Capítulo 9: Desconfianzas y Revelaciones
Los días pasaron, y cada vez que me encontraba con Karen, ella tenía algo nuevo que contarme sobre las publicaciones de Marie. Era como si no pudiera evitarlo; cada historia y cada foto de Joel la hacían sonreír con complicidad. Pero para mí, cada imagen era una punzada en el corazón, una evidencia más de que tal vez Joel no era tan solo un amigo para ella.
—Mira esto —dijo Karen un día, mostrándome su teléfono. La imagen era de Joel sonriendo, sentado en una mesa, con Marie al lado. La descripción decía: "Comiendo con mi persona favorita".
Mis entrañas se revolvieron. No podía seguir ignorando la incomodidad que me causaban esas fotos. La forma en que él se veía tan cómodo a su lado me llenaba de dudas. Así que decidí distanciarme.
Los días se convirtieron en semanas, y poco a poco, la chispa que había encendido nuestra relación se apagó. Comencé a evitar a Joel. Las llamadas matutinas y nocturnas se desvanecieron, y la sensación de vacío en mi pecho creció. Al principio, pensaba que era una decisión lógica; no quería sufrir ni que mi corazón se rompiera más. Pero, al mismo tiempo, cada vez que veía su nombre en mi teléfono, una parte de mí deseaba responder. Sin embargo, la ansiedad me mantenía alejada.
Desde su perspectiva, Joel parecía notar mi cambio. Había una incertidumbre en su mirada, un atisbo de confusión que se reflejaba en su rostro cada vez que nos cruzábamos en los pasillos del hospital. Era evidente que algo no estaba bien.
El día que trabajaba en la tarde en emergencias, me encontré en un mar de pensamientos mientras me preparaba. Sin embargo, lo que no sabía era que el destino tenía otros planes para mí. La encargada de farmacia, la enfermera mayor, me miró y dijo con una sonrisa:
—Tu novio está en la sala de emergencias.
—¿Novio? —repliqué, sintiéndome incómoda. No tenía novio. Sin embargo, no podía evitar que el nombre de Joel apareciera en mi mente.
Con una mezcla de ansiedad y curiosidad, entré a la sala de emergencias. Al instante, mi corazón se detuvo. Joel estaba allí, pálido y visiblemente enfermo. En ese momento, el mundo a mi alrededor se desvaneció. Se veía vulnerable, como un niño pequeño que necesitaba ayuda.
—Adriana —dijo con voz débil—. Necesito que me mediques.
Mis nervios se dispararon. Nunca había tenido que lidiar con una situación así, y la idea de que él estuviera en tal estado me llenaba de temor. Las manos me temblaban, y no podía concentrarme.
—Espera, voy a llamar a otra enfermera —dije, incapaz de enfrentar la tarea que se me encomendaba. Salí de la sala con el corazón latiendo con fuerza, y pedí ayuda a una de mis compañeras.
Después de que la otra enfermera lo atendió, volví a la sala para verlo recuperarse. Estaba allí, sonriendo débilmente, pero había algo más en su mirada. Era como si en su interior hubiera un deseo latente de conectar conmigo de nuevo.
—Gracias por venir —murmuró, sus ojos reflejaban una mezcla de alivio y un pequeño rayo de esperanza.
Aunque me había sentido un poco disgustada por la situación, no podía evitar tratarlo con cariño. Era como si el instinto maternal despertara en mí, y lo traté como a un niño pequeño, con cuidado y dulzura.
—Solo tómalo con calma —le dije, acariciando su brazo en un gesto de aliento—. Te recuperarás pronto.
Mientras estaba allí, la atmósfera cambió, y el espacio se llenó de una tensión inesperada. Me miró con un brillo en sus ojos, y en un momento de impulso, le dije:
—Si mejoras, tal vez pueda darte un beso.
Fue un comentario ligero, pero él se quedó mirando, sorprendido. En un instante, me acerqué y le di un beso fugaz en el aire, riendo para aliviar la tensión.
—Eso no es justo —respondió, decepcionado, pero al mismo tiempo, una risa escapó de sus labios.
—Quizás para la próxima —le respondí, sintiendo que el ambiente se relajaba un poco. Pero cuando él se marchó sin despedirse, una sombra de inseguridad se cernió sobre mí.
Al día siguiente, no tenía que trabajar, pero la preocupación por él persistía. Sin embargo, cuando abrí mi teléfono, encontré un mensaje de Karen que me heló la sangre. Me envió una foto de Joel en un baby shower, con una sonrisa amplia, y al lado de él, Marie, luciendo radiante. La imagen tenía un aire de complicidad, como si compartieran un secreto que yo no conocía.
El corazón se me hundió en el pecho. Esa imagen representaba todo lo que había comenzado a temer. La decepción y el dolor me inundaron, y las lágrimas amenazaron con asomarse a mis ojos. La preocupación que había sentido por él se tornó en confusión y tristeza al ver que él estaba feliz con otra persona.
Estaba preocupada por él, pero también me sentía traicionada. La rabia y la tristeza se entrelazaban en mi interior, y me pregunté si realmente había estado siendo ingenua al creer que lo que teníamos era único.
Mientras trataba de asimilar lo que había visto, una parte de mí sabía que tendría que confrontar mis sentimientos. No podía seguir con este ciclo de duda y angustia. Debía hablar con Joel y enfrentar la verdad, aunque eso significara poner en riesgo todo lo que había comenzado a construir.