Devastadora tormenta.

XLIV. Jodidamente bien.

– ¿Me escuchas?

Sus palabras repentinas me hicieron volver momentáneamente a la realidad. Despegué mi rostro de él para encontrarme con su mirada llena de ternura, consiguiendo que aquel familiar calor en el pecho aumentara junto con las ganas de no soltarlo. Ciertamente durante unos segundos estuve tentada a no hacerlo.

Fue cuando la pequeña voz de mi cabeza apareció obligándome a separarme de él y tratando de que no se me notara demasiado la decepción, aunque para mi sorpresa apenas unos instantes después su mano aferró la mía y nuestros dedos se entrelazaron. Antes de que pudiera decir nada él habló con voz ronca.

– Quiero enseñarte algo.

Asentí sin decir nada y permití que me llevara con él hasta una de las habitaciones. Abrió la puerta que daba a su dormitorio y me hizo pasar dentro. No había ninguna luz encendida, como en el salón la única iluminación procedía de las farolas de la calle que arrojaban un poco de claridad a través de la ventana, permitiendo que pudiera ver el lugar en general.

Solo había entrado a esa habitación una vez, con Sasha, y Jack me había dejado muy claro que no volviera a hacerlo; así que no pude evitar sentirme algo nerviosa y ansiosa al mismo tiempo, pues no entendía que se proponía exactamente. Me soltó la mano en ese momento para avanzar unos pasos mientras yo me quedaba quieta en el mismo lugar extrañando repentinamente el calor de sus dedos. Apreté la manos con fuerza tratando de controlar aquellos sentimientos que empezaban a desbordarse sin remedio.

Me centré entonces en Jack, él cual se dirigió con pasos lentos hasta el gran piano pegado a la pared del fondo y se detuvo delante durante un rato con la cabeza gacha. Desde aquella distancia pude percibir su estado, completamente absorto en algo, estaba segura que miles de cosas le pasaban por la cabeza en esos momentos. Mis pies se movieron con la necesidad repentina de querer acercarme a él.

Entonces su brazo se elevó cogiendo uno de los porta retratos que descansaban sobre la parte superior del piano. Sus ojos se quedaron fijos en él durante unos segundos antes de darse la vuelta para posar sus ojos de nuevo en mi. Al ver la repentina oscuridad de su mirada y como su gesto se había trasformado por completo, me detuve enseguida. Sea lo que fuera lo que le ocurría a Jack, era mas profundo de lo que podía siquiera llegar a imaginar.

– Jack...

– Aquí.

Me tendió su mano ofreciéndome el pequeño marco de madera, así que lo cogí sin decir nada. Cuando le eché un vistazo reconocí aquella foto enseguida pues era la misma que había observado la primera vez que había entrado a aquella habitación hace un tiempo.

Aparecía Jack de joven, tendría unos quince o dieciséis años, junto a una chica rubia y bastante guapa pegada a él. Me mordí la lengua mientras miles de preguntas se formaban en mi cabeza, sin estar segura de querer preguntar demasiado.

– Es mi hermana.

Elevé el rostro encontrándome con la mirada devastada de Jack.

– Es preciosa.

Sus labios formaron casi una sonrisa, pero dos segundos después desapareció sin dejar ningún rastro y volvió a formar aquel gesto tenso. Me mordí la lengua de nuevo aguantando las ganas de preguntar, esperando que Jack hablara. Sabía que estaba haciendo un esfuerzo grandísimo con todo aquello así que dejaría que me contara lo que él quisiera y en el tiempo que él necesitara.

– Siempre peleábamos – se metió la manos en los bolsillos mientras fijaba su vista en la foto que aún tenía en las manos – en vez de decirme buenos días muchas veces me tiraba el tazón de cereales. Momentos después de haber agregado la leche.

Una pequeña sonrisa se formó en mis labios. Dejé el marco en la pequeña mesita que había cerca de mí para luego centrar mi atención por completo en sus palabras.

– Le encantaba cantar – su ceño se relajó durante unos segundos, como si algún recuerdo agradable hubiese cruzado su mente – no había día que no la oyeras cantando alguna canción de disney. Siempre me decía que en el futuro ella y yo formaríamos nuestra propia banda, yo con el piano y ella con la voz, aunque en realidad también tocaba el piano mil veces mejor que yo.

Tomó aire y yo también lo hice repentinamente nerviosa.

– Era dos años menor que yo pero parecía ser la mayor de los dos – sonrió ligeramente de nuevo – Mi padre se había marchado a Hong Kong cuando yo cumplí los trece y bueno... digamos que a partir de ahí tuve una mala época de la que no estoy orgulloso.

Alzó su barbilla apretando los labios ligeramente.

– Durante aquellos años nuestra relación se torció, no sé exactamente el porqué. Supongo que me comencé a juntar con gente que no debía, a estar en mi propio mundo sin ver nada más.

Se detuvo para soltar un largo suspiro.

– ¿No me daba cuenta, sabes? Muchas veces tenemos algo tan cerca que ni siquiera somos capaces de verlo; no nos hace falta estar ciegos para comportarnos como si no pudiéramos percatarnos realmente de lo que nos rodea... o de las personas que tenemos justo delante de nosotros – dio un paso dejando que su cuerpo fuera hasta la ventana y su vista vagara por las vistas del exterior – Me pidió que no me fuera.

Se giró haciendo que nuestros ojos se encontraran y lo observé expectante.

– Me dijo que no quería ir, me lo repitió tantas veces... Aún así la obligué a que se subiera aquella noche al coche y se callase – sus puños se cerraron – Discutimos durante todo el trayecto, me enfadé tanto con ella porque no entendía que fuéramos a esa estúpida fiesta, incluso le dije que... que ojalá no me hubiera tocado una hermana tan estúpida como ella.

"Ciertamente nunca nos detenemos a pensar sobre nuestras acciones; el simple hecho de subir a un coche y conducir nos parece algo tan fácil y trivial, simplemente lo hacemos pensando que nada puede salir mal."




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