Detrás de mi Casi Algo

X-Un Corazón Roto

Capítulo 10: Un Corazón Roto

No sabía si era el nerviosismo o la necesidad de respuestas, pero después de días de incertidumbre, decidí contactar a un amigo de Joel. Era un chico de nuestra práctica, alguien con quien había compartido risas y anécdotas, pero ahora necesitaba algo más.

—Hey, ¿puedes decirme si Joel está saliendo con alguien? —le pregunté, tratando de mantener la voz firme.

Su respuesta fue evasiva, una mezcla de titubeos que me dejó aún más inquieta.

—No lo sé, la verdad. No me ha mencionado a nadie. —Me dio la sensación de que él sabía más de lo que decía.

Mis instintos me decían que algo estaba pasando, pero aún así, decidí seguir adelante. La esperanza es una emoción extraña; te puede hacer volar tan alto como caer al abismo.

Con el tiempo, las cosas entre Joel y yo parecían volver a la normalidad. Hablábamos como antes, y la química entre nosotros parecía revivir. Sin embargo, esta vez, era él quien se mostraba más distante. Sus respuestas eran más cortas, y los momentos que compartíamos se sentían menos frecuentes.

Finalmente, llegó el momento de las vacaciones de Navidad. Joel se iba, mientras yo me quedaba trabajando en el hospital. El ambiente era festivo, pero para mí, cada sonrisa era un recordatorio de lo que estaba por perder.

Un día agotador, después de haber corrido de un lado a otro sin poder sentarme, decidí tomar un pequeño respiro antes de irme. Saqué mi teléfono y lo desbloqueé, buscando distraerme. Pero lo que vi hizo que mi corazón se detuviera.

Era una historia de WhatsApp de Joel. En la imagen, él y Marie estaban juntos, besándose con sonrisas radiantes en sus rostros. Era como si el mundo se desmoronara a mi alrededor. Un frío helado se apoderó de mí, y el aire se me escapó de los pulmones. Era un momento en el que no podía pensar, solo sentir. Y lo que sentí fue devastador.

Las lágrimas comenzaron a caer sin control. Corrí al baño, sintiendo cómo cada gota de agua en mis mejillas era un testimonio de la traición que estaba sintiendo. No podía soportar el peso de la decepción, el dolor me atravesaba como un cuchillo afilado. No era solo el hecho de que estuviera con Marie, sino el reconocimiento de que había estado ciega ante las señales.

Con el corazón hecho trizas, decidí llamar a Karen. No sabía si podría explicarle lo que había visto, pero la necesidad de que alguien estuviera a mi lado era más fuerte que cualquier cosa.

—Karen, por favor ven a buscarme —le dije entre sollozos—. No puedo más.

Llegó rápidamente, y en cuanto entró, supo que algo estaba muy mal. Sin necesidad de palabras, su mirada lo decía todo.

—¿Qué pasó? —preguntó, y yo solo pude balbucear.

Al llegar a casa, me encerré en mi habitación, incapaz de enfrentar al mundo. La abuela, al ver mi estado, se dirigió a Karen con preocupación.

—¿Qué le pasa a Adriana? —preguntó, buscando respuestas.

—Le acaban de romper el corazón, abuela —dijo Karen, tratando de ser cuidadosa con sus palabras.

La abuela no podía creerlo, y se quedó pensando. Ella siempre había sido la voz de la razón en mi vida, pero en este momento no sabía cómo consolarme.

—¿Por qué no habla con él? —sugería, aunque sabía que las palabras no eran suficientes para aliviar el dolor.

—Adriana nunca habló durante el trayecto a casa —respondió Karen, sentada en la cama conmigo, sosteniendo mi mano—. Pero sé que está destrozada.

No podía soportar más la presión de sus miradas. Me dejé caer en el suelo, sintiendo la frialdad del suelo contra mi piel. Con las lágrimas fluyendo, pregunté a Dios en silencio qué había pasado. ¿Por qué las cosas se habían torcido de esta manera? ¿Por qué había sido tan ingenua al creer que algo bonito podía surgir entre Joel y yo?

El silencio se apoderó de la habitación, y aunque estaba rodeada de amor, la soledad se sentía inmensa. Mi corazón gritaba por respuestas, por un cierre que nunca llegaría, y en ese momento, todo lo que podía hacer era llorar.




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