Detras De Sus Ojos

Lo Que Ocultan Mis Manos

No podía dejar de mirar mis propias manos.
Parecían ajenas, como si pertenecieran a otra persona.

Anoche soñé con Helena otra vez.
En el sueño, estaba sangrando, y yo sostenía algo entre mis manos.
No podía ver bien qué era, pero sentía la culpa, el miedo… y un vacío profundo que me arrancaba el aliento.

Desperté sudando, con las palmas pegajosas y la sensación de que algo estaba mal.
Algo que había hecho… y que había olvidado.

Intenté distraerme revisando más archivos del hospital.
Pero cada expediente que tocaba parecía susurrarme secretos que no debía recordar.
Y cada foto que encontraba tenía algo en común: mis manos.
Sosteniendo objetos que no reconocía, señalando lugares que no recordaba, tocando personas que… ya no estaban.

—Esto no puede ser real —murmuré—.
Pero cuando giré la cabeza, el reflejo en el vidrio de la ventana me mostró algo que me hizo dar un paso atrás:
mis manos… ensangrentadas.

Parpadeé.
Volví a mirarlas.
Estaban limpias.

El miedo se mezcló con la confusión.
Todo lo que había olvidado… todo lo que alguien había borrado… estaba tratando de decirme algo.
Y Helena… estaba ahí, en todas partes, como si me vigilara desde cada recuerdo fragmentado.

En ese instante entendí:
no podía confiar en mi memoria.
No podía confiar en mis manos.
Ni en mi propio corazón.

—Samuel… —susurró la voz en mi mente, dulce y fría—. Todo lo que temes es verdad.

Y su susurro dejó un eco que todavía siento en la punta de los dedos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.