Respiraba con rapidez, segura de que mi corazón se detendría de un momento a otro. Las voces que traspasaban el pequeño cubículo donde me encontraba escondida con Jack se escuchaban perfectamente claras.
Eran ellas, lo sabía, las reconocería en cualquier lugar. Tomé una bocanada de aire, intentando inútilmente calmar los nervios que en ese momento se había apoderado por completo de mi cuerpo. Necesitaba calmarme, después de todo, había conseguido esconderme a tiempo, no me habían visto.
Un tirón en mi mano hizo que volviera a centrarme en donde estaba. Mi rostro ascendió, topándose con la cara confundida de Jack. Tenía una ceja alzada, y aunque sus ojos parecían transmitir enfado, había un pequeño brillo de curiosidad mezclada con diversión. Entonces su mirada bajo aún más, la seguí dándome cuenta de que aun sostenía su brazo.
Lo solté enseguida como si quemara.
No dije nada mientras intentaba mirar a cualquier sitio menos a él. Se cruzó de brazos arrugando el ceño. Veo que abre la boca dispuesto a hablar y mi miedo hace que eleve mi mano a toda velocidad y cubra su boca con ella. Me mira sin entender nada. Con mi mano libre llevé uno de mis dedos hasta mis labios, pidiéndole que guardara silencio. No se movió, noté su respiración en el torso de mi mano, haciéndome cosquillas.
Nuestras miradas se encontraron y me pulso se disparó de golpe. Dio un paso bajando su vista. No me molesté en intentar mantener a raya mis emociones, incluso yo sabía que iba a ser imposible en ese tipo de circunstancia. Si alguien preguntaba en ese mismo momento porque me encontraba en aquella situación, ni siquiera me acordaría. Finalmente, Jack se movió, cogiéndome de la muñeca para apartar mi mano de su boca.
- Realmente tengo curiosidad de porque nos encontramos en esta clase de situación. - masculló cerca de mi rostro. - La primera opción que se me ocurre es que quisieras estar apretujada conmigo en un espacio pequeño.
- Y un cuerno. – repliqué con rapidez.
- Lo cual solo tendrías que haber pedido. – se acercó un paso más a mi acortando aún más la poca distancia que nos separaba. – Hubiera accedido, no me tendrías que haber arrastrado.
Sus palabras rozaron mi piel, haciendo que un sentimiento irreconocible se apoderara de mí. Tomé aire olvidando por completo porque estábamos ahí, ni siquiera las voces al otro lado de la puerta llegaban hasta mis oídos. Lo único en lo que mi mente podía concentrarse era en la cercanía de su rostro y el toque de su mano, el cual iba dejando un rastro de pequeñas descargas en aquellas zonas de piel donde sentía su calor.
- O bien... - su susurro continuó torturándome mientras hablaba. – conoces a quien sea que ha entrado y te estas escondiendo como un conejillo asustado.
Cuando pude analizar las palabras que acababa de decir mi mente por fin volvió a la realidad. Estaba en un baño, escondida, con el psicópata derriba puertas de mi vecino, escondiéndome de dos personas que en el fondo no tenía por qué hacerlo. No yo desde luego. Me erguí notando el peso de la mirada de Jack sobre mí.
- No sabes nada. – acabé soltando.
No respondió, simplemente se limitó a observarme. Las voces provenientes de fuera se escuchaban cada vez más alto por lo que en ese momento entendíamos perfectamente de lo que estaban hablando.
Desgraciadamente.
- Oye, ¿la viste verdad? – aquella era la voz de Tatiana.
- ¿A quién? – y esa era Anne.
Tania y Anne. Las conocía bien, demasiado bien. Habíamos crecido juntas, en el mismo pueblo pequeño al norte de Inglaterra. Fuimos al mismo colegio, al mismo instituto; el lugar no era demasiado grande por lo que todo el mundo se conocía. Había oído mas de una vez decir que el lugar era como una gran familia.
Ellas se habían quedado viviendo en aquel lugar igual que la mayoría. Sasha y yo fuimos de las pocas que nos fuimos de allí. Yo apenas me fui hace dos años, mientras Sasha tuvo la suerte de irse cuando tenía diecinueve.
La gran pregunta que me rondaba es que demonios hacían en la fiesta de Vincent. ¿Aún mantenía contacto con las personas de allí? Por lo que sabía toda la familia de él y Sasha vivían en otra ciudad. Era extraño. Pero lo que más me preocupaba en realidad, era que si Tatiana y Anne habían venido, incluso la había visto a ella... ¿A quién más podría haber invitado?
- ¿No te acuerdas? Estaba junto a Sasha... ¿Cómo era su nombre?
- Oh, no te referirás... ¿Kayla Baker? – mi corazón se detuvo. - ¿La exnovia de Simon? ¿Qué hace aquí? Pensé que se había mudado a otro país.
"No, no, no. Esto no puede estar sucediendo."
- Parece que no, seguramente estará buscando otra víctima.
Cerré los ojos, como si aquello fuera un simple mal sueño del que pudiera despertar, a la vez que trataba de controlar la ira que me estaba invadiendo en ese mismo instante.
- ¿De qué hablas?
- ¿Acaso no sabes por qué Simon cortó con ella?
- Pensé que... - su tono bajó, pero no lo suficiente para que dejásemos de oír lo que decía. – Bueno, él dijo que era muy... frívola.
Se podría dar muchos sentidos a lo último que dijo, si no fuera por el tono que empleó. Apreté los labios con fuerza.
- Ya, pobre Simon... - "¿Pobre Simon? Tiene que ser una broma." - Imagina, estaba con él por el interés y ni siquiera se acostaban.
- Simon me contó que lo hicieron una vez, pero que fue como hacerlo con un muerto. Dos años duraron y me parece demasiado.
A mí sí que me parecía demasiado. Demasiado lo que estaba aguantando por no ir y estampar sus caras contra el espejo del baño.
- Entonces... ¿Lo de la apuesta es verdad?
¿Apuesta? ¿De que hablaban ahora? A pesar de mi ira no pude evitar escuchar con más atención.
- ¿Cuál?
- Los chicos apostaron cuanto tiempo estaría sola siendo tan... frívola. Algunos apostaron unos meses. – soltó una pequeña risa. - Simon apostó que se quedaría sola por lo menos tres años.