Dos horas después Sasha se encontraba sentada justo a mi lado en el pequeño salón del apartamento. También había pasado Eleanor hacía apenas una hora, solo para ver como me encontraba y para asegurarse de que Jack se había quedado haciéndome compañía; no me molesté en explicarle que no pasaba nada entre él y yo, estaba demasiado cansada para ello la verdad. Simplemente le aseguré que no me había quedado sola y que estaba perfectamente.
Una ligera brisa se colaba en la habitación a través del ventanal abierto del salón, hubiera sido agradable para cualquier tarde de domingo; entonces Sasha me miró por enésima vez por encima de la taza de café que estaba bebiendo.
– Estoy bien.
No se cuantas veces había repetido aquella dichosa frase desde la noche anterior, incluso a veces salía automáticamente sin pensarlo siquiera. Me miró ceñuda, yo la copié. ¿Cuántas veces tenía que decirlo para que alguien por una vez me creyera?
En realidad no estás bien.
Sí, puede que aún estuviera nerviosa, pero sin duda que me miraran como si de repente me hubiera puesto de color verde y estuviera a punto de desmayarme no ayudaba.
– Solo estoy preocupada.
Suspiré.
– Lo sé y te lo agradezco. – le cogí la mano y le di un apretón. – Pero prefiero no seguir hablando de esto,después de todo solo fue una broma de muy mal gusto.
Aquella era otra frase que había estado repitiendo con constancia, sobretodo porque necesitaba que mi subconsciente lo creyera. Así que no paraba de repetirlo, pensando que algún momento de verdad podría ignorar esos estúpidos nervios que no me abandonaban en ningún momento desde la pasada noche.
– De acuerdo, tienes razón. – Casi abro los ojos pues era raro que Sasha pronunciara esas ultimas dos palabras juntas. – Entonces... ¿Qué pasó con Jack?
¿Por qué no me había imaginado que cambiar de tema para ella era hablar precisamente de él? La miré con fastidio.
– Te lo he dicho, me acompañó hasta que me quedé dormida y esta mañana no había rastro de él. No pasó nada más aparte de todas las sandeces que estará imaginando tu cabeza.
No cambió la expresión de su rostro, sin embargo, un brillo travieso y diabólico apareció en sus ojos. Desde luego no quería saber que estaba imaginando.
– Deberías darle las gracias. – comentó de repente, antes de dar otro sorbo a la taza de café.
– ¿Perdón?
– Te ayudó.
– Eleanor le obligó. - aclaré.
No negaba que se había quedado a hacerme compañía, pero no nos confundamos, no fue precisamente por mí. Más bien fue por temor a Eleanor.
– Dudo que nadie obligara a ese chico a hacer nada.
– Créeme, Eleanor si. – aseguré haciendo un gesto con la mano.
Rodó los ojos y bufó con fuerza.
– Dan igual los motivos. – alcé las cejas sin poder evitarlo. – La cuestión es que te ayudó y deberías ser agradecida.
Un pequeño presentimiento me atravesó, fue minúsculo, aunque suficiente para dejarme claro que estaba tramando algo.
– ¿Así que pretendes que vaya, toqué su puerta y le de las gracias por aceptar la amenaza de Eleanor y quedarse en contra de su voluntad acompañándome la pasada noche?
Sasha cerró los ojos armándose de paciencia; cuando volvió a abrirlos el brillo de sus ojos había cambiado.
– Deberías hacer algo por él. – se aclaró la garganta dándose unos segundos. – devolverle el favor.
– ¿Y cómo pretendes que lo haga?
No se porque me molesté en preguntar pues estaba claro que Sasha sabía de sobra la respuesta incluso antes de que empezáramos aquella ridícula conversación.
– Podrías acompañarlo a esa reunión que mencionó... – abrí la boca. – Vamos, parecía estar en un apuro y después de los acontecimientos de anoche está claro que deberías ayudarlo.
Mis ojos no dejaron su rostro pensando que el fondo estaba bromeando, pero estaba claramente seria. No me lo podía creer. ¿Estaba hablando en serio?
– No lo haré. – negué enseguida.
Me levanté rápidamente sin decir nada más dispuesta a huir hacia la cocina. Aunque bien sabía que cuando a Sasha se le metía algo en la cabeza no se detenía por nada del mundo.
– Vamos Kay, esta claro que te ayudó y antes de eso os estabais dando el lote en mitad de un aparcamiento. – mascullé palabras sin sentido notando el rostro arder. – ¿De verdad vas a seguir negando que entre vosotros hay algo?
– ¡Es que no hay nada! – grité exasperada dándome la vuelta para volver a mirarla. – Solo fue un estúpido beso por haber bebido demasiado. ¡Incluso bese a Vincent! Si sigo tu regla, con él también tendría algo.
Noté enseguida la tensión en su rostro, pero solo duró unos segundos.
– Sabes que no es lo mismo. – dijo de forma demasiado seria. – Vamos, ¿de verdad me vas a negar que te gusta?
Alcé las manos al techo durante unos instantes sin saber como acabar con aquello. ¿Rendirse? A veces es la única solución, sobretodo cuando discutías con Sasha.
– Vale, tú ganas. – dije finalmente pensando que darle parte de la razón podría hacer que se callara. – Puede que me guste en cierta manera, pero sigue siendo un cretino que no soporto.
– Yo pienso que puede ser un encanto cuando quiere.
– ¡Me tiró la puerta abajo! – objeté indignada.
¿Qué clase de amiga era? Además, ¿acaso era la única que veía normal no querer tener algo con un psicópata de vecino que va tirando puertas abajo? Pero en aquel momento mi cabeza me jugó una mala pasada y en vez de recordar momentos como aquel, la imagen de él en el aparcamiento me vino a la mente.
Cerebro inútil. ¡No recuerdes lo último que tienes que recordar ahora!
– En serio, tienes que superar eso. – abrí la boca aún más indignada.
– ¿En serio quieres que olvide todo y me lance a sus brazos?
– Estaría bien. – admitió dejándose caer en el respaldo del sofá y mirándome de manera extraña.