"Anael sentía que se mecía con lentitud de un lado a otro, de arriba abajo, una sensación de tranquilidad pero de frialdad a la vez que embargaba todo su cuerpo, era muy similar a estar flotando bajo el agua y juraría que es una sensación que conoce desde hace tiempo; abre los ojos con lentitud, apenas puede tenerlos abiertos un poco, la luz que la rodea es demasiada para su gusto, no puede ver con claridad y duda realmente que haya algo más que no sea esa extraña esencia similar al agua que la rodea, y entre toda la luminosidad puede ver una figura poco clara extender su brazo hacia ella como si tratara de alcanzarla y Ann intentó estirarse lo más que podía para poder tomar su mano, sin embargo, fue jalada hacia abajo llevándola a profundidades oscuras de las que no pudo salir.
¡Por favor, por favor, búscame, búscame!"
Abrió los ojos de manera abrupta dando una desesperada bocanada de aire para incorporarse tan rápido como pudo, jadeó presa de la sensación de ahogo y pronto tuvo a Thomas a su lado que le tendía un vaso con agua y con un pañuelo en mano secaba el sudor de su frente; la muchacha se encontraba asustada, observó a su alrededor terminando de constatar así que estaba a salvo, el sacerdote tomó asiento en la cama justo a su lado y le sonrió con calma, fue entonces cuando ella se preguntó qué estaba haciendo ese hombre en su cuarto, en plena noche.
—¿Qué hace usted aquí? —acomodando su cabello ella susurró con cautela.
—Estaba dando mi ronda nocturna, asegurándome de que todos durmieran cuando te escuché quejarte, fui por agua pensando que tal vez te sentías mal —respondió el hombre con simpleza—. ¿Tuviste una pesadilla?
—¿Cómo dice? —frunció el ceño.
—Parecías quejarte, ¿Fue un mal sueño? —ladeó la cabeza.
—No lo sé, fue muy extraño... Al principio era una enorme paz la que sentía, estaba a gusto a pesar de que la temperatura era baja y la luz... Había tanta luz de un color blanco que no se ha visto jamás —observó un punto ciego en la pared—. Y luego alguien quería llegar a mí, quise tomar su mano pero no pude, no me dejaron...
—¿Quiénes? —Thomas interrogó con interés.
—No sé —se encogió de hombros parpadeando un poco para salir de su somnolencia.
—Podemos averiguar sobre ello, ¿No te has preguntado por qué ves cosas que los demás no? Anni, ¿No crees que quienes te pueden dar las respuestas son los mismos que te intimidan? —acomodó los cabellos de la chica con una mano mientras ella lo veía sopesando lo dicho—. Eres muy bella, Anni, como un precioso pecado...
—No... No soy un pecado... —negó con lentitud, no quería llorar, pero tenían un concepto atroz para tal palabra y deseaba que su vida fuera algo más.
—Sí, sí lo eres —rió bajo sin dejar de verla—. Nunca conocí a alguien como tú, tan especial, llena de talentos que teme descubrir, tan hermosa...
—¿Qué quiere de mí? —susurró tragando duro teniendo a quien debería cuidar de su persona demasiado cerca para su agrado.
—Quiero que me ayudes a saber más sobre ese mundo al que no tengo acceso, quiero que junto a mí pruebes cosas que nunca has hecho, como rituales, runas, plegarias... —tendió su palma enseñando la medalla—. Deberías colocártela, para que estes a salvo.
—Antes no logró protegerme —negó.
—Pero te mantuvo tranquila, ¿no? —colocó la joya entre las manos ajenas—. ¿Eres débil a algo? ¿Tienes problemas con los crucifijos? ¿Agua bendita? Tener contacto con un santuario no te causa problemas, pero no quiere decir que no puedas tenerlos.
—Lo dice como si dentro mío hubiera un demonio, no es así —se puso de pie empujando al hombre para que se apartara—. Váyase, no puede irrumpir en mi cuarto así como así, ¡Largo!
—Anael, tienes que calmarte, ¿Sí? Vendrán personas a conocerte pronto, personas que saben sobre casos como el tuyo y estoy seguro de que será fascinante y hallaremos una respuesta —sonrió.
—¡No! —retrocedió cubriendo sus oídos, no quería seguir escuchándolo, porque estaba siendo usada como un conejillo, ¿Qué serán? ¿Sacerdotes? ¿Exorcistas? ¿Personas raras pertenecientes a la iglesia o a otras religiones o sectas? ¿Qué querían con ella? ¡Solo era una muchacha! —, ¡Váyase, no quiero que nadie venga, déjenme tranquila!
—Anni —Thomas intentó acercarse queriendo consolarla.
—¡No me diga así, maldita sea! —y los muebles del cuarto se sacudieron con fuerza, aventando algunas pertenencias hacia el suelo sorprendiendo a ambos, Anael jadeó asombrada, no podía hacer esas cosas, no, no.
—Interesante y fascinante —murmuró el sacerdote volteando a ver a la joven con ojos iluminados—. Te daré tiempo, descansa.
—No regreses, imbécil —masculló, una vez que el sacerdote estuvo fuera de la alcoba Anael se precipitó a cerrar con pestillo y arrastró una cajonera de madera de roble con gran esfuerzo para tapar la entrada, no quería verlo de nuevo vagar en su privacidad mientras dormía—. Está loco, está muy loco.
Volvió a acomodarse en la cama arropándose bien pero no pudo volver a conciliar el sueño, observó hacia la ventana sabiendo que se encontraba en un tercer piso que saltar sería tonto, cerró los ojos cansada de toda esa situación, ¿Cuánto tiempo lograría resistirlo? ¿Cuánto tiempo llevaría para que fuera lo que fuera que había hecho para ofender a los seres de luz fuera perdonado y ella liberada? ¿Cuánto? ¿Cómo? Ha pedido perdón incontables veces, de diferentes maneras, no sabe qué más debe hacer...