Después de la sesión invertida, mi mente estaba hecha un nudo.
Cada pensamiento parecía no mío.
Cada recuerdo, fragmentado y confuso.
Volví a la grabadora.
La observé con detenimiento.
Algo en su diseño me llamó la atención: una pequeña ranura, apenas visible, en la base.
Con cuidado, la abrí.
Dentro había un disquete antiguo.
Mi corazón latió con fuerza.
No sabía qué esperaba encontrar… pero algo me decía que allí estaba la clave.
Encendí la computadora antigua del despacho y conecté el disquete.
Apareció un único archivo: “Memoria_37B”.
Lo abrí.
La pantalla mostró imágenes borrosas al principio, luego más claras:
Helena.
Yo.
Un accidente.
Mi voz, llorando, mientras sostenía sus manos…
Y ella, sangrando, repitiendo mi nombre.
Un video.
Yo la había perdido.
Yo había olvidado.
Yo había borrado la verdad para poder sobrevivir… y la grabadora, las cartas, las sombras… todo era un recordatorio.
El último mensaje apareció en la pantalla, escrito en mi propia letra, que ya no reconocía:
“Nunca debí dejarla sola. Nunca debí olvidar.”
El temblor se apoderó de mí.
No solo era Helena… era todo lo que había escondido de mí mismo.
Y ahora estaba allí, reclamando cada recuerdo que intenté borrar.
La puerta se cerró de golpe.
Y en el reflejo de la pantalla, vi sus ojos verdes.
No en el video.
Frente a mí.
Mirándome, sonriendo… esperando.
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Editado: 22.10.2025