Tuve un poco de cargo de conciencia durante algunas horas, pero llegada la noche parte de mi culpabilidad se había ido. Después de todo había librado a aquella pobre chica de sufrir, casi hasta me lo tendría que agradecer. Eran pasadas las diez cuando llamé a Sasha para contarle todo, aunque a ella no le pareció tan gracioso.
- ¿Por qué no entierras de una vez el hacha de guerra? – preguntó finalmente.
- Jamás.
- Solo vas a conseguir empeorarlo. Ya te ha tirado la puerta abajo, no quiero imaginar que hará esta vez. – declaró con voz cansada.
Crispé los labios. Ya había pensado en ello, pero si era sincera unas cuantas noches sin dormir era un buen precio solo por ver la cara que se le habría quedado.
- Lo que más me sorprende es que de verdad aquella chica se tragara tu trola.
- Por supuesto que lo hizo. – repuse con una sonrisa en los labios. - Si quisiera podría vivir como actriz.
- O de estafar a la gente... - masculló.
Ignorando su comentario decidí cambiar de tema y no volver a mencionar a Jack.
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Supe que mi venganza había sido un éxito cuando al día siguiente el sonido de alguien aporreando mi puerta me despertó. Gruñí fijándome en el reloj, viendo que eran las nueve de la mañana. Quise ignorarlo y seguir durmiendo, sin embargo, no parecía que los golpes fueran a cesar, por lo que decidí levantarme. Sin ninguna prisa me vestí con uno de mis pijamas largos, mientras los golpes se volvían más insistentes. Fui hacia la puerta del piso y sin poder evitarlo una sonrisa se adueño de mis labios en el momento en que la abrí.
- Buenos días querido vecino. – saludé tranquilamente dejándome caer en el marco de la puerta.
- ¡¿Qué cojones le dijiste a Lydia?!
Estaba furioso.
Y yo estaba a punto de saltar de alegría.
- Oh, así que se llamaba Lydia. - respondí con total inocencia mientras apoyaba un dedo en mi barbilla. - ¿Qué le dije?
Las gran mayoría de las lámparas del pasillo estaban apagadas, desde hacía días no funcionaban del todo bien. Supuestamente iban a arreglarlo pronto o al menos eso ponía la nota que habían dejado en la entrada del edificio, pero como es obvio, aún no lo habían hecho. La única luz era la que provenía de mi salón, por lo que tenía que forzar un poco la vista para verle bien el rostro.
- Ayer salió de mi apartamento con una sonrisa y hoy ni siquiera me ha dejado acercarme a ella. Cuando he intentado que habláramos ha puesto cara de miedo para luego decirme que se iba del país.
- ¿Y por qué supones que he tenido algo que ver?
Simuló una sonrisa.
- Porque después de lo contenta que se fue la última vez que la vi, la única explicación es que alguien le haya metido ideas estúpidas en la cabeza. – tensó los labios. – No sería la primera vez.
Me quedé unos segundos en silencio mientras me frotaba la barbilla como si de verdad pensara una respuesta.
- A lo mejor es que no lo haces tan bien como piensas. – solté.
No dijo nada. Podía notar su mal humor desde la distancia, tenía los hombros tensos y sus ojos casi me traspasaban, estaba segura de que si pudiera matarme con la mirada ya estaría más que enterrada. Repentinamente se acercó a mí, así que de un momento a otro me vi atrapada entre él y el marco de la puerta. Subió su mano para apoyarla en la pared consiguiendo que el espacio entre nosotros se redujera considerablemente. Su aliento rozó mi piel y tomé aire, sintiendo como mi pulso se aceleraba.
- Te aseguro... que lo hago mejor de lo que pienso.
Bufé por lo bajo.
- De acuerdo machito, si tú lo dices.
- ¿Qué demonios le dijiste?
- Solo hablamos de ti. – respondí encogiéndome de hombros. - Y de cómo te gusta ir derribando puertas ajenas.
- ¿Acaso piensas espantar a todos mis ligues? – preguntó casi gruñendo.
- ¿Acaso piensas seguir despertándome?
Su cara bajó haciendo que nuestras narices casi se rozaran. Traté por todos los medios de no ponerme nerviosa, pero fue en vano. Un poco más y estaba segura de que el corazón podría salirse de mi pecho.
- No comiences una guerra que no puedes ganar. – declaró sin apartar la vista de mí.
- No soy yo la que va destrozando puertas.
Y nos quedamos ahí mirándonos durante un buen rato. Si fuera posible estoy segura de que podríamos quedarnos una noche entera echándonos miradas de odio. Tomé una bocanada de aire y entonces su mirada bajó hasta mi boca, consiguiendo que algo extraño y repentino vibrara en medio de los dos. Una especie de electricidad comenzó a brotar, no supe muy bien de donde vino, pero antes de darme cuenta ya estaba entre nosotros. Nuestras respiraciones se aceleraron a medida que aquella extraña sensación se hacía más fuerte. Noté mi sangre correr a gran velocidad cuando su rostro descendió. Los pocos centímetros que nos separaban repentinamente se convertían en milímetros.
- Kay...
Oír mi nombre en sus labios fue lo último que necesité para que me olvidara por completo de como respirar. Sin poder evitarlo mi mirada bajó y...
- ¡Kay!
Pegué un brinco. Mi rostro giró, encontrándome con Sasha observándome desde el otro lado del pasillo con los brazos cruzados. El calor inundó totalmente mi rostro. Por el rabillo del ojo vi como Jack se había separado poniendo distancia entre los dos y no pude más que suspirar algo aliviada. Tuve que esperar unos segundos hasta que mi sangre comenzó a estabilizarse.
- Ya hablaremos de esto. - declaró por lo bajó antes de darse la vuelta para irse.
Cuando Sasha llegó hasta mí con la sorpresa dibujada en su rostro, él había desaparecido dentro de su apartamento cerrando la puerta con fuerza tras de él. Ella se quedó mirándome hasta que finalmente habló.
- ¿Estás bien? Es la primera vez que no se interpretar tu cara. – sus ojos recorrieron mi rostro. - ¿Él que acababa de irse corriendo como si el mismísimo demonio le persiguiera no era Jack? ¿Qué ha ocurrido?