Los siguientes días pasaron relativamente rápido. Había llegado el mes de agosto y eso significaba altas temperaturas y pasar los días encerrada en casa con el aire acondicionado a alta potencia.
Después del episodio en casa de Jack, afortunadamente esa misma tarde llegó un señor muy amable para arreglar la puerta. Debió de pensar que estaba loca, pues lo miré como si fuera una especie de dios que había bajado a la tierra para salvarme. Desde entonces no me había vuelto a cruzar con Jack. No me quejaba, desde luego que era lo último que quería; no solo por como nos encontró husmeando en su habitación, si no también debido a que las palabras de Sasha seguían clavadas a fuego en mi cabeza.
"Te gusta."
Cerré los ojos durante unos segundos al mismo tiempo que su rostro y su sonrisa se habría paso entre mis recuerdos, rememorando una vez más aquel estúpido beso en el jardín. Había perdido la cabeza por completo durante esos minutos. Era como si en aquellos momentos todo pensamiento racional se hubiera esfumado de mi cabeza dejando solo lugar para Jack y aquel endemoniado beso que no me había dejado pegar ojo durante más noches de las que me gustaría admitir.
"Te gusta."
Esta vez aquella frase no apareció en mi mente con la voz de Sasha, más bien fue la pequeña voz en mi interior la que pronunció aquel pensamiento. Me di un golpe mental. El problema es que gustar era una palabra demasiado sencilla para todos los sentimientos tan contrarios e intensos que él me hacia sentir.
En ese instante suspiré en medio de la cocina rompiendo el silencio, recordándome a mi misma que en esos momentos tenía cosas más importantes en las que pensar e intenté apartar mis desvaríos sobre mi querido vecino psicópata. Apenas acababa de terminar de mandar unos cuantos curriculums más a varias empresas aquella misma mañana. Y es que en ese aspecto mi vida tampoco iba mucho mejor que en lo personal. Durante aquel último mes había conseguido hacer varias entrevistas, pero en todas ocurría siempre lo mismo.
"Veo que no tienes experiencia en este sector."
Cerré los ojos con pesar notando la rabia aflorar de nuevo dentro de mí. ¿Cómo diablos iba a tener experiencia si no me permitían adquirirla? Lancé el trapo con el que me había pasado la última hora limpiando contra la encimera con fuerza y evité gruñir con enfado. De repente un pequeño sonido proveniente de mi móvil sonó advirtiéndome que tenía un mensaje nuevo. Caminé hasta la mesita del salón y dejé que mis manos abrieran la bandeja principal. Arrugué el ceño al comprobar que provenía de un número que no conocía.
<< Hola Kayla, ¿cómo estás? Te estarás preguntando porque te estoy enviando un mensaje, quizás quieras eliminarlo, pero por favor lee por completo lo que tengo que decir. Sé que ha pasado mucho tiempo, quizás ni tenga sentido que te hable ahora, sin embargo, después de verte en aquella fiesta... mi consciencia no está tranquila; pienso que ha sido realmente el destino. Necesito que nos veamos y hablemos, quiero explicarte, contarte la verdad. Sé que soy de las ultimas personas que querrías ver pero por favor solo te pido una oportunidad. Escucha lo que tengo que decir, lo que nuca he podido, hay tantas cosas que no sabes...
Espero que estés bien, un saludo.
Andrea. >>
Mis ojos se detuvieron en aquel nombre durante varios minutos sin poder apartar la vista de aquellas letras que se proyectaban en la pequeña pantalla. Durante un buen rato me quedé completamente paralizada con mi mano aferrando con fuerza el móvil y la otra cerrada en un puño que había hecho involuntariamente mientras leía aquel mensaje.
Recuerdos innecesarios y dolorosos se empezaron a abrir paso en mi mente lentamente sin aviso. Respiré hondo, tratando de controlar los nervios que habían empezado a apoderarse de mi mientras intentaba eliminar las memorias que pasaban por mi cabeza en aquel momento.
Volví a leer el mensaje sin evitar pensar que aquello debía ser una broma, o alguna especie de mal sueño. Tuve que releerlo varias veces más para estar segura de que era completamente real.
Que el pasado que tanto trataba de alejar parecía estar a punto de estallar.
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– ¿Qué vas a hacer?
Su pregunta llegó a mi incluso antes de que acabara de abrir por completo la puerta. Sasha entró directa al salón dejándose caer sobre el sofá para luego clavar sus ojos detenidamente sobre mí. La había llamado hace tan solo una hora, me bastó con decir aquel nombre para que no preguntara nada más y viniera directa hasta mi apartamento. Ni siquiera había pasado por su casa antes, pues aún llevaba aquel traje gris que solía usar para ir a la oficina.
No se que haría sin ella.
– No lo sé. – solté colocándome a su lado mientras suspiraba.
– Yo lo eliminaría sin más. – respondió encogiéndose de hombros.
La miré durante unos momentos sabiendo que hablaba completamente en serio. Sasha era de las que realmente no le daba vueltas a las cosas, si había algo que le afectara y no veía solución, lo eliminaba sin más, no se detenía nunca a pensar en consecuencias o en lo que hubiese ocurrido.
– Aunque... – se llevó una mano al mentón de manera pensativa. – En realidad, tengo algo de curiosidad.
– ¿Curiosidad?
Asintió mientras sus ojos rodaban por el lugar como si le estuviera viniendo algo a la mente.
– Han pasado años. – continuó deteniendo su mirada en la ventana, había empezado a caer una pequeña llovizna justo en ese momento. – ¿Qué tiene que decir después de todo este tiempo?
Apreté los labios sin saber que contestar. La misma pregunta me asaltaba junto con unas cuantas más. ¿Qué podía decir? ¿A qué se refería con cosas que no sabía?
– Debería... ir.
Sasha volteó rápidamente a verme con la sorpresa transformando por completo su rostro. No era de extrañar, hasta a mí me habían sorprendido mis propias palabras.