Devorador de Emociones

El Juramento

  • ¡Bienvenido a Sanlúcar de Barrameda! – Grito Sanders en frente de un apartamento de tres pisos a pocos metros de la costa.

     España, 3 años antes…

     Ya tenía un año viviendo con Sanders y Luisa en Madrid, había avanzado mucho en lo que respecta a los entrenamientos, había vuelto a tonificar mi cuerpo, no me parecía en nada al Aquiles que vivía en la calle, desnutrido hasta los huesos y con una ira incontrolable, Lussuria -como le gustaba que la llamara- me había adiestrado en el arte del combate y la verdad... a base de palizas por parte de ella fui haciéndome más hábil, mas estratégico y un mejor contrincante en el cuerpo a cuerpo, con el cuerpo bien entrenado solo faltaba entrenar mi mente, Sanders se encargó de eso. Fue gracias al ejercicio físico y mental que poco a poco fui tomando control de esta nueva realidad que tanto me había costado controlar solo, aunque me faltaban muchas cosas por aprender y necesitaba del constante control por parte de Luisa de mis ataques de ira, y ella sabía perfectamente cómo hacerlo. Sanders no le decía nada y yo… bueno… no podía decirle que no.

     Al tercer año de haberme ido de Venezuela nos mudamos a Sanlúcar de Barrameda, una ciudad en la provincia de Cádiz en Andalucía, estaba admirando la edificación de ladrillo que tenía en frente mientras salía de la camioneta junto a Luisa, altos ventanales de Estilo colonial, en la parte baja había un enorme portón de madera y el tercer piso era una especie de amplio balcón.

  • Era una antigua estación de bomberos – Dijo Sanders mientras sacaba del maletero una enorme valija – Estaba en oferta y necesitaba un nuevo lugar para usarlo como sala de operaciones.
  • ¿Sala de operaciones? – Le pregunté acercándome a él para tomar la maleta.
  • Si hijo… Este lugar será nuestra base de operaciones para cuando estés completamente listo.
  • ¿Completamente listo para qué?

     Sanders no dijo nada, solo colocó una mano sobre mi hombro y me sonrió con aquella extraña sonrisa que sabía contagiar, a los pocos segundos reíamos sin razón alguna y Sanders me daba un empujón.                                   

  • ¡Ya! ¡llévate esa maleta a la entrada! – Dijo entregándome unas llaves con su mano libre – ¡Escoge la habitación que quieras! Están en la parte de arriba – señaló al segundo piso del edificio.

     Como un niño que abre un juguete nuevo me dirigí a la puerta de entrada del edificio, estaba junto al portón, Luisa entró conmigo y ambos miramos con asombro todo el espacio que había, era enorme y la luz del sol entraba con fuerza, dejamos la maleta junto a la puerta y Luisa corrió subiendo escaleras arriba, a un lado de la puerta, cuando subí hasta el segundo piso solo podía escuchar la risa de Luisa, pero no la encontraba por ningún lado.

  • ¿Luisa?
  • Por aquí – su voz resonó con voz cantarina

     De nuevo risas por parte de ella, caminé por el largo pasillo que había justo en el centro junto a un tubo de bomberos que daba acceso al piso inferior. Miré por un par de puertas y encontré habitaciones pintadas de blanco con el suelo de madera completamente vacío, pero la risa de Lussuria venia de más lejos.

     Encontré otro tramo de escaleras de caracol que llevaban al tercer piso, y ahí la encontré a ella, con su cabello largo y dorado bailando con el viento y aquel short de licra negro pegado a sus glúteos y esa blusa de tirantes, el tercer piso era una especie de terraza, con techo de madera, podías ver el mar desde ahí, La tomé por la cintura y me recosté de su espalda. Lo que yo sentía hacia Luisa… era atracción pura, solo deseo, y sabía perfectamente porque lo sentía, ella era el Reaver de la Lujuria.

  • Me gusta este lugar – Dijo en un susurro cuando sintió mi nariz en su cuello.
  • A mí también – Susurré también – Parecen unas vacaciones – Ella rio ante mi comentario y se giró poniendo los brazos alrededor de mi cuello.
  • No creas que te libraras de mis palizas tan fácilmente, además… - Se acercó lentamente a mi rostro y me dio un corto beso en los labios – Hacia falta un cambio de ambiente – Reí ante su comentario.
  • No me digas que ahora tienes pensado torturarme en agua de mar…
  • ¡No tonto! – Dijo palmeando mi pecho – Tanto a ti como a mí nos hace falta un bronceado, y la playa está muy cerca.




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