Rayito de Luz.
Elizabeth.
Mi madre servía plato por plato en la gran mesa de roble qué se extendía por todo del comedor.
Al parecer, hoy es día de reunión familiar.
«Como me encanta estar en familia…»
Notase la ironía.
—Loca.
En cuanto me senté; Leonardo, mi hermano, había comenzado a insultarme. Como ya era costumbre, nadie le tomo importancia.
Ni siquiera yo.
—Idiota—le respondí en un intento por defenderme.
—Infantil—siguió.
—Inmaduro.
—Demente.
—Insensato—tenia un montón de insultos como respuesta, hasta que se cansara primero.
—Psicópata.
—Energúmeno.
Leonardo abrió la boca para decir algo más, se detuvo en un instante.
—¿Qué significa energúmeno?
—¿Cómo no vas a saber?—Mitchell soltó una carcajada, burlándose de la expresión de mi hermano. Natalie, su esposa le dio un golpe en el hombro por reírse de Leo.
—Y estúpido también.
—Elizabeth, ya basta—me reprendió mi madre.
Al llegar a casa, después de que Dian me dijera que no recordaba a ningún Dave Harris, me encontré con la sorpresa de que mi casa no estaba vacía.
Literalmente después de estar completamente sola, me encontré con que estaba toda mi familia. Mi madre había llegado de su viaje, mi padre también. Leonardo y Mitchell habían decidido que era buena idea reunirse hoy en casa.
Se podría decir que el momento era totalmente familiar. Natalie, la esposa de Mitchell estaba aquí junto a mis sobrinos; Adara y Asher. Ambos eran aún muy pequeños, por lo que se encontraban sentados en medio de la sala, donde jugaban con sus juguetes.
En cuanto a Leo, venía acompañado de Clara, su prometida.
Había comenzado a insultarme con solo verme, hace meses que no lo veía, ni hablaba con él.
—Él fue el que empezó—refuté.
Papá tomo asiento a la cabeza. Mi madre terminó en servir la comida con ayuda de sus dos nueras. Una vez terminaron, tomaron asiento para comenzar.
Las comidas y cenas familiares eran algo rutinario, dos o tres veces al mes. Dependiendo de que tanto trabajo tengan mis padres. A veces éramos solo mamá, papá, mis hermanos y yo. A veces, éramos toda la familia completa, incluyendo a Sam, Emily y los padres de mi padre.
—Solo falta que Richard y Kira estén aquí para que este momento sea perfecto.
Mi cuerpo entero se tenso cuando mi madre dijo eso.
—Olvidas a Emily y Sam—añadió mi padre.
—Cierto.
—¿Qué tal te fue en el instituto, Elizabeth?—preguntó mi padre, cambiando el tema.
—Bien, supongo—respondí sin algún interés en crear una conversación.
Pero agradecí que no hablaran sobre lo que mamá mencionó.
—Supones—dijo Leo.
—Ajá.
—¿Solo bien?—insistió mi madre.
—Sí.
—¿Por qué no puedes dar una respuesta normal?
—Leo, esa respuesta esta bien—contradijo papá.
—Solo digo que puede usar otras palabras para describir como le fue.
—¿A ti que te interesa como me fue?
—Elizabeth, no empieces de nuevo—mamá me hizo su habitual gesto de advertencia.
Mi única reacción fue rodar los ojos, un poco fastidiada. Seguía sintiéndome un poco mal. Los síntomas aún persistían, pero no tanto como esta tarde antes de salir del instituto.
Motivo por el cual, solo revolvía la comida en el plato con el tenedor.
—Clara, ¿Cómo van los preparativos de la boda?
—Excelentes, Leo y yo fuimos a ver un sito muy lindo donde queremos que se realice la fiesta después de la ceremonia—respondió.
La felicidad en su rostro fue evidente.
—Espero que tu boda sea tan maravillosa como la de Natalie y Mitch.
Su gesto flaqueo un poco ante lo dicho por mí madre, forzó una sonrisa.
—No debería haber comparaciones, Marian—dijo papá al ver la expresión de Clara.
—Papá tiene razón, no es una competencia.
—Por una vez en la vida, estoy de acuerdo con Mitchell—comentó Leonardo, sonó un poco molesto por el hecho de que mamá haya dicho eso.
—No hago comparaciones—se defendió mi madre—, simplemente digo que Clara merece tener una boda tan maravillosa como la de Mitchell y Nat.
—Estoy segura que será increíble—agregó Natalie—. Si necesitas ayuda para organizarla, cuenta con nosotros.
—Muchas gracias, lo tendré en cuenta—Clara sonrió antes de voltear hacia mi—Elizabeth, ayer te llamé, quiero tu opinión para a escoger los vestidos de dama, pero no respondiste.
—¿Por qué quieres su opinión? Elizabeth es un ogro en cuanto todo.
—Mi teléfono no funciona hace días—ignoré el comentario de Leo.
—La opinión de cada uno es importante—contradijo a mi hermano—. Se que a Elizabeth no le gusta usar vestidos, pero podríamos encontrar uno que le agrade.
—El que usó en nuestra boda era realmente hermoso—comentó Natalie.
—Parecía una bolsa de basura con patas.
—Leo, no hables así de tu hermana—lo regaño mi padre a medio cortar su carne.
—Se veía hermosa—opinó Mitchell, guiñándome un ojo.
—¿Sí? Pues en mi boda…
—Nuestra boda—corrigió su prometida.
—En nuestra boda, no quiero que vaya de color negro.
—¿Qué tienes contra el color negro, Leo?
—No es un velorio como para que vaya de luto—respondió a Natalie.
—El negro no es adecuado para una boda—agregó mi madre.
—No le veo nada de malo—Mitchell apoyo a su esposa.
—Tú no, pero nosotros sí.
—La verdad no importa de que color sea el vestido, lo importante es que se sienta cómoda con él.
Leonardo pareció cansado de que Clara no le diera la razón.
—¿Cómoda? Entonces iría en esos trapos qué usa a diario.
—¿Ya tienes todo organizado, Clara?—papá volvió al tema principal.
Un dato no interesante y tampoco relevante sobre Leonardo; le encanta insultarme. Siempre tiene algo malo que decir de mi.
—Aun nos faltan muchas cosas que planear.