Devastadora tormenta.

VIII. Primer misil.

Después del incidente, por decirlo de una manera simple, la guerra entre nosotros estalló. Comparadlo con la batalla de Somme, la segunda guerra mundial, o lo que queráis. Cualquier suceso en que alguno de los bandos acababa muerto podía compararse con lo que se iba a producir en aquel edificio. Los misiles iban a estallar de un momento a otro.

Por suerte, no tuve que pagar una puerta nueva ( ni matar a nadie como consecuencia). El dueño de la casa se hizo cargo, ni siquiera tuve que darle una explicación, asumió que con lo vieja que era el piso, las cosas se rompían. El policía, que al final resultó ser uno de los vecinos que vivían en el primer piso, me ayudó a colocarla esa misma noche. No me preguntéis de donde demonios saco una puerta a esas horas, yo solo suspiré aliviada al saber que no tendría que quedarme despierta toda la noche haciendo guardia en mi propio salón.

Los días pasaron, seguidos de noches donde el silencio reinaba, la calma era el único acompañante en esas horas nocturnas. Parecía que no había ocurrido nada, como si todo fuera normal. Y aquello solo me puso aún mas nerviosa, no podía evitar pensar que aquella sospechosa calma solo era un tiempo muerto, que enseguida la tormenta llegaría hasta a mí.

Y como había dicho, detestaba las tormentas.

No lo vi desde aquella noche. Ni siquiera tocó el piano ninguna vez más, supongo que se quedó demasiado a gusto derribando mi puerta.

Pero yo no estaba tranquila, mi deseo de vengarme iba en aumento a medida que pasaba el tiempo. La mayor parte me encontraba arreglando el piso o buscando trabajo, pero en los pequeños ratos en los que estaba desocupada mi mente se dedicaba a maquinar como podría devolvérsela. Aunque todo lo que se me ocurría parecía demasiado indulgente para él. Sasha me aconsejó que lo dejara pasar ya que gracias a eso tenía una bonita puerta nueva. Sin embargo, era superior a mí, la guerra había estallado y yo no pensaba ser la primera en rendirse. 

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Eran casi la una cuando decidí salir del apartamento después de haber estado algunas horas mirando ofertas de trabajo y haber enviado curriculums a medio país; decidí que lo mejor era darme un respiro para tomar el aire. La lluvia de la mañana se había detenido, por lo que pensé que era el momento perfecto para aprovechar y salir de allí.

Habían pasado cuatro días exactamente desde el incidente con Jack y la puerta. Como había dicho, no lo había visto desde entonces, por lo que no me sorprendería si me estuviera evitando. Sin duda debería hacerlo. La idea de vengarme aún pasaba por mi mente, por lo que aquel día cuando salí del piso y choqué contra alguien, pensé que por una vez el destino se estaba poniendo de mi parte.

- Lo siento.

Mis ojos se elevaron encontrándome con una chica rubia, algo más alta que yo, la cual me miraba con extrañeza. En ese momento un pensamiento veloz pasó por mi mente.

"Es otra chica"

Ni siquiera tuve que pensarlo demasiado, estaba segura de que venía del apartamento de Jack. Aparte de mi piso solo estaba el de él, ya que el tercero se encontraba vacío. No aparté los ojos de ella mientras mi mente empezaba a pensar con rapidez.

- Perdona, no te he visto. - se disculpó formando una tímida sonrisa en sus labios.

Entonces me di cuenta de que me la había quedado viendo fijamente.

- Oh, no, no. No pasa nada. - mis ojos se desviaron hacia un lado, concretamente hacia la puerta de al lado. - ¿Vives aquí? Perdona, es que conozco a todos los vecinos y nunca te había visto.

- No, no vivo aquí. - sonrió de nuevo. – Soy una... amiga de Jack.

La forma en la que dijo amiga no me pasó desapercibida. Este chico era increíble. ¿A cuántas chicas estaría embaucando? Intenté no pensar demasiado en ello y me concentré en la conversación que estaba teniendo en ese momento.

Una idea se estaba formando en mi mente. Era buena, aunque algo perversa también. Las dudas de si hacerlo o no llenaban mi cabeza. Miré por encima de mi hombro durante unos instantes y el recuerdo de mi puerta rota me asaltó.

"No merecía un final así."

Mis ojos se posaron en aquella chica de nuevo, esta vez con clara decisión. 

- Oh vaya... - comencé a bajar mi tono de mi voz mientras miraba hacia abajo unos segundos. A continuación, elevé mi rostro, con mi mejor cara de fingida preocupación. - Entonces... deberías tener cuidado...

Frunció el ceño ante mi repentino comentario. 

- ¿Perdón? - La confusión se tornó en su rostro. - ¿A qué te refieres?

- Él... - inspiré hondo y miré a los lados, intentando darle más dramatismo. Entonces me acerqué hasta ella y le hablé casi en susurros. - Él es peligroso.

La confusión de su rostro pasó a alarma en cuestión de un segundo.

- ¿Peligroso?

- No eres la primera sabes. – advertí.

Vi un brillo de dolor cruzar sus ojos claros. Traté de no sentirme culpable, después de todo, era mejor advertirle que dejar que jugara con ella.

- Se que... sé que él es muy popular con las chicas, pero estoy segura de que yo podría...

- Eso pensaba la otra. - negué con la cabeza. - Un día la encontré llorando, dijo que no quería volver a acercarse a él.

- A lo mejor solo habían discutido.

Volví a negar.

- No es solo por la chica. Por las noches se oyen ruidos raros al otro lado de la pared. – comenté, lo cual no era completamente mentira. - He visto como ha venido la policía desde mi apartamento. - eso era verdad. - Creo que está metido en temas de drogas.

- Eso no es posible... - su voz tembló, pero me obligué a continuar.

- Un día se volvió loco. - temblé de manera exagerada. - Me derribó la puerta y entró a mi apartamento, fue aterrador. Por suerte no estaba sola y la policía llegó a tiempo. Si no él...

Me callé en ese instante, dejando que la imaginación de aquella chica hiciera el resto.




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