Devastadora tormenta.

XXXI. Dichosa reunión.

Me arrepentí casi enseguida de haberle hecho caso a Sasha. ¿Qué se supone que le dices a alguien que te ha hecho la vida imposible desde que te mudaste, pero que aún así vas y besas en medio de un aparcamiento por qué al parecer los grados de alcohol van ligados a los de tu propia estupidez? Ni siquiera había pasado un día desde aquel fatídico incidente, todavía no estaba preparada para enfrentarlo, ¿cómo iba a hacerlo?

Podría hacer como si no hubiese ocurrido nada, después de todo, lo que aconteció después en mi apartamento hizo que nos olvidásemos por completo de ese hecho. Aunque siendo sincera, aparte de las pesadillas que tuve aquella noche mi cerebro tampoco se detuvo de bombardearme con imágenes que no venían a cuento sobre él o sobre como sería besarle de nuevo. Supongo que aunque los niveles de alcohol bajen, lo de la propia estupidez no lo hacen al mismo tiempo.

Además no podía olvidar el hecho de que se había quedado conmigo aquella noche. Por mucho que me costara aceptarlo, Sasha llevaba razón en que de alguna forma tenía que agradecérselo. Tenía que admitirlo, que me hiciera compañía me relajó permitiéndome dormir con cierta tranquilidad; saber que alguien me cuidaba ayudó, aún así...

"No me pienso ir hasta que te vea dormida y no en una esquina en medio de un ataque de pánico."

Suspiré. Ese era el mayor problema, ni siquiera el beso me preocupaba tanto. Me sentía incapaz; él había estado en uno de mis momentos más vulnerables y lo peor es que no era la primera vez. Me había visto completamente débil e inútil en situaciones en las que ni era yo misma, simplemente una mezcla de miedo y angustia pasada. Y eso no lo soportaba, ni siquiera era alguien que conociese bien, ¿por qué aparecía siempre en los momentos en los que parecía que estaba a punto de desfallecer?

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Al final no pude enfrentarlo, simplemente opté por la opción más factible en aquel momento, que fue enviarle un mensaje para decirle que le acompañaría a esa estúpida reunión. Sasha se negó al principio, pero se calmó en cuanto le dije que esa sería la única manera en que lo haría. Tampoco me sorprendí cuando le pedí su número de teléfono y resultó que lo tenía guardado.

Por supuesto que lo tiene, la muy traidora.

La semana pasó rápido. Al contrario que los últimos días, los siguientes fueron bastantes tranquilos, en los cuales me dediqué a buscar trabajo y ordenar lo que faltaba del piso. Sasha me estuvo ayudando, aunque no volvimos a hablar del tema de Vincent, ni siquiera me mencionó a Jack. Llegué a la conclusión de que simplemente se había quedado tranquila después de asegurarse de que fuera a esa reunión con él.

Pero aunque en las horas de luz todo era calma,  cuando llegaba la noche no podía evitar ponerme nerviosa. Habían transcurrido días desde aquel suceso en el que me había convencido a mi misma de que solo había sido una estúpida broma, sin embargo, no podía evitar que mi cuerpo temblara cuando miraba hacia el salón y la imagen brotaba por si sola en mi cabeza.

Era ridículo, pero una extraña sensación se había apoderado por completo de mi desde aquella noche. Y es que era como si supiera que algo se avecinaba, como la electricidad que sientes antes de que caigan los truenos.

 Y por mucho que intentara quitarme aquella impresión, nada funcionaba.

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Tomé una gran bocanada de aire. El murmullo de la gente y el tintineo de las copas de cristal fue lo primero que llegó hasta mis oídos en cuanto entramos en aquella habitación. Por unos segundos  miré de soslayo a mi acompañante sin poder evitarlo, el cual sin duda, destacaba entre la multitud. Se movía con completa seguridad, su pelo estaba peinado de forma prácticamente perfecta y el traje de color verde resaltaba entre todos los demás en los que el negro era el claro protagonista. Hice una mueca volviendo a centrar mi vista en lo que tenía delante.

¿Acaso tiene que verse bien siempre? Es ridículo.

Habíamos llegado hace apenas diez minutos atrás a una casa a las afueras de la ciudad. Bueno en realidad, quien decía casa, decía mansión en medio de un jardín que podría compararse a central park. ¿De dónde conocía Jack a gente como aquella? De acuerdo, era hijo de uno empresario pero, ¿hasta que punto podía llegar? Ni siquiera estaba segura de que el padre de Sasha conociera gente así. Ahogué un suspiro, todo era simplemente demasiado exuberante. Desde los jarrones, las personas que te abrían la puerta en la entrada y hasta las bandejas de lo que parecía la comida mas cara que podría comer en mi vida. Eso último pareció ser lo único bueno en todo aquello, tenía claro cual iba a ser mi meta en cuanto lograra despegarme de mi "querido" acompañante; la mesa de bebidas y refrigerios pedía a gritos mi compañía, sobre todo esa tarta de lo que parecía ser chocolate que se encontraba justo en el medio.

Pero eso sería para después, ya que en ese momento Jack me arrastró con él por un camino hasta lo que parecía ser una pequeña biblioteca. Creo que se puede deducir que cuando decía pequeña claramente estaba usando el sarcasmo pues era más grande que mi salón y cocina juntos, aunque eso tampoco es que fuera tan difícil.

Cuando por fin ingresamos en el lugar fue como si de repente el tiempo se detuviera durante unos instantes, cientos de pares de ojos se posaron en nosotros en cuanto pusimos un pie en aquella estancia. Intenté sonreír con todas mis fuerzas, tragándome el nudo que se había formado en mi garganta. Noté entonces un tirón en el brazo, instándome a que avanzara.

– No te detengas. – musitó en tono bajo, cerca de mi oreja.

– Suéltame. – mascullé sin dejar de sonreír forzadamente. – O te juro, que te quedas sin brazo.

Así habíamos estado desde que me había subido al coche aquella noche. ¿Para que hablar? Lo único que hicimos fue discutir. Y es que lo primero que me dijo en cuanto me vio fue para quejarse de mi vestido. Sin motivo en realidad, pues no estaba tan mal; era un vestido sencillo de color azul que me llegaba hasta las rodillas, adornado con unos pequeños tirantes y pequeñas piedras brillantes en la zona del pecho.




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