Devorador de Emociones

Ojos Negros

Cuando tenía 22 años me gustaba estar con una chica de 16 que decía que podía sentir las emociones de los demás, eso y su increíble pasión por la lectura fantástica. Le gustaba leer las historias que escribía en aquel entonces. Escribía sobre Raziel, el arcángel de alas azules y su amada Freya, la guerrera que cuidaba las puertas del inframundo, de Axzel, el soldado con sangre de ángel caído, y sus hermanos Kalel y Yorel; Todos de Las Crónicas del Destino. A mis lectores, que en aquel entonces solo llegaba a un círculo de 15 personas que gracias al destino eran de diferentes países les encantaba leerla, Fue así como conocí a Kristian, a Brenda, y a Jorge.

      A Ivanna la conocía desde mucho antes, pero solo de vista y uno que otro saludo, era la novia de Kervin mi amigo y vecino. Pero empezamos a socializar más varios años después y a ser buenos amigos cuando gracias a Kervin ella conoció mi historia. Ella me hablaba de sus sueños, de lo mucho que le gustaba bailar y me hablaba de las historias que ella también escribía. Se personaje principal era Leyla, el ángel caído, que antes era un vampiro, reía escuchando lo cambiante que podía ser su manera de escribir. La hacía reír con  las estupideces que decía y me gustaba mucho estar con ella, era como si... Esta parte de mí, que en aquel entonces no conocía, se aliviara con su presencia, y ella podía notarlo, pero tampoco entendía que era lo que nos sucedía, terminamos equivocándonos de emoción cuando un día, terminó con Kervin y yo estaba ahí para consolarla y... Bueno... Yo era ingenuo, algo inocente imprudente… Y estúpido. No sabía todo el mal que nos haría que yo tomara las decisiones erróneas y cometiera los actos equivocados, destruyendo la confianza, la amistad, y el cariño que le tenía. Ese alivio que me encantaba sentir con su sola presencia.

     Y llegó aquél día, ese día en el que, con mi puño lleno de sangre, sudoroso y con el corazón queriéndose salir de mi pecho; que me di cuenta que era lo que sentíamos, miré a Ivanna y en sus ojos podía ver el terror y el desprecio que tenía hacia mí, y no se me ocurrió otra cosa más que correr, corrí todo lo que pude, pensé que había matado a Kervin pero no era eso lo que me hacía huir, me alejé, porque no quería ver de nuevo esa mirada de desprecio de Ivanna. La gente me miraba a los ojos extrañados, algunos sorprendidos  y otros con miedo. Las cosas empeoraron cuando tomé el valor de regresar y enfrentar lo que había hecho.

     Mi familia no quería saber de mí. Cuando me miraron hicieron lo mismo que Ivanna. "¡yo no quiero monstruos en mi casa!" gritó mi madre cuando regresé a casa, mi pidieron que me fuera, que yo no era su hijo, supuse que era porque había matado a Kervin así que simplemente fui a mi cuarto y tomé todo cuanto pude, mi dinero, el poco que había ahorrado, mis papeles importantes, algo de ropa, todo lo que pudiera meter en mi morral.

-           Lárgate de aquí maldito enfermo! - Me gritó mi hermano cuando estaba saliendo de mi habitación.

-           ¿Que acaso no estás viendo? ¡Ya me voy!

     "Infermo" era la palabra que más usaba mi hermano para referirse a mí, me hacía hervir la sangre pero en ese momento lo hacía mucho más... Y más aún cuando saliendo en dirección al pasillo me empujó e hizo que tropezara con la pared, el golpe fue directo a mi cara, me rompí el labio inferior, fue tanta la rabia que sentí que le lancé un gruñido a la vez que lo sujete de los hombros y lo arrojé en dirección al baño, haciendo que se estrellara con el espejo y lo rompiera cayendo al piso igual que él, se incorporó muy enojado, y esa sensación me atrajo, camine hacia el muy rápido y cuando el intentó lanzar su primer golpe, la palma de mi mano toco su frente,  mi hermano, abrió los ojos de par en par, sus mano derecha estaba levantada pero de repente la dejo caer sin fuerzas, su piel se puso muy pálida y sus ojos se tornaron blancos, cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, mi mama y mi hermana me gritaban que lo soltara, los pies de mi hermano no tocaban el suelo, lo solté aterrado. Vi a mi hermano caer como un estropajo al piso, a mi hermana menor y a mi madre corriendo hacia el baño apartándome de él y luego me vi a mí mismo.

     El sujeto que estaba en el trozo de espejo que había en el suelo tenía colmillos largos que podía ver en su boca abierta en una mueca de asombro, sus orejas terminaban en punta y la cosa más impactante, sus ojos. Eran ojos tan negros como la noche, solo podía verse oscuridad en ellos pero fue terror lo que sentí cuando esa criatura que veía en el pedazo de espejo era mi reflejo.




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