Devastadora tormenta.

Fin de la tormenta.

Para suerte para Peter la policía no tardó demasiado en llegar, al parecer estaban de sobre aviso por llamadas de los vecinos antes los ruidos y los gritos. Se llevaron a Peter enseguida y en cuanto Jack vio como salía por la puerta esposado fue corriendo hacia a mi y me abrazó con fuerza, yo me dejé mientras que al mismo tiempo permití salir todas las lágrimas y el miedo que por unos instantes había dejado de sentir. Fue un torrente que no se detuvo y Jack no me soltó en ningún momento.

A continuación nosotros también tuvimos que acercarnos a la comisaría para dar nuestra declaración. Al final lo conté todo, incluso el motivo por el cual me fui y por el que Peter me buscaba. El agente encargado del caso me dijo que podía denunciar, pero que igualmente le iba a tocar unos cuantos años en la cárcel. Al parecer se había estado dedicando a intentar levantar su empresa con métodos no demasiado legales, entre otras cosas como robo y fraude, y estaba siendo buscado desde hacia tiempo. Aquello me hizo sentir tal alivio que cuando salí de comisaria junto con Jack casi estuve tentada de pellizcarme para saber que todo era real.

Caminamos un rato en silencio, sin que ninguno de los dos dijese nada. Suponía que Jack tampoco sabía que decir, se encontraba al lado cuando le conté toda mi historia al policía y estaba mas que segura que no se había perdido ni una palabra de toda la conversación.

– Kay.

– Cada vez se te da mejor derribar mi puerta –. dije interrumpiendo lo que fuera a decir – Eres un experto.

– Por mucho que me encante pequeña, creo que preferiría que no tuvieses que estar en peligro para hacerlo.

Sonreí a pesar de mis temblores y las ganas de llorar que me habían entrado de nuevo desde hace un rato. No pude hablar así que me quedé de nuevo en silencio, pasados unos instantes noté su presencia detrás de mi y sin decir nada me rodeó con sus brazos dejando que su calor me reconfortara. En ese instante sentí una gota de lluvia sobre mi brazo, segundos después otra, y así una lluvia empezó a caer sobre nuestras cabezas. No nos movimos, ni siquiera variamos nuestra postura.

En ese momento elevé la vista observando las nubes negras que en ese momento se arremolinaban sobre nosotros, que empañaban todo el cielo sin dejar ningún espacio para observar el brillo de la luna de aquella noche. Inspiré hondo el olor de la lluvia, de la propia tempestad.

Dejándome completamente devastada.

Llegamos a casa una hora después y fuimos directamente al piso de Jack. Me dejó en su habitación mientras iba a por algunas toallas, no tardó demasiado, cuando volvió yo seguía sentada al borde de la cama intentando mantener la cabeza fría y los temblores a raya.

– Kay...

Una sonrisa escapó de mis labios sin poder evitarlo. Dejé mi vista vagar por la ventana viendo como la lluvia caía sin reparo.

– ¿Sabes? Te odie en cuanto te conocí –. solté de repente sin pensar.

– ¿En serio?

No lo pude ver en aquel momento pues no había encendido las luces, pero supe con seguridad que se encontraba sonriendo.

– Sí, para mi simplemente eras un completo psicópata que derribó mi puerta –. escuché como caminaba hasta que se detuvo y al apartar la vista de la ventana me lo topé a unos pasos de mí. Incluso en la oscuridad pude apreciar que su rostro estaba transformado por miles de emociones, las cuales hicieron que mi corazón comenzara a latir con fuerza.

– Tú... simplemente eras como una tormenta, una que apareció de repente para sembrar el caos –. una sonrisa amarga tiró de mis comisuras – Aunque en realidad no era así...

La tormenta... soy yo misma.

Dio un paso sin apartar sus ojos de los míos, luego otro, así hasta que su cuerpo eliminó toda distancia. Se agachó hasta quedar a mi altura y su rostro quedó a apenas unos centímetros.

– Kay... –. su mano recorrió mi mejilla y me apartó el cabello mojado del rostro – ¿No lo entiendes? Si yo soy la tormenta, tu eres la calma. Eres la que despeja la lluvia y los truenos... si el sol sale es gracias a ti.

Pequeñas lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos sin poder evitarlo. ¿La calma? En ese instante negué con el rostro haciendo que él lo cogiera entre sus manos. Me quedé allí mientas su mirada brillaba con fuerza y su rostro se transformaba en un gesto que de nuevo me hacía volver a recordarme a mi misma como respirar.

– Éramos dos tormentas... – susurró mientras su frente chocaba suavemente con la mía – que han encontrado sosiego –. suspiré y mi aliento se mezcló con el suyo – ¿Aún no lo entiendes? Las tormentas se acabaron.

Cerré los ojos momentáneamente dejando que sus palabras recorriesen mi piel hasta llegar hasta lo mas profundo de mí. Al abrirlos de nuevo una sonrisa escapó de mi boca al mismo tiempo que pequeñas lágrimas incontrolables caían por mis mejillas consiguiendo que él también sonriera.

– Eres mi calma, Kay. Contigo no hay tormentas, solo paz–. acercó sus labios a los míos – Y quiero que esa paz dure para siempre.

Mi corazón martilleó contra mi pecho mientras mi mente retenía una a una aquellas palabras. Mis ojos se encontraron con los suyos viendo la seguridad en lo mas profundo de ellos, como si en ese preciso momento para él todo el resto del mundo hubiese desaparecido. Y es que en realidad durante aquellos minutos que pasamos mirándonos el uno al otro casi podía jurar que el mundo se había detenido y en esos momentos solo existíamos él y yo.

En ese instante sus labios se acercaron peligrosamente a los míos y no pude resistirlo, así que dejé caer mi rostro permitiendo a mi boca encontrara la suya en un beso completamente devastador, uno peor que cualquier tormenta.

Después de todo, Jack fue como una devastadora tormenta.

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Despertarse a las seis de la mañana ponía de la humor a cualquiera, pero sin duda, aquella mañana se estaba volviendo una completa locura. Y sorprendentemente mi humor no se debía para nada a las negras nubes que en ese momento se mecían sobre mi cabeza. Miré una vez mas el reloj de mi muñeca mientras mi pie se movía con impaciencia sobre el gris suelo de la calle. Una brisa acarició mis brazos desnudos y me recordé a mi misma que tendría que haber cogido una chaqueta.




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