesto, pero cansado de pelear contra el vacío.

Afuera Hoseok estaba apoyado en una de las motos, masticando chicle y revisando su celular.

—¿Ya nos vamos? —preguntó, sin levantar mucho la voz.

—Sí. Tú detrás. —Jungkook soltó la respuesta mientras se ponía los guantes—. ¿Ji Ho te dio los papeles?

—Sí señor, los tengo listos pero hay un problema...

—Tuvo como ocho o nueve horas para decirme eso, ¿que paso? —lo miro con el ceño fruncido.

—Los nombres... Las identificaciones tienen nuestros nombres originales.

—¡¿Se volvió loca?!—Le quitó el sobre y saco los papeles en su interior—. ¿En qué pensaba...? —murmuró fastidiado—. ¿Dónde está?

—Salio hace dos horas con Taekyun a la cuidad...—respondió temeroso.

Jungkook se masajeo la sien cansado intentando relajarse, cosa que no funcionó por qué al subir a su moto y buscar...

— ¡¿Y ahora dónde está mi casco?!

—Creo que Yuna se lo llevó...

—Genial, ahora todos hacen lo que se les de la gana. —Encendió su moto y se volvió hacia Jimin—. Ven, estrella. Hoy nos vamos de tour sin fans.

Jimin apretó los dientes y se subió con torpeza. Evitaba mirarlo, pero no podía evitar sentir el calor del cuerpo frente a él y mucho menos la gracia que le había hecho la escena que presenció.

«Que tipos para más raros...»

—Agarrate fuerte —dijo Jungkook antes de avanzar—. Y deja de reírte.

Y sin dar más tiempo, aceleró.

Jimin cerró los ojos cuando el viento le golpeó el rostro. No sabía si estaba yendo hacia la libertad o hacia algo peor.

Pero al menos ya no estaba encerrado.

Una hora después, las calles ya no eran de tierra ni el paisaje un mar de árboles secos. Habían llegado a la ciudad y Park solo se dedicaba a observar los edificios que pasaban a toda velocidad. Sus pulmones se llenaban de aire más limpio. Con cada suspiro intentaba convencerse de que estaba, al fin, de regreso.

Pero justo cuando creía que podía relajarse un poco, lo vio.

Una figura en la vereda, con el celular en alto, apuntando directamente hacia él.

Un segundo, un pequeño destello apenas visible por la luz del día y... Flash.

El clic de una fotografía fue tan claro como si lo hubiera escuchado con los oídos.

Jimin abrió los ojos, el corazón le dio un vuelco, y sus manos se apretaron de golpe alrededor de la cintura del conductor y sin pensarlo, escondió el rostro contra su hombro.

«¡Demonios no! Dime que no tomó una foto… Dios, que no se note mi rostro. ¡No ahora!»

Jungkook sintió el repentino cambio de posición. Sintió cómo el cuerpo detrás de él se pegaba más, como si buscará protección. Una sonrisa se dibujó en sus labios, completamente ajeno al caos que hervía en la cabeza del actor.

—Eres tan divertido, Park… —susurró apenas, para sí mismo, sin disimular su diversión.

Y entonces aceleró con más rapidez, dejando atrás el semáforo. Como si con eso pudiera prolongar el momento, como si el abrazo repentino de Jimin fuera un premio que debía disfrutar.

El actor, en cambio, sentía que el mundo volvía a ponerse contra él. El aire frío ya no le refrescaba. El sudor comenzaba a subir por su espalda, y un ligero dolor punzante se instaló en su sien.