Devastadora tormenta.

VII. Comienza la guerra.

 

- ¡¿Acaso estás demente?!

Mi grito resonó por todo el apartamento. Me levanté de un salto del sillón en el que estaba sentada. Sin esperar respuesta, caminé decidida hacia la pared y encendí la luz. Mi rostro giró, sin sorprenderme para nada cuando mi vista se posó en el imbécil que se encontraba en la puerta. Parecía recién levantado con una camiseta negra y unos pantalones de pijama de color azul, junto a su pelo, el cual se encontraba de nuevo hecho un desastre.

"¿Lo hace a propósito? ¿Por qué tiene que verse tan bien sea la hora que sea?"

No Kay, concéntrate.

Avancé con paso firme hacia él. A medida que me iba acercando, fui percatándome de que algo no encajaba. Jack estaba en el umbral, justo en la entrada del piso, sin embargo...mi rostro descendió y me detuve con mis ojos clavados en el suelo, o más bien en la puerta en el suelo. Tardé unos segundos en entenderlo.

- Un momento, espera, tu... ¡¿Me has derribado la puerta?! – rugí, mientras mis ojos se posaban en él, encontrándome con su mirada llena de diversión.

- Por los gritos que pegabas, pensé que te estaban acuchillando.

- Si alguien va a ser acuchillado te aseguro que ese eres tú. – di un paso hacia él elevando mi cabeza. - ¡¿Por qué demonios has hecho esto?!

- Te lo he dicho, pensé que te estaban matando.

- ¿De qué diablos hablas? 

- Gritabas como una posesa. - dijo finalmente.

No me lo podía creer. Simplemente no podía ser, no podía estar pasando algo como aquello, no a mí. Mis ojos se detuvieron unos segundos más en mi puerta destrozada, para luego subir y fijarse de nuevo en él.

- Estás loco.- solté sin dejar de mirarlo.

Alzó las cejas. Su boca se abrió dispuesto a decir algo, pero una voz a su espalda lo interrumpió justo en ese momento.

- ¿Está todo en orden?

Mi mirada fue hacia un lado más allá de aquel demente, deteniéndose en el pasillo; un hombre bajito con un espeso bigote nos miraba con cara de preocupación. Por lo poco que me detuve a observarle, no aparentaba más de cincuenta años, algunas arrugas que marcaban la piel oscura de su rostro. Sin embargo, en aquel momento no me pudo importar menos su apariencia. Mis ojos se pararon en su ropa oscura. Era un uniforme el cual llevaba una insignia característica en el pecho.

"Es un policía"

Aquello no me alegro tanto como me gustaría, más que nada, porque significaba que algún vecino se habría quejado y mi plan de pasar desapercibida había sido por completo un fracaso, y pensar eso solo hizo que mi furia aumentara.

"¿Cómo es que ha llegado tan rápido?"

- ¿Está todo bien? 

 Cuando volvió a preguntar, yo por fin salí de mi ensoñación. Nos miraba alternativamente.

- No. – respondí dando un paso al frente más que  dispuesta a aprovechar aquella oportunidad. – Este lunático...- empecé mientras lo señalaba con el dedo. – Me ha tirado la puerta abajo. Arrestelo, o póngale una camisa de fuerza. Me da igual mientras meta su culo entre las rejas antes de que lo tire al Támesis.

Jack puso los ojos en blanco. Por el rabillo del ojo fue consciente de que Sasha no se había movido del sofá, con su vista puesta en nosotros totalmente pendiente de la escena. Fue cuando me percaté de cómo se llevaba algo a la boca. ¿Estaba comiendo? Me fijé mejor, dándome cuenta de que tenía una bolsa de palomitas en las manos. Espera un momento, ¿era en serio? Tenía que estar bromeando. Cogió entonces la bebida, pegando un trago, sin apartar ni un segundo los ojos de nosotros. Solté un bufido, era el colmo.

El hombre habló haciendo que le volviera a prestar atención.

- ¿Eso es cierto? – preguntó mientras posaba su vista en Jack.

- Si. – admitió él, sin parecer afectado. – Pensé que estaban en peligro.

- ¡Estábamos viendo una película por el amor de dios!

- No lo podía saber. Por los gritos parecía que te estaban matando en medio del salón.

Respiré hondo, tratando con todas mis fuerzas de no dejarme llevar por el impulso de estrangularlo.

- Estoy más que segura de que si me hubieran estado matando, ni te hubieras acercado a mi puerta. Es más, te hubieras quedado sentado en tu sillón mientras subías el volumen de la televisión.

Su mirada se detuvo en mí durante unos segundos, antes de sonreír con aire totalmente inocente.

- Por supuesto que no. Después de todos somos vecinos. - declaró ensanchando aún más su sonrisa.

Apreté los puños. El control de mi ira estaba en el límite.

- Entonces... ¿has derribado la puerta por los gritos? – preguntó el policía, haciendo que mi atención se desviara hacia él de nuevo.

- Claro. – respondió encogiéndose de hombros. - pensé que ocurría algo, solo quería ayudar.

- ¡Serás cara dura!

- No es un barrio seguro, y una chica que vive sola...

Me acerqué un paso hasta él.

- Eres un...

- De acuerdo, de acuerdo. - el hombre se puso en medio de nosotros, evitando la masacre. – Está claro que ha sido un malentendido, Jack solo quería ayudar así que lo dejaré pasar por esta vez.

Abrí la boca indignada. No solo por el hecho de que lo estaba dejando pasar y no iba a meter su culo entre rejas, más bien fue porque lo acababa de llamar por su nombre. ¡Se conocían! Ahora entendía porque estaba tan tranquilo aun cuando había venido la policía.

- Deberían irse a dormir y tratar de descansar. Bajaré y hablaré con el conserje para que se solucione el tema de la puerta esta misma noche, no podemos dejarla sin puerta. Y Jack... - su mirada fue hacia él y lo observó con severidad. – La próxima vez, llámame primero, no te hagas el héroe.

Asintió con la cabeza, aunque sin quitarme los ojos de encima. El policía hizo un gesto con la cabeza como despedida y se dio la vuelta preparado para marcharse.

- Espere, no puede... - comencé a hablar dispuesta a quejarme, pero entonces una mano en mi hombro me detuvo.




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