Detrás del Paraíso (borrador)

Capitulo 12‖

CAPITULO DOCE.

"La carta anónima"

Imagine Dragons resonaba por la bodega a todo volumen. Con la escoba en mano y paseando entre los estantes, cantaba bailando de ves en cuando. Después de acompañar a mamá a una de sus consultas con el psicologo, ( en la que por cierto, su diagnóstico mejoro) Me pidió a su manera que limpiará la bodega y la organizará. 

La bodega a estado abandonada desde que papá se fue. El la usaba para guardar recuerdos de su niñez y algunos libros de medicina en los estantes.

Ya no recordaba a ciencia cierta como era. La puerta se había permanecido cerrada desde que tenía diez años. 

Es una pequeña habitación, dividida con cuatro estantes en fila, uno detrás de otro, dejando espacio en medio de cada uno. Cada estante tiene trofeos de fútbol de mi padre, colecciones de carros clásicos de juguete, libros, y alguno que otro retrato de la familia a blanco y negro. Un estante en específico está lleno de fotos mías, medallas de gimnasia, mi primer trofeo en fútbol y algunos juguetes que había olvidado que tenía.

Con la escoba pase por en medio de los estantes, barriendo la fina capa de polvo del piso. Estaba más sucio de lo que pensé. Después de juntar una pequeña montañita de polvo en el centro, recargue el palo en uno de los estantes.

Observé todos los libros clásicos que había en la estantería y deslice mi dedo por cada uno. Recuerdo que papá me pidió leerlos todos y cada uno al pie de la letra. No me quejaba, me encantaba leer y disfrutaba de los diversos mundos que había en las letras pero, el llegó a un punto en el que me obligaba a leer textos que ni siquiera entendía, así que deje de leer, sin importar si a él le agradaba mi decicion o no y ahí fue cuando perdí el hábito de la lectura.

Volvería leerlos si tuviera el tiempo suficiente.

Curioseando entre los libros encontré la cámara de mamá. Esa mágica camará que capturó los momentos más bonitos de mi vida. La tome entre mis manos como si fuera lo más delicado que pude tomar en mi vida. Entrecerre un ojo y puse la cámara en el otro, observando que seguía sirviendo a pesar de ser tan vieja.

Presioné el botón superior y un "click" se escuchó seguido de un flasheo inmediato. Buscando algo que fotografiar subí y baje la mirada de la cámara, hasta que capte a algo... Más bien a alguien.

—¿Que haces aquí?—inquiri bajando la cámara y poniéndola en el estante con cuidado.

—¿Ocupada?—evadio mi pregunta. Cruzandose de brazos en la orilla de la escalera que guiaba a las estanterías.

—Si, mamá me pidió que limpiará la bodega.

Sean asíntio y camino en mi dirección mirando atentamente todo a su alrededor. 

—¿Necesitas algo?, ¿Quien te abrio?

Lo mire confusa.

Recuerdo que Liam me avisó que saldría al centro de Maxon y mamá se había quedado dormida, entonces... ¿Quien lo dejo pasar?

—Encontre una llave debajo de un planta que tenías en la entrada—de su bolsillo saco una llave metálica y me la entrego.

—Oh, claro. La llave de emergencia—susurre y la guarde en mi pantalón.

—Ahora entiendo cómo ayudaste a Scarlett con lo de la bala—dijo viendo los libros de medicina que reposaban en los libreros.

—Algo tenía que aprender de mi padre y aunque no fue gran cosa, aprendí a hacer curaciones perfectas.

Asintio algo sorprendido y sin volver a dirigirme la palabra comenzó a tocar todo lo que se hayaba a su pasò. Las colecciones mi padre, libros, trofeos y de más.

—Asi que eras toda una deportista, ¿Eh?—una sonrisa torcida se trazo en sus labios—primer lugar en gimnasia, quien lo diría.

—Tambien fui a natación y practique un poco de boxeo—presumí.

—Yo tome clases de defensa personal pero a los pocos años lo deje—murmuro aún sin verme mientras analizaba un carrito de juguete.

Me quedé en silencio e hice un mohin, sin saber que decir.

—¿Puedo preguntar, porque?

Su silencio me lo dijo todo. Cuando me di por vencida, su mirada recayó en la mía y pude notar un poco de confusión en la mirada.

—Para serte sincero, no lo habría hecho si no fuera por mi padre. No sé ni siquiera por qué lo hice, cuando era lo que más me gustaba pero bueno... Supongo que me importó más la aceptación de mi padre.

Otro silencio.

Me di cuánta que desde que hablaba con Sean, eran muy frecuentes los silencios, y la mayoría de ellos destacaban por ser incómodos. Sin embargo, este fue diferente. 

—¿Puedo preguntar otra cosa?

Su mirada vaciló por un momento.

—¿Tengo otra opción?

No sabía si de verdad preguntarselo. Creo que después de lo poco que convivimos podía preguntarlo. 

Negué y proseguir con mi pregunta: 

—Yo se que tal vez no somos amigos, ni mucho menos tenemos una confianza alta pero no puedo evitar preguntarlo, ¿Cómo te sentiste cuando te enteraste de la enfermedad de Henry? Claro que sí no me lo quieres decir, estás en todo tu derecho de hacerlo.

Se mordió el labio y hubo otro silencio.

—No soy una persona de expresar mis sentimientos. Y tampoco se detectarlos cuando me siento de esa manera, así que podría decir que un poco... Triste.

Las palabras salieron de mi boca sin poder evitarlo más.

—¿Puedo abrazarte?

La confusión invadió su rostro. Me miró rápidamente y quedó atónito ante mi pregunta. Sin saber que decir, asíntio pausadamente y ya sin poder remediar lo que dije me acerque con timidez y rodee su cintura con mis brazos. Al principio se quedó estático, al paso de los segundos sus manos me apretaron a el.

La fragancia masculina chocó contra mis fosas nasales pero me gustaba...

Me gustaba...

Me separé de él lentamente y retrocedi un par de pasos, para llegar a mi sitio anterior.

—¿Por qué un abrazo?

—Por que creí que necesitabas un abrazo—le sonreí con la boca cerrada.




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