Sasha siempre ha sido esa clase de amiga que te conoce incluso mejor que tu misma, como si se metiera en tu mente pudiendo ver todo lo que piensas o sientes.
Como aquella vez hace algunos años cuando apenas eramos unas mocosas de instituto que se creían que el mundo giraba en torno a ellas. Fue uno de esos momentos en lo que lo único que deseaba era huir y no mirar atrás. Mi madre se había casado hace poco con Phillip, dejando que se convirtiera en mi padrastro y yo seguía enfadada por aquello. No solo eso, estaba incluso aterrorizada; simplemente no podía entender que mi madre se casara con un hombre como él.
Me hizo temblar desde el primer segundo en que puso en pie en nuestra casa y en nuestras vidas.
Sasha solo tuvo que verme a los ojos aquel día durante dos segundos para después cogerme de la mano y sacarme del instituto sin decir nada. Ni siquiera recuerdo que hicimos exactamente, pero consiguió que me olvidara momentáneamente de todo.
O sin irme demasiado lejos, cuando pensaba sobre la última vez, cuando realmente salí huyendo.
Había cogido una pequeña maleta con lo que pude llevar y me presenté delante de su casa en la ciudad sin avisar. Solo me hizo falta susurrar su nombre, mirarla momentáneamente para que me hiciera pasar y sin mas me preparara una habitación y una bañera con agua caliente.
Fue mi salvadora.
Por eso no solía dudar de lo que decía la mayoría de veces, sobre todo si era algo sobre mí. Sin embargo, en esta ocasión...
Te gusta.
No, no era verdad. Por muy bien que me conociera, era simplemente algo imposible. Algo impensable.
– ¿Kay?
Su voz me hizo salir de mi trance para clavar mis ojos en ella. Tenía las cejas alzadas y una sonrisa bastante maliciosa decorando sus labios. Un ligero temblor recorrió mi espalda sin poder evitarlo.
– Deberíamos irnos. – dije en un hilo de voz.
Me di la vuelta dispuesta a irme de allí por muchos motivos. Principalmente en esos momentos lo que menos quería era cruzarme con Jack nuevamente, y sinceramente me urgía que Sasha se olvidara de aquella conversación de alguna forma, por lo menos durante un rato, hasta que pudiera aclarar mi mente.
– Pero...
Su replica se cortó ante un ruido repentino proveniente de la habitación del fondo. Me giré hacia la puerta cerrada con el ceño fruncido.
– ¿Estás segura de que Jack no está? – pregunté bajando la voz.
Sasha se levantó enseguida acercándose hasta a mí.
– Segura.
La seguí con la vista mientras caminaba hacia la habitación del fondo.
– Sasha, ¿dónde se supone que vas? – la agarré del brazo deteniéndola.
– Quiero saber que ha sido ese ruido. – respondió soltándose de mi para avanzar.
Abrí la boca, pero antes de poder decir nada abrió la puerta y entró a la habitación. La seguí sin más remedio.
.
.
La habitación de Jack.
No se muy bien que esperaba encontrar; supongo que aun creía que me toparía con alguna colección de puertas. Negativo, estaba limpio. En su dormitorio no había demasiados muebles, simplemente una enorme cama al fondo, pegada a la pared junto a una pequeña mesita llena de marcos de fotos. Había un gran armario al lado de la ventana y un gran cuadro con una especie de enorme barco pintado, que decoraba la pared lisa de color gris.
Aunque sin duda si había algo que destacaba en aquella habitación era el gran piano de pie que se encontraba en la esquina.
"Así que tu eres el culpable de mis noches en vela. "
Di un paso admitiendo para mí misma que era impresionante. No parecía nuevo en realidad, había pequeñas marcas sobre el tapizado y el color había perdido su tono, aunque se notaba su cuidado, mucho mas que el resto de mobiliario de todo el apartamento. Avancé y sin pensarlo agarré un pequeño porta-fotos que había encima. Jack lucía bastante joven, supuse que era de cuando estaba en el instituto pues vestía con uniforme y corbata; iba acompañado de una niña rubia bastante sonriente que le cogía con fuerza del brazo. Acerqué el marco sin entender muy bien el porqué aquello me daba tanta curiosidad, más de la que debería.
Entonces giré mi cara momentáneamente hacia Sasha, era realmente extraño que no hubiera dicho ni una palabra; guardar silencio nunca había sido uno de sus atributos precisamente. En el instante en que mis ojos encontraron su rostro supe que algo no iba bien. Su mirada se había quedado fija en el piano, lo cual no sería tan raro si no fuera porque estaba completamente pálida. Me acerqué a ella después de volver a dejar el marco en su sitio y noté que ni siquiera se movía ni un centímetro, como si estuviera en completo trance.
– ¿Sasha?
No respondió. Alcé mi mano para hacer gestos delante de su rostro comenzando a preocuparme de verdad. Estaba a punto de cogerla del hombro para que reaccionara cuando repentinamente tomó aire con fuerza.
– ¿Estás bien? – me coloqué delante de ella consiguiendo que por fin me notara y sus ojos conectaran con los míos.
– Tenemos que irnos.
Abrí la boca para decirle que ella era la primera que quería entrar allí pero me lo pensé mejor y la cerré. El brillo repentinamente asustado de sus ojos hizo que ni siquiera pensase en replicarle. Conocía a Sasha y no era la primera vez que algo así ocurría, así que sabía muy bien que lo mejor era hacerle caso.
No ocurría a menudo, pero cuando ocurría ella simplemente... se asustaba. Nunca habíamos hablado realmente en profundidad sobre aquello, pero cuando Sasha tenía esa mirada sabía que para ella era algo realmente serio. Y eso bastaba para que fuera también lo suficientemente serio para mi.
– Está bien, vayámonos. – respondí posando con suavidad mi mano en su hombro.
Estaba a punto de darme la vuelta dispuesta a cogerla del brazo para sacarla de allí, cuando una voz no perteneciente a ninguna de las dos se coló en la habitación.