Regreso a casa.
Elizabeth.
Odio el olor a hospital.
Definitivamente lo odio. No es que tenga un trauma respecto a los hospitales, simplemente ver todo del mismo color, las enfermeras con sus uniformes blancos, la luz… el olor a enfermedad…
—Señorita Roberts—me llama el médico que me esta atendiendo—¿Me escucha?
Cameron me veía preocupado de pie a unos centímetros de la camilla.
No puedo devolverle la mirada.
—No estoy sorda.
—Perfecto.
Clave la mirada en el suelo, sintiendo mi mandíbula te te tensa. Estar sentada en una camilla de hospital es lo menos que me imagine con este dichoso viaje a Boston.
Todo ha sido un desastre. Absolutamente todo ha salido mal desde que llegamos. Y para rematar, ahora tengo que esperar a que el estúpido doctor me de el alta.
—Según el examen físico que le realizaron todo esta en orden, sus signos vitales son normales y aparentemente esta bien.
—Estoy bien—declare con más molestia de lo normal.
—Aparentemente lo está, señorita Roberts. Sin embargo su historial médico indica otra cosa.
—Estoy bien—repetí.
—¿Ha sentido dolores de cabeza últimamente?
—No—mentí.
—¿Mareos o falta de oxígeno?
—No.
—¿Ritmo cardíaco acelerado?
—Ya le dije que estoy bien—solté con más fuerza de la que preví.
Sentí su mirada juzgante sobre mi.
Pobre, esta pagando los platos rotos.
He de admitir que mi molestia no es precisamente por el ambiente en el que me encuentro. El olor a hospital, la luz, nada tiene que ver.
Cuándo recobre el conocimiento, lo que pasó en el museo golpeó como si un balde de agua helada me cayera encima.
El beso.
Los recuerdos.
Todo se fue al carajo.
—¿Puedes dejarnos solos un momento?
—¡No!—exclame alzando el rostro cuando le pidió a Cameron salir.
Sentí una leve dificultad al intentar respirar.
Estos días en Boston había estado tan relajada, que incluso no había pensado en él. No había soñado con… él. Y por primera vez desde hace días pude descansar y conciliar el sueño en paz.
Todo esa paz que sentí el día de hoy desapareció por completo ante lo sucedido.
—Señorita Roberts…
—No quiero que se vaya—ataje.
Fue increíble como al estar tanto tiempo sola con Cameron no me sentí insegura, y ahora la sola idea de quedarme a solas con el doctor me causó un repentino escalofrío en la espina dorsal.
—Bien, como usted quiera—concedió—Según su historial médico, su cuerpo no produce la cantidad suficiente de glóbulos rojos necesarios, lo que provoca todos estos síntomas que acabo de mencionar. Esto se debe a la deficiencia de hierro en la sangre.
—Estoy bien—repetí una vez más como una grabación programada.
—Su condición no es grave ahora—cerró su carpeta con mi información médica en ella—. Sin embargo si esto persiste puede ser grave en un futuro.
—¿Esa es la razón por la que se desmayó?—cuestionó Cameron, preocupado.
—Probablemente. Le haremos más estudios para determinar la razón de…
—Ya sabe que fue, ¿ya me puedo ir?
—Es indispensable descartar alguna enfermedad grave qué no esté en su historial…
—No tengo nada grave.
—Señorita Roberts, debemos realizar…
—No pueden obligarme a quedarme—comencé a desesperarme.
—Su salud es primordial…
—Mi salud esta perfecta, ya tiene mi expediente en sus manos. Ya puedo irme—me puse de pie a regañadientes.
En el momento me mi cuerpo tambaleo un poco, Cameron de inmediato se acercó a sostenerme. No fue nada grave, pude recomponerme.
—¿Estas bien?—preguntó Cameron.
Asentí, apartándome de su agarre. Ni siquiera me atreví a mirarlo a los ojos.
—Señorita Roberts, le sugiero que se quede. Realizaremos los estudios qué sean necesarios y podrá irse a casa después—intentó convencerme.
Quise negarme de nuevo. No pude hacerlo cuando todo dentó de mi cabeza me dio vueltas de nuevo.
—Ya vámonos—murmure cuando Cameron volvió a sostenerme.
—Oye, cuando me cerciore que estas bien nos iremos ¿vale?—la suavidad con la que me habló casi me convence de acceder.
Casi.
Negué, recordando el beso que me dio.
No me apetece pasar más tiempo con el. Es extraño ahora. Tenerlo tan cerca como si no hubiera pasado nada.
—Solo quiero volver a casa.
El médico asintió, rindiéndose en su intento por convencerme a quedarme.
Estoy bien.
—Mi única sugerencia es que no deje pasar su diagnóstico.
—¿Ya puedo irme?
—Por supuesto, solo necesito que su novio firme unos papeles para darle el alta.
Esa palabra. Esa palabra fue lo que empeoró mi estado de humor. Esa palabra hizo que todo se fuera al carajo.
Quise aclararle no muy amablemente que Cameron no es mi novio, no me dio tiempo. Salió seguido del chico que me miraba preocupado.
¿Por qué gente se empeña en creer que somos novios? Ni en mil años accedería a verlo.
Eso no es lo mío. Una relación no es para mi. Y menos con alguien como Cameron.
Los minutos se me hicieron eternos cuando el regreso con una hoja. No me espere a nada y salí del hospital con el siguiéndome detrás.
El asunto fue, que ni siquiera me atreví a dirigirle la palabra en todo el camino. Seguía preguntando si estaba segura de sentirme bien y yo solo asentí. Durante todo el camino me mantuve en silencio y mirando por la ventana, ya no había lluvia.
No sé si él pensó en eso toda la noche, pero fue algo que no pude sacra de mi cabeza durante el resto de mi estadía en Boston.
Al llegar me encerré en la habitación. Jane ya estaba en casa por lo que pasó toda la noche conmigo. Tampoco se veía muy animada, así que para no pensar en Cameron le pedí que me contara lo que pasó
Al final del día, ninguna de las dos tuvimos el ánimo para salir.