Detrás de una Sonrisa

CAPÍTULO DOS

El Jardín de Puñetazos.

Elizabeth.

Todo el fin de semana me había quedado con la incógnita de quien era ese tal Dave Harris. ¿Iba en mi curso? ¿De donde rayos saco mi número telefónico?

Había revisado la conversación qué mi mejor amiga tuvo con el en mi lugar. Todo seguía siendo demasiado extraño.

Toda la clase del profesor de ciencias lo había ignorado, era por culpa del tal Dave. Jamás me había distraído en una sola clase.

El timbre que anunciaba el inicio del descanso sonó.

—¡Al fin!—jadeó Jane—Odio la clase de matemáticas.

—Es la clase de Ciencia.

—Odio la clase de ciencia—se quejo mientras guardó sus cuadernos en la mochila.

—Sigue matemáticas—le recordé mientras yo guarde mis cosas.

Soltó un quejido largo, mientras dejo caer su cabeza en el pupitre.

—Odio la clase de matemáticas.

—Qué mal, yo también—me puse de pie—. Apúrate que la cafetería se va a llenar y no encontremos mesa.

Soltó un suspiro dramático, y se puso de pie.

En la cafetería no tardó mucho en desayunar. Por mi parte, solo tome un batido para no tener el estómago vacío.

Ambas nos sentamos juntas, como ya era es costumbre. Éramos amigas desde tercero de primaria, cuando llegue a la ciudad e ingrese a su clase. Mi padre ejercería su profesión en esta ciudad desde entonces y nos quedaríamos a vivir aquí. La verdad no extrañaba mi antigua ciudad, no tenía amigos así que no tuve problema cuando nos mudamos.

Aquí tampoco los tenía, pero al menos Jane ya era ganancia.

—¿Hoy tienes tu clase de literatura?—preguntó.

Jane era un poco metiche en cuanto a mi vida se trata.

—Estoy un poco cansada, pero sí.

—¿A que hora es?

—Es la última del día

Deje a la mitad mi batido.

Me había provocado un poco de náuseas. No estaba impuesta a hacerlo a ingerir nada hasta el medio día. Pero lo hacía.

—Ellie—me llamo Jane.

—¿Sí?

—No terminaste tu batido.

Mire el vaso medio vacío.

—No tengo tanta hambre—me excuse—. Aun no digiero la pizza de anoche.

Asintió pensativa.

Se había quedado todo el fin de semana conmigo. Ayer había ordenado una mega pizza. Ni ella ni yo éramos fans de cocinar. Así que, los tres días sobrevivimos a base de comida comprada.

—¿Averiguaste algo del tal Dave?

—No.

—Estuve preguntando a algunos compañeros sobre él—dijo.

—¿Y?

—Nadie lo conoce—alzo lo hombros—Es extraño ¿Crees que te haya mentido?

—Probablemente.

Mi plan era sencillo. El tipo dijo que estudiamos en la misma clase de literatura en el instituto, esta mañana había revisado recibí otro mensaje que me dejó aun más confusa.

No, confundida es poco. Me dejó pasmada, anonadada. Cualquier sinónimo que se utilizará para describir mi dificultad para procesar la información de manera clara en ese instante.

Me había invitado a salir.

¿Pero a este qué le pasa? Era un extraño. Ni siquiera lo conozco, ni tampoco se como obtuvo mi número. Lo cual era el principal motivo para desconfiar. Así que había llegado a una conclusión.

Planeaba llegar antes a la clase de literatura para indagar un poco sobre este misterioso tipo que seguramente debe ser un imbécil.

Usualmente era a mi mejor amiga la qué le pasaban este tipo de cosas, a mi no y por eso me era extraño este suceso.

—¡Oh, por Dios, Rod Harris viene hacia acá!

—¿Quien?

—Rob Harris, ¡el mariscal de campo!—exclamó obviando el hecho.

Claro.

Janet tenía un pequeño enamoramiento con el capitán del equipo de Futball del instituto. Además de ser el mariscal, era el primero en la cima de la jerarquía social de la escuela. Pero como todo típico chico popular del instituto, mantenía una relación amorosa con la chica más popular.

O sea, Haley Jackson.

Si te juntabas con ambos automáticos tu nivel en la tabla jerárquica subía de puesto. Y eso era lo que Jane anhelaba. Ser parte de ellos.

Pero yo no.

A mi me daba igual.

De hecho, hacía todo lo posible por socializar lo menos posible.

Rod Harris pasó justo por un lado de nuestra mesa, prestando absolutamente nada de atención en nosotras.

Mi amiga sonreía como si para ella se tratara de un sueño.

Por mi parte, me fue inevitable no mirar alrededor tratando de descifrar quien era ese tal Dave. La cafetería estaba llena de estudiantes de primer, segundo y tercer grado. Podría ser cualquiera.

Me había causado un poco de curiosidad saber porque precisamente a mi me había invitado a salir.

—¿Crees que me invite al baile de primavera?—preguntó sin dejar de verlo.

—Jane, tiene novia—le recordé.

—Lo sé—salió de su ensoñación—. Yo sería mejor novia para el que Haley Jackson—pronunció su nombre con desdén.

—Tu también tienes novio ¿Ya lo olvidaste?

—Claro que no—obvió —, pero Dan solamente es para distraerme. Mi verdadero amor siempre ha sido Rod Harris—soltó un suspiro esbozando una sonrisa boba de enamorada—¿Te imaginas? Jane Lee, y Rod Harris como los reyes del… baile.

Su rosto paso de brotar corazones por todos lados, a uno más serio. Casi como si hubiera descubierto algo que nadie más.

—¡Rod Harris!—golpeó la mesa.

Los cambios de humor tan drásticos de Janet a veces me daban tortícolis. Había mencionado a Rod como si su nombre fuese la clave a todos los misterios del universo.

—Ya dijiste su nombre un montón de veces.

—¡Rod! ¡Harris! —pronunció con una pequeña pausa entre los nombres.

Entonces entendí a que se refería al mencionar tantas veces al mariscal de campo. Lo comprendí como si de una revelación se tratara.

—Dave Harris.

—¡Sí!—golpeó la mesa entusiasmada—Rod Harris, Dave Harris. Si llevan el mismo apellido…

—Deben de ser parientes.—deduje.

No se como no lo noté antes.

—¡Rod debe de saber quien es!—dijo mientras se puso de pie.




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