De acuerdo, vamos a repasar los hechos.
Estaba sentada en el asiento copiloto del coche de Jack mientras nos dirigíamos a casa.
Diez minutos antes estábamos despidiéndonos de la gente de aquella fiesta.
Quince minutos antes... me había besado.
O yo le había besado.
En realidad, los dos nos habíamos besado de tal manera que aun podía sentir mis labios ardiendo.
¿Cuántas veces me había repetido que lo del aparcamiento había sido un lapsus? No era tan idiota como para no entender y llegar a admitir que me sentía atraída por Jack, más de lo que podría haber esperado nunca, sin embargo, me había repetido a mi misma miles de veces que aquel beso en el aparcamiento había sido un error producto de una mala mezcla de alcohol, furia y hormonas. Entonces, ¿por qué? ¿por qué lo había hecho de nuevo? Quise golpearme la cabeza contra el cristal de la ventana. Aquello no estaba bien, lo último que necesita era un enredo como aquel. Además, ¿cuantas veces tenía que recordarme que seguía siendo el mismo psicópata que me derribó la puerta? Sí, no puedes elegir bien quien te atrae, pero lo mínimo es que puedas resistir y dejar de hacer el idiota como lo estaba haciendo.
Reprimí un quejido. En mi mente solo podía pensar en lo que bien que me quedaba la palabra estúpida en aquel momento y en cuanto tiempo tardaríamos en llegar para poder correr hasta casa y quedarme en un rincón pretendiendo que nada de aquello había ocurrido.
A quien pretendía engañar, podía ignorar un beso, pero dos...
Y vaya dos.
No lo podía negar, todo lo que había sentido hace menos de una hora aún me tenía completamente descolocada. Casi era como si todavía pudiera sentir el tacto de su manos sobre mí. Y el beso... solo con recordar la sensación de sus labios un familiar calor me recorría por completo.
Miré a Jack de reojo. No quitaba la vista de la carretera mientras sus manos se aferraban al volante. No había dicho ni una sola palabra en todo el camino. Me moví nerviosa sobre mi asiento. ¿En qué estaría pensando? ¿Se estaría arrepintiendo del beso? A lo mejor no le había gustado. Espera, eso estaría bien... ¿o no? ¿Tenía que preocuparme lo que pensara? No me afectaba, no lo hacía.
¿Segura?
Pegué la frente una vez mas a la ventana del auto para ver si el frío del cristal contra mi piel despejaba de una vez por todas mi cabeza.
¿Por qué demonios se ha complicado tanto? Yo solo quería vivir tranquila en mi piso nuevo.
.
.
No iba a mentir, era de las que siempre decía que huir nunca era la solución. Pero siendo realista aquella regla era bastante difícil de aplicar en el caso de que te hubieras besado dos veces con tu vecino psicópata y lo último que necesitaras en tu vida fuera más enredos. Así que en cuanto Jack detuvo el coche no me lo pensé, abrí de una vez la puerta y corrí como alma que lleva el diablo hasta mi apartamento.
Podéis llamadme cobarde si queréis.
Creo que nunca había subido tan rápido unas escaleras como lo hice aquella noche. Al llegar a mi apartamento solo me dieron ganas de estampar mi cabeza contra la puerta.
Idiota, idiota, idiota.
Ni siquiera quería pensar que clase de cosas estarían pasando por la cabeza de Jack en ese mismo instante. Posiblemente que me había dado un golpe en la cabeza al nacer, a esas alturas ni yo lo había descartado.
Saqué las llaves del bolso con rapidez algo nerviosa. La idea de que Jack me alcanzara hicieron que mis manos temblaran. Era una tontería, no debería huir de él; simplemente era como si no pudiera evitarlo. Tenía que detenerme a pensar seriamente en lo que me sucedía y tenía claro que Jack sería más que una distracción.
Cuando por fin encontré las llaves, abrí entrando rápidamente sin pensarlo. El aire que había estado reteniendo hasta aquel momento salió por fin y volví a respirar. No se cuanto tiempo tardé en calmarme; cuando por fin lo hice fue cuando realmente aquella sensación me golpeó y un escalofrío recorrió mi espalda.
Mis ojos rodearon el lugar con lentitud. Todo era normal, todo era absolutamente normal, pero mi cuerpo se encentraba repentinamente alerta. El silencio reinaba, casi dejando que oyera el apresurado ritmo de mi propio corazón. El único sonido que se podía escuchar era el de algunos pájaros nocturnos. Sin apenas darme cuenta mi rostro giró hasta el ventanal del salón percatándome de que se encontraba abierto. ¿Eso era un problema? En realidad, estaba mas que segura que la había cerrado antes de salir, nunca dejaba nada abierto cuando salía de casa.
Estaba cerrado cuando me fui.
Di un paso atrás intentando respirar con lentitud. Tenia que salir de ahí, no sabia exactamente porque, solo sabía en ese momento que tenía que irme de allí sin demora. Mis pies avanzaran dando pequeños pasos hacia atrás mientras mis ojos no se apartaban de aquel ventanal. Intenté que mis sentidos captaran algo de mi alrededor, lo que fuera, pero ni siquiera se oía el crujir de la madera al pisarla. Era como si de repente todo se hubiera apagado, hasta el más mínimo sonido había desaparecido, lo que hizo que empezara a entrar verdaderamente en pánico. Mi cuerpo tembló anticipando algo que aún no había ocurrido. Solté el aire lentamente, temerosa incluso de mi propia respiración.
Solo tenía que llegar hasta la puerta, solo unos pasos para salir de ahí y luego fuera darme cuenta de que simplemente estaba siendo paranoica. Mi pie se movió de nuevo hacia atrás mientras una parte de mi mente trataba de tranquilizarme diciendo que allí no había nada por lo que asustarse. Estaba a punto de llegar, solo faltaban dos pasos más y pensaría que realmente solo había estado exagerando.
En ese preciso y horrible instante algo cubrió mi boca.
Ni siquiera pude gritar.
.
.
.
Os quería confesar que en realidad no sabía pelear, en mi vida me había metido en alguna pelea, soy de las que se van cuando apenas veo que se arma algo. Así que lo de dar puñetazos o defenderme no era realmente lo mío. Aún así en aquel momento lo intenté con todas mis fuerzas.