Devorador de Emociones

Encerrado

Luego de tanto desbordamiento de ira, desperté… o más bien volví a tener conciencia de mí mismo y me di cuenta de que estaba encadenado, de nuevo dentro de aquella piscina de hielo hasta el cuello, mi cuerpo ya no temblaba, apenas lo sentía, estaba cansado, tenía hambre, sueño, y unas terribles ganas de seguir durmiendo, tal vez no faltaba mucho para morirme de hipotermia.  No veía a Luisa por ningún lado. Suspiré resignado a morir de frio dentro de esta… tumba de hielo.

Madrid, España, 5 años antes…

     El lugar en el que estaba no era muy grande, era de noche, lo sé por la ventana que había a mi derecha, podía ver el paisaje urbano de Madrid, era el mismo que veía desde el balcón de la casa, pero no estaba en el apartamento, “debe ser la azotea” pensé, mi mente parecía estar más alerta que mi cuerpo. Entonces escuché pasos detrás de mí, intenté mirar pero las cadenas apenas me permitían el movimiento y la placa de metal en mi espalda me impedía la vista.

  • ¿Ya despertaste? – Dijo Luisa sentándose en el borde a un lado de mi cabeza – Le diste una buena pelea a las cadenas.

     Apenas y la escuchaba, me costaba mucho alzar la cabeza, quería seguir durmiendo.

  • ¡Dios! – Dijo entrando en la bañera con urgencia – ¿Porque estas tan azul? ¿Qué pasó con la bestia de hace unas horas?
  • Sa…ca… - Intentaba pronunciar palabras pero mi boca apenas se movía.
  • ¿Qué? – Dijo acercándose a mi poniendo su oído cerca de mi boca, olía delicioso, eso distrajo mi mente, era un olor dulce y penetrante… ¿sería su perfume o su champú? – Ay no… - La vi tomar mis mejillas con sus manos, mirándome a los ojos, se veía preocupada - ¡Aquiles! ¡que no te puedes morir joder! – me abofeteó con tanta fuerza que me hizo parpadear y estar consiente, estuve alerta por un instante.
  • Sácame de aquí… – Dije con voz ronca – Por favor…
  • ¡Vale, vale ya entendí! – Dijo hundiendo las manos en el agua, la sentí buscando algo, tal vez un candado – No siempre eres la bestia… - Escuché un clic cerca de mi cintura y la cadena alrededor de ella se aflojó, luisa comenzó a desencadenarme rápidamente – Eres solo un pobre niño con problemas de autoestima… Joder, ya casi...

     Sentía ganas de llorar, un fuerte nudo en la garganta y las lágrimas se me escapaban de los ojos. Yo no pedí esto, no quería convertirme en un monstruo para verme obligado después a tener que controlarlo, y ahora estaba ahí muriéndome de frio con una hermosa pero letal mujer rubia como verdugo. Tiró de mis brazos y me arrastró fuera del agua fría, apenas y podía moverme, tenía los miembros entumidos y no podía sentir los latidos de mi corazón. Ella me tiró en el suelo, frotó mi pecho con fuerza pero apenas y sentía como movía sus manos en mi abdomen.

  • ¡Venga chico! – Gritó Luisa frotando mi pecho – ¡No te puedes morir así nada más!

     Pero apenas y podía moverme, cerré los ojos escuchando como mi corazón se ralentizaba poco a poco, hasta que sentí una presión sobre mis mejillas y mi boca, abrí los ojos solo para ver como Luisa juntaba sus labios con los míos. Fue lo más extraño que había sentido, su beso me sorprendió tanto que abrí los ojos de par en par, sus mano seguían ya no frotando, sino acariciando mi torso, poco a poco comencé a sentir como mi cuerpo se desentumía, estaba volviendo a entrar en calor. Cuando se apartó ya no sentía tanto frio, intenté levantarme pero mi espalda apenas reaccionaba.

  • Tranquilo leoncito – Dijo colocando su mano en mi pecho, suspirando – Se cómo hacer que la gente entre en calor, no milagros.

     Me volví a tender en el suelo, estaba exhausto, la cabeza me daba vueltas y había despertado en mí un hambre increíble. Ya en el suelo pude fijarme en el lugar en el que estaba, desde donde estaba podía ver como el suelo cambiaba de frio cemento a algo parecido a colchonetas en color rojo y azul distribuidas como un amplio cuadrilátero, Habían sacos de arena colgando del techo, guantes de boxeo, en una pared, paletas de madera, tablas y ladrillos, y más allá en un estante vi espadas, varas de madera y metal… un arsenal de armas, parecía un dojo el lugar en el que estaba.

  • ¿Qué es este lugar? – Le pregunté mirando alrededor.
  • Estas en mi sala de juegos leoncito – Dijo alzando los brazos, sonriendo muy sugerentemente – Bienvenido a mi cuarto de entrenamiento.
  • ¿Entrenamiento?
  • Así es… - Sonó la voz de un hombre al otro lado del barril.




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