Devorador de Emociones

Una Identidad

     Hace cinco años…

     Poco después de haber terminado de comer me asomé por la ventana, estaba en un piso muy elevado, podía ver la azotea del restaurante no muy lejos de aquí, nunca me aprendí las calles de Madrid, todos los lugares a los que iba  me los aprendí por puntos de referencia. Ya con el hambre saciada me dispuse a hacer lo que aquel hombre me había dicho, salí de la habitación algo temeroso, el pasillo está pintado de un gris marengo, haciendo contraste con el color del piso de madera muy claro, fui al final del pasillo como el hombre me había dicho y efectivamente ahí había un baño, era inmaculadamente blanco, igual a la habitación en la que yo estaba. Había una bañera sobre la que reposaban dos perillas de color plateado que abrían la regadera que estaba justo sobre esta conectada por tuberías del mismo color que se encontraban detrás de la bañera, un lava manos de cerámica y sobre el un espejo, me acerqué al espejo y por primera vez en tres meses miré mi reflejo, veía a un chico delgado, casi raquítico, con mugre en todas partes manchando su rostro, unos ojos de color café que parecían tristes, el cabello tan largo y enmarañado que parecía un pequeño afro y una pequeña barba que cubría completamente su quijada. Realmente tenía el aspecto de un pordiosero que acababan de recoger de la calle. Del lado izquierdo del espejo vi algo parecido a una perilla, tire de ella y el espejo se abrió mostrando una pequeña repisa con una espuma de afeitar, un par de afeitadoras que descansaban dentro de un vaso transparente de plástico, tijeras, una máquina de afeitar y varios cepillos de dientes aun dentro de sus envoltorios herméticos y crema dental. Era obvio, es un baño ¿qué más podría tener? me tomaría la libertad de cepillarme los dientes después de haberme dado una ducha, Mi cuerpo agradeció el contacto con el agua caliente, toda la suciedad que cubría mi cuerpo podía verse en el piso de la bañera mezclado con el champú y el jabón que rápidamente se había vuelto casi negro entre mis manos cada vez que tallaba mi cuerpo con él.

      La ropa que encontré en el baño me quedaba bastante holgada, un pantalón deportivo negro con una cinta blanca, una camisa de mangas largas de color gris y unos zapatos deportivos que gracias a que mis pies eran grandes no tuve problemas al ponérmelos. Tuve que apretar muy bien la cinta para que no se me cayera los pantalones al piso, al menos la camisa me quedaba bien. Luego de ponerme la ropa volví a mirarme en el espejo, al menos ya no tenía un aspecto tan deplorable como el de hace un momento, pero seguía siendo el mismo chico de mirada triste el que miraba en el espejo.

     Salí del pasillo a paso lento, más que todo para no hacer ruido, no conocía el lugar y prefería poder conocer el ambiente en el que estaba sin que mi presencia fuera perceptible. La sala era una estancia bastante grande, con muebles de color negro sobre patas de acero bajo un suelo de cerámica completamente blanco, una mesa baja circular de vidrio que se apoyaba en una especie de trípode de acero cromado. Y una alfombra negra debajo de esta. Detrás de la sala había un largo mesón de madera y cuatro bancos de color negro. Detrás del mesón estaba la cocina que no podía ver bien desde donde estaba; tampoco veía a nadie. Una brisa tocó mi rostro y me percaté de la presencia de un balcón escondido detrás de un par de cortinas blancas. Sin pensarlo mucho caminé hacia ella, era un balcón amplio, también inmaculadamente blanco a excepción de la reja de color negro que servía como mirador del balcón, al cruzar las cortinas me di cuenta de que había alguien, dándome la espalda y mirando hacia el vacío había una chica de cabello rubio y piel blanca, llevaba unos short Azul tan corto que podía ver sus glúteos y esas piernas perfectamente torneadas, con un tono de piel blanca un poco tostada por el sol y un par de sandalias blancas; era todo lo que podía ver ya que su cabello que le llegaba hasta la cintura no me dejaba ver que más traía puesto, lo único que sabía era que en sus hombros estaban cubiertos por una tela blanca, así que deduje que llevaba una blusa de ese color. Sin decir nada me acerqué a ella. Mirando hacia al vacío, igual a como ella lo hacía; ella se giró y me miró.

-           Oh, eres el nuevo.

     Cuando me miró no pude evitar fijarme en sus ojos azules, casi del color del cielo que, brillaban demasiado, casi de manera antinatural, tenía varias pecas por todo el rostro y unos labios carnosos. No voy a negar que me sentí intimidado por su mirada pero atraído por su escoté, efectivamente era una blusa blanca… muy… escotada.

-           ¿El nuevo? – Dije dándome cuenta de que mi voz había bajado unos decibeles y algo tembloroso.




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