"Esto no va a ir bien"
No pude sacar esas palabras de mi cabeza en todo el día. Desde que me había levantado aquella mañana para mirar por la ventana y encontrarme un cielo totalmente turbio que me daba los buenos días, mi enfado se había convertido en una bola que iba creciendo a medida que pasaban las horas.
Por si fuera poco, parecía que el universo se había puesto de acuerdo para que ese mismo día, solo ocurrieran más que desgracias. El camión de la mudanza se había retrasado más de dos horas, el hombre con el que me había citado para darme las llaves de mi nuevo apartamento no había aparecido, y yo, me encontraba de muy, muy mal humor.
- ¿Qué demonios pasa hoy?
Miré al cielo durante unos segundos, esperando que alguna señal del destino que me dijera porque se había cebado conmigo precisamente aquel día. Suspiré. Después de haber perdido la mañana esperando el camión de mudanzas, ahora que por fin me encontraba delante del edificio donde viviría los próximos años, no podía ni siquiera entrar.
- Podemos tocar a algún vecino, seguro que lo entenderán.
Mis ojos fueron directos hacia Sasha. Se había quedado conmigo desde la noche anterior ayudándome con todo, incluyendo el embalaje de las cajas, las maldiciones que soltaba cada vez que salía algo mal, y las esperas de más de dos horas; si no hubiera sido por ella lo más seguro es que ya me hubiera tirado desde algún puente por el que habíamos cruzado en el camino. La observé durante unos instantes, aún cuando yo me sentía hecha un desastre después de todo aquel desastrozo día, ella parecía como si acabara de salir de paseo en un día de primavera. Su pelo rizado y oscuro seguía en orden, su ropa la cual consistía en un vestido azulado, estaba perfectamente planchada, lo único que hacía que pareciera no tan perfecta eran las pequeñas gotas de sudor que salpicaban su piel bronceada. No era mucho mas alta que yo, aunque su postura y su barbilla siempre alzada, ocasionaba que a veces me sintiera diminuta.
- ¿Y si no?
- Tendremos que esperar hasta que alguien salga, o entre. – respondió, suspirando de igual forma. – Puedes intentar trepar por la fachada, aunque con la pinta que tiene este lugar no me extrañaría que acabaras en el piso de algún psicópata.
Evité poner los ojos en blanco. Adoraba a mi amiga, pero a veces podía ser demasiado... "quisquillosa". Mi mirada volvió hasta el edificio. No era lo más bonito del mundo, tenía que admitirlo. Con más de treinta años no podía considerarse el lugar más "cool" en el que vivir; la fachada de color rojizo estaba totalmente desgastada, y aunque debían haber hecho reformas hace años, jamás la habían tocado. El jardín delantero tampoco era algo por lo que presumir, aunque había árboles y arbustos salpicados en distintos puntos, se notaba su falta de cuidado en seguida. Además de todo aquello, estaba aquel silencio, era como si nos hubiéramos alejado de la civilización por completo.
De acuerdo, no había elegido aquel lugar por su exterior precisamente. En realidad, lo había hecho porque no era demasiado caro, y no estaba lejos del centro. No obstante, el interior no estaba tan mal. El piso contaba con un pequeño salón, una cocina abierta, y un dormitorio con su respectivo baño. No necesitaba más, no en aquel momento.
- A mí me gusta.
- Kayla... sé que te mudaste a toda prisa, no tuviste mucho tiempo de organizarlo todo, mucho es que después de lo de Simon tú...
Una sola mirada por mi parte hizo que se callara. No quería hablar de eso, y mucho menos en ese momento en el que parecía que el día no podría ir a peor, lo último que necesitaba era recordar. Cogí con fuerza la caja que llevaba entre las manos y me dirigí con paso firme hacia la puerta del edificio, aunque la lluvia se había detenido hace poco, al levantar la vista para ver la nube gris que se expandía por encima de nuestras cabezas, tenía claro que no iba a durar demasiado.
La puerta tenía el mismo aspecto que el edificio, de madera desgastada y picaportes algo oxidados. Sasha arrugó la nariz en cuanto llegamos hasta ella. Pero en vez de decir algo, se acercó hasta el telefonillo.
- ¿Cuál era tu piso? –preguntó mientras se agachaba para inspeccionar los nombres grabados en los apartamentos.
- ¿Esperas que te responda el fantasma de la mujer que murió allí?
- ¿Ha muerto alguien ahí? –se reincorporó enseguida, con una repentina alarma en su voz. - Dios mío Kay, ¿Por qué tenías que elegir un sitio como este?
Solté una pequeña risa y le guiñé un ojo, dejándole claro que era una broma, lo que hizo que pusiera los ojos en blanco. Me dispuse a dejar la caja en el suelo y tocar a uno de los pisos al azar. La primera vez no hubo suerte, la señora que nos entendió pensaba que queríamos venderle algo, la segunda vez nos tocó un chico que parecía que se había fumado toda la hierba del mundo. No fue hasta el tercer intento, que conseguimos entrar.
- La verdad, tampoco tiene demasiado sentido que entremos al edificio si ni siquiera tenemos las llaves de tu piso.
- Lo sé, pero prefiero esperar al idiota que me tenía que dar las llaves dentro, que fuera acompañada de una agradable tormenta veraniega.
En cuanto entramos al edificio Sasha se quedó callada. Tampoco hacía falta que dijera nada, sabía lo que le pasaba por la cabeza en aquel momento. El recibidor era pequeño, constaba de un pequeño pasillo con una moqueta color vino, horrible que puedo decir, que daba a unas escaleras de madera igual de desgastadas que el suelo. Había dos puertas a mano derecha. Una que por lo que sospechaba podía dar a uno de los patios que se encontraba en el lateral, y otra que tenía un cartel colgado de "solo personal".
- Sabes, si escribes una novela de terror este sería el lugar perfecto. - comentó por lo bajo, sin disimular su sarcasmo.
Ignorando de nuevo su comentario fui hacia las escaleras. Nuestros pasos fueron acompañados del crujir de la madera cada vez que subíamos un escalón.