—¿Estás seguro de lo que harás? —preguntó Anael siguiendo de cerca a Imonae que se preparaba para salir del palacio infernal.
—Sí, créeme cuando te digo que vamos a necesitar toda la fuerza que tengamos y yo solo puedo usar la mía si destruyo ese sello —comenta tranquilamente.
—¿Cómo harás eso? —frunce el ceño.
—Sobrecargando la capacidad que tiene para retenerme, creo que siempre me he sabido controlar pero ahora mismo sé que nunca he podido llegar al límite de mi poder y para ello iré a lo más recóndito de mis mazmorras, donde ni siquiera mis demonios quieren marchar —observó al ángel con seriedad—. No te preocupes, todo saldrá bien.
—No puedo no preocuparme por ti, lo sabes, pero confío en lo que dices y en qué sabes lo que estás haciendo —asintió entrelazando sus manos y acercándose al rubio—. Dame un beso.
—No, hoy no, estoy muy ocupado —bromeó.
—Ah, qué pena, porque tengo una fila interesante en el Infierno con demonios que quieren darme besos y-... —y no pudo terminar porque Imonae ya la estaba besando.
—Nadie te dará nada porque saben que les cortaré la cabeza si te tocan —rodó los ojos el rubio—. Además, mis besos son mejores.
—No sé, no he besado a nadie más que tú —se encogió de hombros.
—¿Olvidas a tu profesor humano? —frunció el ceño, molesto.
—Ups, cierto, bueno no es para tanto —rió—. Lamento eso, supongo que fue una de mis muchas equivocaciones siendo una humana, pero no me culpes, no te recordaba, no te conocía y estaba sola, necesitaba ayuda y contención.
—Mira tú, yo no sabía que la contención era gimiendo en un salón —le dio la espalda.
—¿Qué quieres que te diga? —aguantó la risa—. ¡Ya, perdón, deja de ser tan malo conmigo!
—No soy malo, solo te recuerdo tus fechorías —respondió con tranquilidad.
—¿Fechorías? Esas son travesuras comparadas con las que tú y yo hicimos, ¿O te has olvidado ya? —apoyó su mejilla en el hombro del demonio mientras rodeaba su cintura con mimo—. ¿Me vas a perdonar por eso o te tengo que rogar más tiempo?
—No me gusta que ruegues —la observó de reojo rindiéndose al final, no podía enojarse y menos ahora, volteó para estrecharla con fuerza—, Nunca te he culpado de algo asique no tengo nada que perdonarte.
—Genial —sonrió divertida.
—Tengo que irme ya y tú tienes una horda que liderar —se separaron lento—. Llegaré lo antes posible, ustedes sigan el plan y que esos miserables salgan de su escondite.
—Lo haré, será interesante —Anael le sonrió y se alejó a paso tranquilo para reunirse con Belce y Glhor.
Imonae se quedó observando a su ángel hasta que la perdió de vista, podía decir que sentía un regocijo y júbilo exagerado y hasta dramático por verla caminar de nuevo entre los suyos, por tenerla en su hogar y por haber podido recuperarla, pero también temía como ningún otro que el tiempo fuera corto entre ambos, que algo malo sucediera, que las cosas no salieran como esperaban y una nueva separación se diera entre ellos. Era consciente del hecho de que una vez pudieran darle fin a Rafael y sus locuras, Dios le daría la oportunidad a Anael de regresar al Cielo, era más que obvio, un hecho, una premonición de lo que venía a futuro, entonces, ¿Qué harían ellos como pareja? ¿Podrían seguir estando juntos? ¿Sería posible que Ann fuera y viniera entre ambos reinos sin afectar su capacidad de trabajo? Ser imparcial a veces no es tan fácil como parece y no quiere verla debatirse en sus decisiones una vez más.
Suspira reanudando el andar quitándose en el proceso las prendas que lleva solo deja lo esencial, camina descalzo tras salir del palacio y toma rumbo hacia el lugar predilecto. Aquel desierto que incluso en su propio mundo es temido, si te posas en lo más alto de la estructura donde el rubio reside puedes ver un horizonte negruzco, abandonado, sin ningún tipo de luz, donde las llamas negras prevalecen y puedes escuchar gritos desgarradores en cuanto te vas acercando a las inmediaciones; es allí donde va a encontrar el poder que requiere, que alguna vez tuvo en sus manos y usó para darle pelea a Dios siendo un joven caído resentido.
El diablo lleva ese nombre por algo, no es porque sea "malo" solamente, es porque ha cometido grandes atrocidades y no tiene problemas en contarlas, no tiene que pedir disculpas porque no siente haberlas cometido, no quiere redención ni regreso al Cielo; sí, es manipulador, adulador, con la labia suficiente para convencer a cualquiera, usará tus mayores miedos en tu contra, te va a obligar a ponerte de rodillas y se va a aprovechar de quienes más temor poseen y débiles son, porque esa es su esencia, porque le importa tres carajos la decencia, la moral, bondad y todas esas cosas que son enseñadas para que seas "aceptado" en el Reino de los Cielos, ¿Religión? ¡Bah! Él existe, les guste o no, lo crean o no y no comparte en absoluto que le atribuyan las mierdas de la humanidad a él. El famoso "el diablo lo sedujo", "el mal le susurra", "el mundo se ha sumergido en el mal", no son obra de él a pesar de que es una criatura putrefacta, no, no, no, es todo obra y gracia de los propios humanos, son ellos los que llevan el mal a cabo, ¡Lo eligen! ¿Y luego se escudan en él? Imbéciles.
Pero hay algo que sí puede con Imonae, algo por lo que él regresaría al Cielo sin dudas, pediría perdón unas mil veces arrepentido como un vil desgraciado, sería el juguete de ser necesario, se dejaría aniquilar con tal de saberlo feliz y esa era Anael; el demonio haría lo que fuera por y para ella, lo que sea, sin temor, sin titubeos. Es por ello por lo que ahora no puede dejarla ir, no puede solo aceptar la situación en caso de que se diera a pesar de que ha dicho que será lo que ella quiera. El rubio vive por el Serafín, no existe otra forma de vida que no sea alrededor del ángel y solo su amada sosiega todos y cada uno de sus pensamientos volviéndolo un ser tranquilo, feliz y sobre todo, enamorado. Solo Ann.
—Por fin —murmura ingresando en aquel páramo desierto, no hay ninguna clase de vida, no corre el aire, se siente sofocado todo y él puede ver a varias criaturas emerger del suelo con cuernos y colas, algunos tienen más extremidades de lo habitual o bien más cabezas—. Vaya, vaya, veo que siguen igual de horrendos.