"Soñar está sobrevalorado, la realidad a veces supera los sueños.
Aunque no siempre en el buen sentido."
Jack. Devastadora tormenta.
Aquella noche decidí acostarme temprano; no solo estaba físicamente cansada, mi mente había llegado un punto en que ya no podía pensar en nada mas que no fuera una almohada y la inconciencia completa. Después de darle su ansiada cerveza a Sasha y despedirla, fui directa a la ducha. Por suerte había agua caliente. Tenía que reconocer que lo había dudado durante unos momentos cuando había pisado el baño, no obstante, parece que en eso el universo había sido benévolo.
Me fui a la cama, ni siquiera me molesté en secarme el pelo. Me puse una de mis camisetas favoritas para dormir y me acosté. Cerré los ojos dispuesta a dejarme arrastrar enseguida por los brazos de Morfeo. Lo hice, me quedé dormida enseguida. Concilie el sueño, al menos, durante un rato.
El universo no era tan benévolo.
·
Odio que me despierten, de verdad, es una de las cosas que más odio. Mas después de un día de mierda como el que había tenido y cuando por fin había conseguido conciliar el sueño. Así que cuando un sonido desconocido entró por mis oídos haciendo que abriera los ojos de golpe, un quejido salió de mi garganta. Me incorporé en la cama, aún con los ojos hinchados.
"¿Qué demonios es ese ruido?"
Pero no era un simple ruido, más bien, era música.
Notas infernales traspasaban la pared desde el otra lado hacia la habitación en aquel momento. ¿Era un piano? ¿Quién demonios se ponía a tocar un piano a las...? Extendí el brazo, palpando la mesita de noche en busca del móvil. Cuando lo encontré y lo encendí, la luz me dio directa en los ojos, pasaron unos segundos hasta que mi vista se acostumbró.
"La madre que los..."
Eran las dos de la mañana.
Las benditas dos de la mañana.
Solté un quejido, tapándome con la almohada. Solo pasó un momento hasta que me incorporé hecha una furia. ¿Quién era el estúpido o estúpida que se ponía a tocar en plena madrugada? Derrotada por mis impulsos, decidí levantarme. En cuanto mis pies tocaron el suelo sentí el frío de la madera, haciendo que temblara. Me erguí, aunque sin saber muy bien dónde ir.
No tenía pinta de que se fuera a detener. ¿Se supone que tenía que ir y quejarme? Dudé. Había mas vecinos, ¿acaso nadie se iba a quejar? Seguro que sí, después de todo no era posible que a nadie le molestara. Me senté, intentando calmarme. Era mi primera noche en la casa, lo último que deseaba era crear problemas, mi objetivo principal siempre había sido pasar desapercibida. Así que esperé. Y esperé.
Las dos y diez.
Dos y veinte.
Dos y media.
Inspiré hondo. ¿Acaso era a la única que le molestaba? Quizás nadie más podía escucharla. Después de todo venía del apartamento de al lado, tampoco estaba a un sonido tan alto para que se escuchara en todo el edificio. Eso simplemente me cabreo aún más. Con un gruñido me deje caer de nuevo sobre el colchón, pensando que definitivamente aquel día el karma se estaba cebando conmigo de mala manera. No sé a qué hora logré conciliar de nuevo el sueño, solo sé que el último pensamiento que tuve antes de hacerlo, fue el mismo que tuve esa misma mañana.
Esto no va a salir bien.
·
·
Necesitaba un café.
Aquel fue mi primer pensamiento en cuanto abrí los ojos. Necesitaba desesperadamente un café. Me erguí sobre la cama, el sol se colaba a través de las cortinas y una brisa fresca corría a través de la habitación. Aún era temprano, pero decidí levantarme.
No hice demasiado las primeras horas. Desempaqué algunas cajas, limpié, sacudí el polvo,ví una serie que había dejado a medias en netflix y me bebí una gran taza de café que mi cuerpo necesitaba desesperadamente. Era como una necesidad básica más, si no bebía café por la mañana el resto del día era como si mi cuerpo no funcionara correctamente.
"Ah, la buena vida"
Cerré los ojos y sonreí, saboreando el sabor fuerte del café e inspirando su aroma. Después de horas y horas caóticas, por fin parecía que iba a tener un poco de paz. Inmediatamente el timbre del apartamento sonó.
Bueno, al menos había aguantado unas horas.
Reteniendo el suspiro que había asomado por mi garganta, me levanté del pequeño taburete que estaba junto a la isla de la cocina para ir hacia la puerta. No había dado ni dos pasos cuando oí como llamaban otra vez; no me hizo falta mirar por la mirilla para saber de quien se trataba.
- ¿Acaso no decías que necesitarías una buena razón para subir hasta aquí de nuevo?
Sasha no me contestó, simplemente entró y fue directa hasta la cocina, supuse que siguiendo el olor de la cafeína. La seguí y me volví a sentar, cogiendo mi taza de nuevo. Vi como cogía un vaso del aparador para servirse también. Pasados unos instantes, se dio la vuelta y me miró seriamente.
- ¿Pasa algo?
Me observó durante unos momentos antes de suspirar.
- Necesito tu ayuda.
Alcé las cejas. Sasha no era de las que pedían ayudan, no a menos que estuviera muy desesperada, realmente desesperada. Nivel, el mundo se acaba y eres mi única salvación. Mi curiosidad se hizo mayor.
- ¿Qué ha pasado? - pregunté acercándome a ella.
- Vincent... va a dar una de sus fiestas.
Oh. Oh.
De acuerdo. Ahora entendía porque todo el brillo de su rostro había desaparecido por completo. Vincent era el hermanastro de Sasha, tenía veintinueve años, cinco más que ella, aun así mentalmente podíamos decir que tenía varios menos. El padre de Sasha se había casado con la madre de él hace catorce años, cuando iban al colegio. Al principio todo fue bien, pero a medida que fueron creciendo, Vincent se volvió... un imbécil, por decirlo de alguna manera. En cuanto heredó la empresa del padre de Sasha se volvió más y más ambicioso. Y un completo cretino.