Nella.
El salón de la casa se encuentra estallado de personas hipócritas y sedientas de atención. Mi padre, que no solo una de esas personas si no el anfitrión de la reunión, sonríe a todos sus socios mientras nos presenta a mi y a mi madre como trofeos vacíos y perfectos, que solo saben asentir y sonreír.
Retengo al camarero que trae las copas de champagne y tomo una bajo la atenta mirada de madre y su reproche silencioso. Según ella, debería seguir aparentando ser la niña inocente que se esfuerza por formar, sin importar que haya cumplido los dieciocho hace dos meses y medio. Por un fugaz momento, imagino una magnífica escena en la que hago algo sumamente fuera de lugar frente a estos hombres, como por ejemplo beber de un trago la copa que tengo en la mano y forzar un eructo muy poco femenino por mi garganta, pero luego recuerdo su amenaza de esta misma tarde y todo impulso de rebeldía es aplastado por la mano bien cuidada de mi progenitor.
Si tuviera opción, y les aseguro que no la tengo, estaría internada en mi habitación, leyendo alguno de los libros que llegaron está mañana y no aquí, vestida como una muñeca de exhibición que regala sonrisas cordiales y comentarios superficiales. Pero en esta vida nada es cien por ciento como uno quiere y en mi vida, a menudo, más del setenta por ciento de ella es como quieren los demás.
Desde el otro lado de la habitación llena de gente, mi mejor amiga, Greta, saluda disimuladamente y hace un gesto de desagrado, logrando que me ahogue con las burbujas de la bebida. Disculpándome con madre y los socios de mi padre que me observan buscando algún pariente cercano a mi edad para casarme, camino sin prisa hacia ella. Puedo sentir la mirada desaprobatoria de mi padre sobre mi espalda descubierta, pero no se arriesgaría a plantear la duda del porque le molesta que me reúna con los otros herederos mas importantes de la ciudad. Greta me imita para encontrarse conmigo a mitad de camino, su mirada viajando a lo largo de los rostros de los presentes en busca de mi hermano, pero una vez que no logra encontrarlo, su cuerpo se relaja visiblemente, con completo alivio.
- Luces fantástica, cariño.- me dice antes de besar mis mejillas y entrelazar su brazo con el mío.- Veo que esta vez tu madre no se salió con la suya.
- Si fuera por ella, todavía elegiría mi ropa interior.- respondo poniendo los ojos en blanco.- El hecho de que no puedan controlar a mi hermano, los está volviendo demasiado controladores conmigo.
Greta hace una mueca ante la mención de Giorgio, pero no hace comentario alguno, mientras caminamos hasta nuestra mesa asignada.
La alta sociedad esta reunida esta noche en una gala de caridad que no es otra cosa que una nueva oportunidad para demostrar quién es más rico e influyente que quien. Un concurso de meadas bañadas en oro. Es por eso que no tengo permitido ausentarme, la imagen de mis padres se vería afectada por la ausencia de sus dos hijos perfectos. Giorgio, mi hermano mayor, está de viaje por Grecia tratando de encontrar nuevos inversores para la empresa de nuestro padre. Pero yo, la pequeña Nella Katzaros, no tengo justificación alguna para no aparecer en escena y fingir que disfruto de estos eventos.
- Tal vez deberías tomar otra copa de burbujas mágicas.
Igor, mi otro amigo de la infancia, está sentado en la mesa, esperando por nosotras. Viste un smoking a medida y su cabello negro siempre rebelde está peinado prolijamente a un lado, atrayendo la mirada de todas las damas de la sala. Poco les importa que apenas haya terminado la escuela, su metro noventa y aparecía perfecta y amistosa opacan su minoría de edad y su historial de romances escadalosos. Sé que en el fondo todos esperan un anuncio de compromiso entre nosotros, pero pueden seguir esperando.
- Tal vez tengas razón, sólo tal vez.- Guiño un ojo y tomo asiento a su lado, separando otra silla de la mesa para Greta. - Aunque sinceramente, no creo que una sola copa sea suficiente.
Saludo al resto de la mesa e ignoro la mirada venenosa de Amuenet, quien por algún motivo me fulmina con la mirada. No tardo mucho en comprender que es a causa de Ian, que me regala una sonrisa de mil voltios en cuando lo reconozco a su lado.
- ¿Dónde esta Brina? - Pregunto mientras tomo otra copa del mozo que pasa a nuestro lado.- ¿Logro huir tan rápido?
- Ya me gustaría, querida prima.- La suave voz de Brina llega desde mi espalda y segundos mas tarde deja un beso delicado como una pluma en mi mejilla.- No nos dejaran huir antes del espectáculo.
- Maldita sea.- murmulla Igor y es secundado por Ian y Greta, antes de que Amunet, imitando a nuestra profesora de protocolo, agregue.
- No es propio de un heredero de su envergadura hablar de esa manera, muchachito.
Toda tensión es olvidada cuando intentamos contener en vano nuestras risas, ganándonos miradas furiosas de nuestros padres.
- Solo por unas horas mas.- susurro solo para sus oidos.- Seamos los herederos deseados.