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En cuanto abrí los ojos mi mente fue un completo caos. No pasaron ni dos segundos después de mirar confundida alrededor cuando mi cabeza se llenó de imágenes de la noche anterior. Pasé por muchísimos estados a la vez, desde la sorpresa, la vergüenza, el miedo, hasta que llegué a una extraña calma.
¿Es posible que haya sido todo una pesadilla?
No lo podía descartar. Después de todo parecía simplemente imposible que una noche hubieran ocurrido tantas cosas; la reunión, el encuentro con Vincent, el ladrón en mi apartamento... Las escenas pasaban una tras otra sin freno, como una película en la que yo misma era la protagonista.
Pues vaya asco de película.
Me senté sobre el colchón y dejé que mis pies descalzos tocaran el frío suelo de madera. Miré hacia abajo percatándome en aquel momento de la enorme camiseta blanca que llevaba puesta haciendo que suspirara sin remedio. Si pudiera hubiera tenido hasta vergüenza, sin embargo, a esas alturas es como si ya no fuera posible sentir algo como eso. Al parecer la relación con mi vecino psicópata estaba dando pasos que ni yo misma podía entender del todo.
Un pequeño dolor atravesó mi cuerpo al levantarme, consiguiendo que soltara una maldición por la bajo. El sudor frío recorrió mi cuello cuando mi cabeza empezó a llenarse de imágenes otra vez, específicamente de lo sucedido en mi apartamento.
¿Qué hubiera pasado si Jack no hubiese aparecido? Cuando me mudé sabía que no era el mejor vecindario de la ciudad, pero nunca pensé que me podrían ocurrir cosas en tan poco tiempo, incluso en mi propia casa. Pasé mis brazos alrededor en un intento vago de tranquilizarme. ¿Acaso iba a ser siempre así? Tendría que cambiar la cerradura, poner una alarma sin falta... aún así dudaba que pudiera conciliar bien el sueño. Apreté los labios aterrada y a la vez furiosa. Me había ido hasta allí para vivir una vida tranquila, es lo que buscaba desde hace tres años cuando me fui de aquel lugar. ¿Por qué parecía que no iba a ser capaz de conseguirla nunca?
Después de unos minutos más en la misma posición me erguí e inspiré con fuerza para instantes más tarde levantarme dispuesta a no dejarme arrastrar a un pozo de depresión. No podía darme el lujo de hundirme y permitir que todo aquello me alejara de lo que quería. No, realmente no podía.
Si encontraba piedras en el camino debía patearlas lejos; una y otra vez.
Abrí la puerta de la habitación y asomé la cabeza mirando alrededor, Jack no parecía estar ahí. Sin poder evitarlo el alivió me invadió. Aunque lo del beso había pasado a algo casi sin importancia comparado con lo que había ocurrido después, no cabía duda de que encontrarme con él en ese momento no era exactamente lo que mi capacidad pulmonar necesitaba. Solo de recordar el modo en que me había besado hacia que mi sistema nervioso amenazara con colapsar en cualquier segundo.
Decidí ir a la cocina, me moría de hambre y según lo que me dijo anoche Jack era libre de coger lo que quisiera. Era cierto que no quería encontrarme con él, pero la sola idea de volver a mi apartamento... Temblé, aún no estaba realmente preparada. Además ni siquiera estaba segura de que hubiesen reparado la puerta. ¿Sola en un piso sin puerta?
No, gracias.
Aquello me hizo soltar una pequeña risa al recordar mi comentario de la noche anterior.
"Su habilidad para tirar puertas en increíble."
Tenía que admitirlo, no me podía creer que hubiera llegado un día en que estaría agradecida porque derribara puertas de manera tan eficiente.
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Al llegar al salón no pude evitar estudiar el lugar con la vista, como había deducido anoche Jack no parecía ser un gran fanático de la decoración. Apenas había algo que resaltara a parte de aquel jarrón en el que me había fijado la noche anterior y algunos portaretratos encima de la pequeña mesa ubicada entre el horrible sofá y la televisión. Me acerqué algo curiosa para coger uno de los pequeños marcos de madera. En la foto de nuevo aparecía Jack de niño, aunque esta vez acompañado de un hombre de ojos rasgados y un abundante pelo negro.
– ¿Kay?
Pegué un brinco y mis manos temblaron consiguiendo que el portaretrato se escurriera entre mis dedos y acabara estrellándose contra el suelo, rompiéndose en pedazos.
– Mierda. – solté en un quejido bajo mientras mis ojos descendían viendo el desastre.
– ¿Estás bien?
No me moví, pero mi cabeza giró para ver como Jack se acercaba, sus ojos estaban fijos en el suelo y mis pies descalzos. Me agaché enseguida para recoger el desastre además de querer evitar mirarlo demasiado, pues en cuanto mi mirada se había posado en él mi mente tardó menos de un segundo en llenarse de imágenes, del mismo modo que mi piel empezó a sentir aquella electricidad tan familiar.
Jack se agachó hasta estar a mi altura y empezó a ayudarme. Apreté los labios con fuerza en ese instante.
– Puedo hacerlo yo, tú... – no levanté la vista decidida a no mirarlo. – Sigue con que estabas haciendo.
Mi voz sonó más tensa de lo que pretendía, motivo por el que supongo que sus ojos se clavaron en mí de forma extraña. Intenté ignorarlo con todas mis fuerzas mientras trataba de controlar el frenético latido de mi corazón.
Cálmate de una vez.
Tenía que calmarme, respirar. Eso era, inspirar, expirar. No era tan difícil, entonces ¿por qué parecía que era la primera vez que lo hacía? No es como si hubiera hecho algo malo. Por supuesto que no. En realidad solo había sido un simple beso.
Dos.
Dos besos de nada entre dos personas adultas que no tenían porque exagerar. ¿Cuantas veces había besado a algún chico en alguna fiesta cuando tenía dieciocho o diecinueve años? Varias y nunca había sido para tanto. Al día siguiente era capaz de actuar como si no hubiera ocurrido nada. Entonces, ¿por qué demonios en ese momento no lo era?