Detrás de una Sonrisa

CAPÍTULO NUEVE

Bienvenidas a Boston, la ciudad del viento.

Elizabeth

—¿Qué es tan gracioso?

—Tu maleta de My little pony.—respondió Sam, recostado.

Se había echado en el poof de mi habitación en cuanto entró. Ambos me miraron con una ceja enarcada, hasta que Sam soltó una carcajada que me hizo rodar los ojos.

—Es la única que tengo—me defendí—No salgo de viaje desde que Leonardo se fue de esta casa.

—Si pero… pero… nunca… —la risa no lo dejaba hablar—nunca imagine que te gustara una serie para niñas.

—No me gusta.

—Te gustaba de pequeña—contradigo Jane.

Había traído su equipaje para irnos juntas hacia el aeropuerto.

—Claro que no—sisee, con la mandíbula apretada.

—Claro, claro, te creo totalmente—no pierde el tono sarcástico—Elizabeth, la chica odio a todo mundo y que posiblemente te encaje un cuchillo a sangre fría mientras duermes, le gusta una serie de Ponys mágicos que resuelven todo con el poder de la amistad—soltó la carcajada—. Me pregunto que pony era tu favorito

—¿Solo viniste a burlarte?

Mi mejor amiga —traicionera—le siguió las risas. Al menos hasta que notó qué yo no reía. Se mordió el labio, conteniéndose.

—Sigue burlándote y publicaré el video donde te cagaste en los pantalones—lo amenace.

Mi queridísimo primo borro su sonrisa al recordarle su pequeño accidente de hace dos noches. Jane pidió el video donde específicamente se escucha cuando Sam se zurró en los pantalones. Incluyendo los momentos donde gritaba como niñita asustada. Con esos clips, logre sobornarlo para que nos prestara las llaves de su departamento en Boston y no tener que pagar ningún hostal, ni un hotel, ni una casa de esas que se rentan.

—Bueno, bueno, ya guarda tu ropa—alzó las manos en señal de paz—. Ambos tenemos cola que nos pisen, tampoco eres perfecta.

—Nunca dije que lo fuera—continúe sacando las cosas necesarias para nuestro fin de semana en Boston.

Jane comenzó a sacar sus cosas de su maleta. A diferencia de la mía, era totalmente de color morado. Su idea fue que yo usará la suya, y ella la mía. Accedí. Guardó sus cosas enseguida, y me ayudo a organizar las mías.

Milagrosamente no siguieron molestando con lo mismo.

Para cuando cerramos ambas valijas, Sam ya nos estaba repitiendo una sarta de instrucciones para pasar la noche en su departamento.

—Si van a encender la estufa tiene que se la mecha izquierda de atrás, enciende la derecha si quieres explotar toda mi casa. Tampoco las de adelante, ambas tienen fuga de gas.

—Okay—bajé ambas maletas de la cama.

—Oh, y la llave izquierda del fregador tampoco funciona, tienes que girar la derecha o si no el agua comenzará a gotearse por toda la tubería y mi casa será un chapoteadero—explicó mientras salimos de mi habitación—. No tiene porque utilizarla si compras una vajilla desechable, así que mejor compra vasos y platos de plástico que puedas tirar a la basura, y sacas tu basurero antes de irte.

—Da igual, ya cállate.

—El cuarto de baño tiene todo lo necesario por si quieren ducharse, en el gabinete, la última puerta de la izquierda superior hay toallas para visitas.

—Ya entendimos, ya cállate.

—La primera puerta del lado izquierdo del pasillo es la habitación de Cameron, la segunda del lado derecho es mi habitación. De una vez les digo, ni se les ocurra entrar a mi santuario. La primera puerta del lado derecho es el baño, y la puerta del fondo es el cuatro de invitados, ahí dormirán ustedes.

Llegamos hasta la vacía sala de mi casa.

—No dejes abierta la puerta del balcón, el malvado felino de la vecina de un lado le encanta entrar a mi departamento y destruir mis cosas.

—Felino—repitió Jane, seguido de un gruñido de gato falso.

—La última vez desgarró por completo mi sofá y la señora loca nunca quiso hacerse responsable de los destrozos de su gato.

Extendió las llaves hacia mi, justo cuando las iba a tomar regreso su mano hacia él.

—¿No me falta nada?

—No, ya repetiste lo mismo como cinco veces.

—Vale—puso el manojo en la palma de mi mano—Guárdalas bien, es la única copia que tengo, las otras las tiene Cameron.

—Okey.

—Maryan dijo que le avisaras cuando ya estuvieran ahí—me hizo saber.

Caí en cuenta que no había visto mi teléfono desde hace días. Específicamente desde el último mensaje que le respondí a Dave.

Ya se me hacia mucha belleza que no me molestara en dos días.

—La llamaré desde el teléfono de Jane.

—Vale, las llevaré al aeropuerto en el auto de tu padre. Como amo ese vehículo, es tan fino, tan elegante, tan… —el sonido del timbre lo interrumpió—Agh, ¿Quién podrá ser?

—No lo sé, deja que se vaya.

Regla dos.

—Tenemos que estar en el aeropuerto en media hora—informó mi mejor amiga viendo la hora en su móvil.

—Me voy a echar un sueñito—Sam se tumbo en el sofá.

—No puedes dormir ahora, tenemos que irnos ya—expreso Jane.

—Cállate o no las llevo a ningún lado—respondió acomodando su cuerpo en mi sofá.

—Pero…

El timbre volvió a sonar, esta vez no lo ignore. Fui hasta la puerta , solo para llevarme la desgraciada de ver a Dave parado ahí afuera.

¡¡¿POR QUÉ ÚLTIMAMENTE NO SIGUES LAS REGLAS?!!

—Buen día, querida Elizabeth.

—No tienen nada de bueno.

Ya comenzaba a odiarlo, en serio. Era insoportable. Tan insoportable que solo pensar en el me daba dolor de cabeza. Lo había evitado todo el día anterior en el instituto, para ahora tenerlo frente a mi puerta.

—¿Qué quieres?

—Entregarte esto—extendió su mano hacia mí.

No entendí hasta que vi mi móvil sobre en su palma.

—¿Dónde lo…?

—Se te cayó dentro de la sala, cuando me tu amigo me empujó.

Arrugue el entrecejo, sin entender que decía. ¿Sala? ¿Cuál sala? ¿Qué amigo?

—La otra noche, en la casona del terror—explicó.




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