Capítulo 8: Revelaciones y Conflictos
El día que pasé en el hospital con Joel fue, sin duda, uno de los más memorables de mi vida. Juntos, trabajamos codo a codo con el personal, aprendiendo de los médicos, y realizando tareas que hacían que mi corazón latiera con fuerza. La forma en que Joel interactuaba con los demás era admirable; su sonrisa iluminaba la sala, y todos parecían estar contentos de tenerlo cerca. En esos momentos, me olvidé de todas mis inseguridades y disfruté cada instante a su lado.
Pero al volver a casa después de una larga jornada, la realidad se impuso rápidamente. Encontré a Karen esperándome en la sala, con una expresión de preocupación en su rostro que hizo que mi estómago se revolviera.
—Adriana, necesitamos hablar —dijo, con una seriedad que me hizo sentir como si un trueno hubiera resonado en mi pecho.
—¿Qué pasó? —pregunté, aunque ya presentía que no me gustaría lo que iba a escuchar.
—Recuerda que te dije que había visto a Joel antes? Bueno, anoche vi algo en las historias de Instagram de una antigua compañera de trabajo llamada Marie. —Tomó una respiración profunda antes de continuar—. Subió una foto de ellos juntos. En la foto, él estaba comiendo pasta, y la descripción decía: "Comiendo pasta y no comiéndome a mí".
Sentí que el aire se me escapaba de los pulmones. Mis pensamientos comenzaron a girar en un torbellino de confusión y desconfianza. ¿Cómo era posible que Joel estuviera tan cerca de otra chica? En ese momento, la burbuja de felicidad que había comenzado a formar con él se volvió frágil.
—¿Estás segura de que son solo amigos? —le pregunté, mi voz temblando.
Karen asintió, pero su mirada mostraba dudas. —No era la primera vez que lo veía en los estados de ella. Es raro, Adriana. Tal vez deberías hablar con él.
No podía evitar sentir que mi mundo se desmoronaba. Por un lado, quería confiar en Joel, pero por otro, la incertidumbre se estaba convirtiendo en una sombra oscura en mi corazón.
—Lo haré —dije, aunque la certeza en mi voz se tambaleaba.
Los días pasaron, y a pesar de la revelación de Karen, no podía dejar de pensar en Joel. Su presencia me llenaba de alegría y, al mismo tiempo, me inquietaba. Finalmente, una tarde, reuní el valor suficiente para abordar el tema.
—Joel —comencé, tratando de mantener mi voz casual mientras lo miraba a los ojos—. ¿Quién es Marie?
Su expresión cambió brevemente, pero rápidamente recuperó su compostura. —Ella es mi mejor amiga —respondió, como si eso explicara todo.
—¿Tu mejor amiga? —pregunté, sintiendo cómo la ansiedad me consumía. Mi mente no podía evitar especular sobre lo que eso realmente significaba.
—Sí. —Su tono era ligero, casi despreocupado—. Nos conocemos desde hace años. Trabajamos juntos en el hospital anterior.
Me preguntaba si había algo más entre ellos, si mis temores eran infundados o si había una verdad oculta. Aun así, decidí seguir con la conversación, deseando encontrar claridad en medio de la confusión.
—¿Y por qué subió esa foto? —inquirí, deseando que no sonara demasiado celosa, pero sintiendo que el impulso de la verdad me empujaba hacia adelante.
Joel se encogió de hombros. —No lo sé, supongo que le gusta hacer bromas. Nunca he visto eso como algo serio.
—¿Nunca? —repliqué, intentando leer su expresión, buscando alguna pista de lo que realmente sentía.
—No, realmente. Es como una hermana para mí. Pero no te preocupes por eso, Adriana. Lo que tenemos aquí es diferente.
Esa respuesta me tranquilizó en parte, pero no podía ignorar el nudo de incertidumbre que seguía ahí. Sabía que había algo especial entre nosotros, pero la sombra de Marie no podía desaparecer tan fácilmente.
—Solo quería saberlo, por si acaso. —Intenté sonreír, aunque el esfuerzo fue evidente.
—Entiendo. —Su mirada se suavizó, y se acercó un poco más—. Quiero que sepas que estoy aquí por ti, Adriana. Lo que estamos construyendo es importante.
Mientras me decía esas palabras, una chispa de esperanza iluminó mi corazón, aunque seguía sintiendo un poco de angustia. Sabía que debía darme tiempo para entender mis sentimientos, y también para confiar en él.
A medida que la conversación avanzaba, me di cuenta de que la conexión entre nosotros era fuerte, pero el camino hacia la confianza plena aún estaba lleno de baches. Sin embargo, en el fondo de mi ser, sabía que quería seguir intentándolo, y no permitir que la incertidumbre arruinara lo que podía ser una hermosa historia.
—Gracias por ser honesto conmigo, Joel. —dije, con una sinceridad que sentí en cada palabra.
—Siempre, Adriana. Nunca quiero que haya malentendidos entre nosotros. —Su sonrisa iluminó la habitación, y aunque mis miedos seguían acechando, decidí dejarme llevar un poco más, al menos por ahora.
Así, entre risas y conversaciones, intenté dejar de lado la inquietud que me había invadido. Sin embargo, en el fondo, sabía que mi corazón necesitaba más que palabras para calmar su confusión. Solo el tiempo diría si esta historia seguiría adelante sin interrupciones, o si Marie se convertiría en una sombra persistente en el camino que estaba empezando a recorrer junto a Joel.