Devastadora tormenta.

XXXVII. No me gusta.

– ¿Qué tienen contra tu pobre puerta?

Sonreí al escuchar la voz de Sasha. Me di la vuelta encontrandola con la cabeza inclinada mientras miraba ceñuda el marco sin puerta del apartamento. La había llamado esa misma mañana en su hora de descanso. Eran mas de las dos así que había venido directa allí desde el trabajo.

– Sabía que no era el mejor barrio de la ciudad pero, ¿cómo es posible que te haya ocurrido algo así dos veces?

Me encogí de hombros evitando que un suspiro saliera de mi boca. ¿Qué podía decir? Que entraran dos veces en mi apartamento en tan poco margen de tiempo dejaba muy claro el tipo de vecindario al que me había mudado. Fui hacia la cocina para preparar enseguida dos tazas bien cargadas de café, Sasha se quedó de pie cerca del salón.

– Gracias que Jack vive justo al lado.

Asentí una vez. Desde luego que nunca me había alegrado de tener tanto a Jack como vecino como la noche anterior.

– Entonces... ¿Te quedaste en su casa? – preguntó con un eje insinuante que no pasó para nada desapercibido. No me hacía falta elevar la cabeza para saber que tendría una pequeña sonrisa dibujada en sus labios.

– Si...

Sonaba extraño, sobretodo por las circunstancias que me habían hecho dormir en su apartamento. Un pequeño temblor me recorrió de manera involuntaria; desde la pasada noche una extraña sensación se había apoderado de mí, como un mal presagio.

Uno realmente malo.

– ¿Cuándo te van a arreglar esto?

– Mañana. - respondí mientras mis manos se ocupaban de servir el café. El olor llegó en ese momento hasta mis fosas nasales consiguiendo que me relajara momentáneamente.

– ¿Dónde te quedarás esta noche? – indagó.

– Pues pensaba que podría quedarme en tu casa. – comenté con esperanza.

El silencio reinó durante un rato haciendo que me girara para mirar a Sasha. Se encontraba apoyada en la pared con los brazos cruzados y sin quitarme la vista de encima. Alzó las cejas en cuanto su mirada conectó con la mía.

– ¿Estás de broma? – arrugué la frente sin entender a que se refería. – Vamos, sabes que mi padre está en casa junto con Vincent.

– ¿Pretendes dejar a tu amiga sola en un apartamento sin puerta? – cuestioné atónita.

– ¿Acaso Jack no te ofreció quedarte con él?

– ¿De verdad me estás diciendo que me quede con él de nuevo?

– Después de lo del aparcamiento confianza seguro que os sobra. – musitó lo suficientemente alto para que pudiera oírla.

Noté enseguida el calor inundando mis mejillas. Si me había dicho eso, no quería ni imaginar lo que diría si le contaba lo que había sucedido la pasada noche en la dichosa reunión.

– Y hablando de todo...no me has contado como te fue con Jack anoche.

Mis ojos se clavaron en ella algo pasmada. A veces simplemente pensaba que era bruja y podía oír mis pensamientos. Detuve mis pasos y me mordí la lengua.

– Nada interesante que contar. – mentí dándome la vuelta para terminar de preparar el café y evitar su mirada.

– ¿Segura?  Porque con lo cabreado que estaba Vincent cuando volvió pensé que realmente habría pasado algo digno de mención.

Durante unos momentos la duda junto con el remordimiento me asaltaron. No había pensando en ello hasta que Sasha lo mencionó. ¿Fue por qué me marché dejándolo con Jack? ¿Se había enfadado tanto por aquello?

– ¿Kay?

Dejé que un suspiro escapara de mis labios mientras giraba mi cuerpo de nuevo hacia ella.

– Dejame dormir en tu piso. – rogué con voz lastimosa.

– No, te vas a quedar en casa de Jack. – declaró rápidamente. – Vamos, te ayudo a llevar tu pijama, aunque realmente no creo que lo necesites...

Inspiré hondo aguantando las ganas de tirar a mi mejor amiga por la ventana.

– ¿Dónde están las llaves? – me aguanto la mirada unos segundos. – No me veas así, sé que te las dejó.

Tenía razón. Antes de marcharse, justo después de la escena tan extraña de la cocina había dejado una copia en la mesa diciéndome que las cogiera si necesitaba salir. ¿Cómo podía saberlo? Aunque en realidad, a esas alturas no me sorprendía que Sasha supiera algo como eso.

Alzó las cejas con impaciencia; yo simplemente rodé los ojos y le señalé el cajón de la pequeña cómoda del salón. Tardó apenas unos segundos en cogerla y salir de allí mientras yo la seguía con torpeza.

.

.

– Es realmente normal.

Me quedé junto a la entrada mientras Sasha se dedicaba a caminar hacia el pequeño salón.

– ¿Qué se supone que esperabas? – inquirí algo divertida ante el gesto decepcionado de su rostro, mientras sus ojos se paseaban por los muebles y la poca decoración del apartamento.

– ¿Una colección de puertas? ¿Instrumentos de música y tortura nocturna?

Rodé los ojos sin poder evitarlo. Aunque tenía que admitir que en el fondo eso era lo que yo también había esperado cuando entré allí por primera vez. En ese momento se giró para ir hacia la cocina, fui detrás de ella sin perder ni un segundo.

– Sasha vamonos, ni quiera quiero imaginar que pasaría si Jack nos encuentra husmeando en su casa.

– ¿Acaso no te dejó esta mañana para que te quedaras aquí? No es nada raro. – cogió lo que parecía ser una sobre de la mesa de la cocina para echarle un vistazo. – Además, no va a venir.

– ¿Cómo lo sabes? – pregunté arrebatandole el sobre de sus manos.

– Lo sé.

Bufé. Entonces mis ojos se fijaron en lo que le acababa de quitar a Sasha, parecía ser una carta. La ojeé curiosa por unos instantes sin poder evitarlo. Era un sobre blanco típicos de los que mandaban los bancos.

– ¿Jack Yoong Johnson? – mis ojos se quedaron fijos en aquel nombre durante unos segundos. Mis ojos volaron a Sasha sin entender. – ¿Qué clase de apellido es Yoong?

– Su padre es de Hong Kong. – Abrí la boca sorprendida y antes de que pudiera preguntar sobre aquello ella siguió hablando. – Su madre era americana. – Pestañeé dos veces sin quitarle la vista de encima. – ¿Te sorprende tanto? Pensé que lo sabías.




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